Capítulo 12

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Tardo un largo tiempo en asimilar mi situación, estoy en un lugar completamente oscuro, todo es negro, no hay ni el menor rastro de un poco de luz.

La claustrofobia que no sabía qué tenía me ataca.

—Luzbel, Luzbel, Luzbel — repito buscándolo casi histérica con las manos.

—Hey, calma, aquí estoy — contesta tocándome, me toma por los hombros y me abraza a su pecho — tranquila, estás bien, aquí estoy, no va a pasarte nada.

—No puedo ver nada... mierda, en serio no puedo ver.

—Lo sé, sólo cálmate ¿bien? Vamos a empezar, tus ojos comenzarán a adaptarse pronto.

—No lo entiendes, no hay a qué adaptarse.

—Créeme que lo hay, ahora sólo confía en mí, voy a ser tus ojos.

—Que bellos ojos voy a tener... — suelto sin pensarlo, pero para cuando cierro la boca ya es tarde, lo he dicho.

—Tus ojos son hermosos.

—¿Puedes verme? — pregunto al sentir como las mejillas me arden.

—Perfectamente.

—Mierda, comencemos ya.

—Hey — susurra.

—¿Qué? — pregunto mirando hacia todas partes sin poder ver nada. Las manos de Luzbel toman mi cara, sus labios se unen a los míos y casi dejo de sentir el miedo de estar aquí, en tierra de nadie.

—Vamos — pide separándose de mí.

—¿En serio no hay ni un poco de luz aquí?

—Lo hay, mira para allá — dice, y estoy segura que está señalando algo.

—¿Para dónde, genio? — pregunto rodando los ojos.

—Allá — repone tomándome de la cabeza y moviéndola hacia un punto. Busco con la mirada algo, y logro ver una luz. Aunque de verdad está demasiado lejos como para apreciarla a simple vista.

—¿Eso qué es?

—A donde vamos.

Joder, tal vez no quería escuchar eso.

La luz está a kilómetros. Y cuando digo kilómetros hablo en serio, nos tomará días llegar.

—Llegaremos la semana que entra, está muy lejos — admito.

—Por supuesto que no, llegaremos pronto, no está tan lejos como se ve. Es la fase más fácil, vamos.

Luzbel me toma de la mano y me guía detrás de él, yo sólo espero no tropezarme con algo.

O alguien...

Un escalofrío me recorre la espalda entera al pensar en eso.

Llantos se oyen. El silencio de hace un momento se esfuma mientras escucho quejas de todo tipo. Llanto, rabia, agonía, una mezcla de todo lo que podrías sentir al sufrir.

Caminamos verdaderamente lento, no entiendo el porqué, pareciera que Luzbel tampoco logra ver por donde vamos.

Eso parece hasta que lo noto. Hemos llegado, las almas están aquí... cientos, miles de ellas.

Incluso yo podría jurar que se ven humanas, como si sólo estuviéramos en una sala de cine. Pero no es así, todos están muertos. Yo soy la única que sigue siendo humana aquí dentro.

—¿Por qué? — escucho un llanto junto a mí, luego alguien me toma del brazo. Y puedo jurar que si no fuera por la consciencia que tengo sobre parecer "de aquí", hubiera soltado un grito tan fuerte como para ser oída hasta mi casa.

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