Capítulo 29

31 9 2
                                    




-¡¿Qué está pasando aquí?!

-Nosotros... - trate de explicar.

-¡¿Ustedes están juntos?!

-Así es, amigo. – le contestó Damián.

-¡No me digas amigo! Dejaste de serlo cuando me ocultaste esto. – se indignó Lucas sobre exagerando esto. Damián Gregorio hizo un gesto con sus manos y cara sin entender su actitud.

-Yo... - trate de decir.

-¡Tú tampoco me hables! Estoy enojado contigo. ¡Con los dos!

Se giró dramáticamente para salir huyendo, cubriéndose los ojos con sus manos y llorar falsamente.

Algo preocupados por él, nos levantamos y salimos tras él. Como lo quiso Lucas desde que nos vio.

Al cruzar la puerta trasera, encontramos a mi amigo sentado en un banco mirando a la nada, pero a la vez esperando nuestra llegada.

-Lucas... Teníamos planeado decírtelo. – Pequeñas mentiras no hacen que el mundo explote.

-¿Saben? Yo sabía desde un principio que Damián gustaba de ti, Gabriela, pero me lo negó, y, aunque una pequeña parte de mí no quería hacerle caso, lo hice. Ahora véanme aquí, engañado por dos de los que consideraba mis mejores amigos. – Sintiendo un poco de lastima por hacer que fuera el ultimo de mis personas más cercanas, lo rodee por los hombros con mis brazos en un intento de abrazo consolador.

-Te lo compensaremos, lo prometemos. – Busque la mirada de Damián para ver si aceptaba lo dicho y aceptó a mi fortuna.

-¿Enserio? – la mirada de Lucas San Martin se convirtió de decepcionado a una de interés. Demasiado interés.

-Si.

-Esto me está gustando.


-¡Quiero un helado, ahora!

Nos detuvimos por tercera vez en el camino gracias a Lucas que, como prometimos, le estaríamos compensando ocultarle lo nuestro por mucho, mucho tiempo.,

Él no desiste.

-Es lo último por este día. – le sentenció Damián Gregorio.

-¿Después que me ocultaron, no sé cuánto tiempo, que ustedes tenían algo? – Lució una cara de indignación y falsa desilusión.

-Bien, compren los que quieran, los espero aquí. – nos dio un billete grande y nos adentramos al lugar.

Lucas San Martin mantenía una cara de niño pequeño que se encontraba en una gran y nueva juguetería mientras pedía infinitos sabores de helado hasta obtener una enorme montaña, digna de encuadrarse en una pared.

Yo solo pedí un helado sencillo de chocolate mientras que pagaba y salíamos del local.

A la salida del lugar, en la acera, Damián Gregorio se encontraba como aquella vez que lo encontré en la entrada de los baños de las cabañas.

Como fue de adivinar, si, tenía un cigarrillo entre sus dedos.

Con paso firme, y dispuesta a tratar, solo tratar de hacer algo, me acerque hasta ponerme frente a él.

-¿Te quieres morir? – Pregunte a la vez que daba una gran calada.

-...- trató de decir algo, pero como tenía humo dentro de su boca solo rio aventando todo rastro del humo por toda mi cara. Reaccione arrugando mi frente, nariz y cejas a lo que su risa aumentó.

Mis mil y un amoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora