-¿Tienes hambre? –Te pregunté. –Conozco un restaurante de ensaladas al final de la calle, hay una zona para sentarse donde podría hacerte un par de fotos.
Asentiste entusiasmada y puse la marcha atrás en la furgoneta para sacarla del aparcamiento.
-¡Espera! –Casi gritaste, provocando que diera un sobresanto.
-Dios, ¿qué? –Pregunté, frenando el coche.
-Necesito ropa diferente, no puedo llevar lo mismo encada foto. –Dijiste como si fuera algo obvio.
Sinceramente debería haber sabido eso, considerando que me quería dedicar a la fotografía durante el resto de mi vida.
-Es verdad. –Asentí. -¿Dónde está tu casa?
Minutos después ya estábamos aparcados frente a tu apartamento.
Me dijiste que esperara en el coche y que tú subirías a coger los conjuntos. Te dije que necesitaríamos unos cinco.
Y que trajeras un vestido y tacones.
Esperé un rato y entonces te vi bajar las escaleras con montones de tejidos multicolores en las manos.
Entraste al coche y lo tiraste todo al asiento trasero, para después respirar aliviada.
-¿Lo tienes todo?