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Siente su corazón descoser y sus pulmones arden, el frió que se cola por sus cavidades respiratorias solo hace que la sensación de cansancio sea más amarga. ¿Por cuánto tiempo ha corrido ya? Ni siquiera tiene tiempo para llorar una vez que dobla la esquina y por culpa de las calles congeladas y atascadas de nieve lo hacen resbalar.

El color de la sangre tornando de rojo la blanca nieve lo distrae, tiene pensamientos al azar como aquella vez que vio un video de cómo hacer granizados. Le duele con el alma, fue un decisión difícil. Quedarse y morir aferrado a algo tan tóxico o escapar de ahí, tan rápido que el disparo detrás suyo tan solo logró rozar parte de su pierna haciéndolo sangrar y gruñir del dolor.

Debe seguir huyendo, las posibilidades de hipotermia, desangrase o ser encontrado, concluyen siempre con el resultado que da por muerte. Toma aire y se asegura de llenar lo suficiente sus débiles pulmones, la acción le duele más debido a sus costillas demacradas semanas atrás.

Se pone en pie, toma un momento para que la sensación de mareo termine, pero eso jamás llega a pasar, entonces se obliga a caminar y a mantener los ojos abiertos. Bastan unos segundos para desplomarse de nuevo y perder la conciencia.

—Dime tu nombre —

Una voz se escucha demasiado a lo lejos, tan lejos que se sorprende todavía de poder escucharla cuando parecía un susurro, un secreto que él no debería estar escuchando.

—Habla conmigo, mírame. —

Aquella persona se escucha molesta, demasiado agitada para su gusto. Hyungwon quería seguir durmiendo como lo hacía diariamente cada día. Todos los días, más de 16 horas hasta que fuera bruscamente despertado.

Por un instante siente sus ojos abrirse, ¿acaso no estaba ya despierto? La claridad es demasiada, tanto que lo hace cerrar sus ojos con todavía más fuerza.

—La ayuda viene en camino, habla conmigo, dime tu animal favorito. —

Aunque aquello no sonara como una pregunta sino más bien como una exclamación, Hyungwon odiaba que le gritaran, y esa persona estaba siendo muy molesta ahora mismo.

—Me gustan los conejos, saltan, corren. —Murmura. Sus ojos todavía están cerrados y él se dispone a acomodarse mejor en su suave cama, que por alguna razón ya no se sentía tan cómoda.

El tajante dolor lo hace gemir, vuelve en sí y abre los ojos de repente. Se sorprende así mismo en la calle, tirado en la nieve completamente helado y temblando, la sangre había dejado de brotar y ahora estaba en todas partes, fresca, o esparcida por todo el lugar. Como una escena del crimen.

Escucha las sirenas de la ambulancia acercándose, la realidad azota su cuerpo haciéndolo querer correr de ahí. Está perdido, ya no puede esconderse en el almacén de la cocina, o debajo de la cama de invitados. Ya no está en único lugar que conocía como la palma de su mano, en donde tenía los escondites perfectos para escabullirse de todo aquello que le hacía daño.

—Dime tu nombre. —Volvió a repetir. Cae en cuenta de que no esta soñando, aquello era una realidad y por primera vez en cuatro años había mantenido contacto con alguien más que no fuera la bestia.

Segundos después llega la ambulancia, toman de él como si no pesara nada, como si fuera un simple papel en blanco y lo suben a una camilla. Tiene miedo, de ser encontrado, de volver a sufrir todos los abusos que lleva recibiendo por más tiempo del que puede contar. Pero entonces ve algo que lo hace pensar en otras cosas, el extraño sube con él a la ambulancia y toma su mano, la toma con tanta fuerza que siente como algo de calidez se traspasa a su cuerpo.

No siente merecer esa clase de calidez, se odia y se limita a llorar en silencio, pero por primera vez en mucho tiempo quiere creer que alguien se preocupa por él.

the truth untold-2wonメDonde viven las historias. Descúbrelo ahora