El tiempo parecía comerse los días. No hacer nada realmente aburría a Warden. Su depresión iba y venía provocando que entrara en un estado de confusión e ira hacia sí mismo. Trataba de no demostrarlo ya que lo último que quería es que los demás sintieran lástima de él, así como él lo hacía de sí mismo. Caminaba por los solitarios pasillos de la cárcel preguntándose si algún día sería feliz o al menos merecía serlo. Era cierto que había hecho cosas muy malas de las cuales no se arrepentía, así que no le sorprendería que al morir fuera torturado en el infierno por toda la eternidad. Lo más irónico es que prácticamente vivía en este.
Llegó a la oficina, sentándose detrás del escritorio para comenzar a trabajar. Firmaba hoja tras hoja, haciendo que el sonido del bolígrafo contra el papel fuera lo único que se escuchara en aquella vacía habitación. Mientras comenzaba de nuevo a preguntarse si lo mejor era conocer a esa persona que le alegraba su día o si lo mejor era terminar con esa pequeña "aventura" de una vez por todas y seguir viviendo su aburrida rutina. Golpeó el escritorio con molestia. ¡Era The Warden, maldita sea! No podía permitirse congeniar con otros.
Suspiró con pesadez, apoyando la barbilla en su mano. El único amigo que llegó a tener fue un muchacho pelinegro que solía vestir un peculiar traje verde. Aunque siempre se encontraba ocupado, así que hace mucho que no lo veía. Jared no podía considerarse como un amigo; había algo maligno en él que le impedía acercársele. Alice era una mujer demasiado refinada para ser amiga suya. Quizás el único que se preocupaba por su bienestar era Jailbot, a pesar de que no podía comprender el pesar de su soledad. Cada minuto que pasaba, su alma se volvía más y más pequeña hasta llegar a un punto de quiebre.
Dejó caer el bolígrafo junto con un par de lágrimas por sus mejillas. Cubrió sus ojos con las manos, desesperado por esconder la fibra más sensible de su ser. Estoy peor que una mujer, pensó avergonzado. A veces sólo quería comer en demasía o llorar mientras dormía. Tal vez por eso no tenía a nadie, era muy insoportable. Se limpió las lágrimas justo a tiempo, pues alguien tocó a la puerta.
- ¡Pase!
Aprobó la entrada. Jared entró en la oficina, desconcertando un poco al otro.
- Señor, necesito que firme unos papeles por mí.
- Claro, cabezón
El ofendido caminó hacia su jefe, quien no le dirigió la mirada al firmar los documentos.
- Eh, ¿se encuentra bien, señor?
- Estoy bien, ¿por qué no debería estarlo?
- Bueno, tiene los ojos rojos, como si hubiera estado llorando...
- Estoy drogado, Jared. Gracias por exhibirme!
- Warden, -empezó el regaño mirándolo como si éste fuera incrédulo o muy idiota- he estado demasiado tiempo aquí dentro como para saber identificar a alguien drogado. Además, a usted no le gustan ese tipo de cosas
- ¡Agh, bien, Jared! Tú ganas -dijo alzando los brazos, harto de la situación- ¿Y qué si estaba llorando?
- Pues me preocupa, usted siempre ha sido una persona muy alegre y despreocupada. -se sonroja- Así que, si algo lo deprime tanto es porque debe ser muy grave-
- No es nada de tu incumbencia -lo interrumpió- Ya basta, no tienes que hacer esto...
- ¿Hacer qué?
- Si necesitas algo, sólo dilo, no tienes que fingir que te preocupas por mi
El chaparro no pudo evitarlo, comenzó a reírse de lo anterior dicho. De verdad que el pelinegro podía llegar a ser muy despistado. Warden sólo lo miraba molesto, esperando a que se callara.
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In a certain way
FanfictionEl guardián, destrozado, echa a Stingray de su cárcel. Éste planea una forma de vengarse del otro, mientras reconstruye poco a poco su imperio. Warden comienza a recibir notas extrañas por las noches, preguntándose quién podría ser, y si realmente q...