Capíulo 30

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—Escúchame — pide Luzbel en cuando vamos llegando a casa —. Toma a Lux y pídele que te muestre en donde estoy. Vas a verlo todo, ¿bien?

—Sí — acepto con voz temblorosa —, lo haré...

—Regresaré pronto, pase lo que pase.

—Te irá bien — aseguro sonriéndole, en el fondo quisiera que no fuera así. Me oigo egoísta, odio sentirme de esa forma. Pero odiaría mi vida si Luzbel regresa con los suyos y no nos volvemos a ver jamás —. No tengas duda de eso, volverás a estar dónde perteneces.

—Será lo que esté mejor — repone a forma de darnos las mismas esperanzas a ambos.

—Bien...

Luzbel me besa entonces. Puedo sentir sus nervios, y estoy segura de que él siente los míos.

Estos serán los peores minutos de mi vida.

—Volveré pronto — promete a modo de despedida antes de correr unos pasos junto a su hermano.

El corazón está golpeándome el pecho horrible, comienzo a sudar frío y tengo un nudo en el estómago.

Hoy es el día.

El más temido de todos. El día que ni Luzbel ni yo quería que llegara, sin embargo aquí está y por adelantado.

No entiendo como es eso posible, ¿cómo pudo simplemente acelerarse el ciclo lunar? Faltaban dos semanas para luna llena, ¿y ahora llega solo así? Y lo peor del caso es que ni siquiera pudo aguantar a la noche.

Ambos ángeles desaparecen luego de cruzan palabras, Rafael se me ha quedado mirando un momento, y no he podido más que evadir su mirada. No podré verlo a los ojos nunca más.

—¿Ya viste eso, Lía? — pregunta alguien a mi espalda.

—¿Qué? — pregunto volteándome a mirar. Es la vecina de a un lado.

—La... luna...

—Ah, eso... es extraño, ¿verdad?

—Demasiado. Jamás había visto algo igual.

—Lo mejor será que entremos a nuestras casas y veamos las noticias, tal vez nos digan por qué es — obviamente sé por qué es, sin embargo no voy a decirle a mi vecina que la luna está así por el juicio de Luzbel.

—Por supuesto.

Le dedico una sonrisa y corro hacia adentro de mi casa. No puedo perder nada de tiempo, y ya he dejado pasar un minuto desde que se fueron.

Así como entro corro escaleras arriba, voy a meterme a mi habitación hasta que recuerdo que Lux no está en mi armario.

Me sigo hacia la habitación de huéspedes y derrapo frente al closet, jalo con violencia la puerta y observo la espada por un momento.

—Bien, Lux, es hora, tú y yo espiaremos de nuevo a tu dueño. Aunque esta vez con su permiso.

La tomo con delicadeza y la pongo sobre la cama. Quito la funda con cuidado y la acomodo sobre mí regazo.

—Muéstramelo — susurro —, muéstrame a Luzbel.

Cierro los ojos y respiro profundo mientras espero recibir respuesta.

Luego de un par de segundos, me dispongo a volver a hablar, ya sé que Lux es de las que resisten. Sin embargo esta vez me obedece, comienzo a ver algo, aunque sigue siendo muy borroso.

"—Bastante tarde, ¿no Luzbel? — la voz de Uriel penetra en mi cabeza, haciendo que un escalofrío me recorra desde la nunca por toda la espalda.

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