Prólogo

54.3K 3.3K 574
                                    

Apenas y era consciente de los meses que habían pasado.

Los calurosos días de la primavera se habían quedado atrás, abriéndole paso a los airados días del verano.

La ausencia de él, como he decidido llamarlo, ya no se siente tan mortal como lo era antes.

He subsistido sin él desde aquel momento.

La soledad que amaba antes de conocerlo, se hizo mi peor enemiga después de su abandono.

A veces podía escuchar su voz nombrándome. En ocaciones podía sentirlo junto a mí cuando dormía.

Me llamé loca la vez que lo vi por la ventana. La noche que creí verlo espiándome desde las sombras, tuve que convencerme de que quien me acechaba era Aaron y no él.

Los días pasaron hasta convertirse en meses. El dolor se desvanecía hasta hacerse un simple malestar. O tal vez es que mi cuerpo dejaba de sentir.

Había noches en las que mi propia desdicha me dejaba, permitiéndome olvidarme de todo y dejando que pudiera dormir. Sin embargo había muchas noches más en las que el dolor me mataba. Noches en las que sostenía todas esas cartas con ira, mientras algo quemándose esperaba recibir los pedazos de papel, para sólo dejar cenizas del amor que siempre le tuve y jamás le confesé.

Pero era tarde.

Era tarde para cualquier cosa que quisiera intentar, incluso era demasiado tarde para intentar matar los sentimientos hacia él.

Mi propia mente no me permitía olvidarme del ángel. Mis propias manos no se atrevían a quemar las cartas que había pasado escribiéndole cada noche. Al final sólo volvía a guardarlas en la caja de metal que permanece bajo mi cama.

Hoy era una de esas noches.

Ahora mismo quería gritar su nombre a todo pulmón para tenerlo de vuelta.

Hoy es una de esas noches en las que quiero llamar a Rafael, y pedirle a su hermano de vuelta.

Pero no, me prometí no buscarlo, y así vaya a arrepentirme después, no pienso mirar atrás.

Dejo de vacilar con el bolígrafo que tengo entre los dedos, arranco un pedazo de la hoja que está rayoneada sobre el escritorio y le escribo una única frase.

Tomo el encendedor de uno de los cajones y salgo corriendo hacia la ventana, la abro de prisa y observo la fría y silenciosa noche.

Con un chasquido, el encendedor se prende. Beso el pedazo de papel con fuerza y acerco una de las esquinas al fuego.

Una vez que está en llamas lo suelto, dejando que el aire se lleve la hoja que el fuego consume. Y consigo mi deseo escrito.

Vuelve.

____________________
Sigue leyendo 🙊💕

Vuelve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora