[Capítulo 5] La MACUSA

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    —Por aquí —dice la chica, agarrándonos de los brazos.

    —Se andar sola, eh —puntualizo.

    —Disculpe —dice Newt—, pero hay muchas cosas que tenemos que hacer.

    —Bueno —contesta—, pues tendrán que hacerlas después.

    Pongo los ojos en blanco con un resoplido.

    —¿Qué están haciendo en Nueva York?

    —Comprar un regalo de cumpleaños... —contesto.

    —¿Y no lo encontraron en Londres?

    —Solo hay un criador de Puffskein Appaloosa y está en Nueva York —explica Newt.

    La mujer se acerca a uno de los guardias de la puerta.

    —Traigo un inciso 3-A.

    Aprovecho que la chica no nos escucha y pregunto a Newt.

    —¿Quién es ella?

    —No lo sé, no me a dicho su nombre.

    —Genial.

    —¡Eh! Por cierto —nos dice la chica—, no permitimos la crianza de animales mágicos en Nueva York. Clausuramos a ese tipo hace un año.

    —Pues la llevamos clara —susurro.

    Entramos dentro del edificio con la mujer pisándonos los talones. Es un lugar enorme, con escaleras de barandillas de oro y un gran reloj en el centro. Miro a Newt emocionada, y él sonríe devolviéndome la mirada. El lugar es más de la mitad de grande que parece por fuera. Nos acercamos a un ascensor donde hay un elfo que parece bastante antipático.

    —Hola Goldstein —saluda a la chica.

    —Hola Red —contesta, desanimada.

    Nos empuja para entrar en el ascensor.

    —Al departamento de investigación —dice.

    —Creí que te habían... —empieza Red.

    —Al departamento de investigación mayor —interrumpe Goldstein—, traigo un inciso 3-A.

    Red pulsa el botón del ascensor y las puertas se cierran. Al subir nos metemos en una habitación donde hay un puñado de hombres y mujeres hablando. Una de ellas, una mujer de tez morena con un turbante en la cabeza, interviene.

    —Dejé muy clara su posición aquí, señorita Goldstein.

    —Sí, señora presidenta, pero... —contesta.

    —Usted ya no es una auror —dice la presidenta.

    Levanto las cejas sorprendida.¡Pillada!

    —No —contesta ella—, señora presidenta, pero...

    —Goldstein —interrumpe.

    —Pero un pequeño... —continúa Goldstein.

    —Esta oficina está ocupada con incidentes mayores. Váyase.

    —Sí, señora.

    Me fijo en un hombre, al lado de la presidenta, que no aparta la mirada de nosotros. Me balanceo incómoda hasta que Goldstein nos saca de la habitación y nos vuelve a subir al ascensor. 

[Animales fantásticos] El secreto del lobo albino |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora