Capítulo 44

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-Mi madre me llamó.

Fue lo primero que soltó Damián Gregorio al entrar en mi habitación, visitándome de sorpresa.

De inmediato me paré de mi lugar y le di un fuerte abrazo que me correspondió, ocultando su rostro en mi cuello. Al separarnos, le indiqué que tomara asiento. Sin rechistar lo hizo y me senté junto a él.

Sin mediar palabra, mi novio interpretó perfectamente mi silencio en continuar:

-Me pidió que la fuera a visitar.

-¿Quieres hacerlo? – Él asintió avergonzado. – Yo te acompañaré.

Al decir lo último, levantó la cabeza y me regaló su hermosa sonrisa de agradecimiento.

-Gracias. En verdad, gracias.

Nos quedamos un rato más en un completo, pero cómodo, silencio, hasta que se me ocurrió preguntar:

-¿Cuándo será todo eso?

-En tres horas.

-Pues debemos de ir a comprar algo. No debemos de llegar con las manos vacías.

-¿Qué sugieres?

-¡Hagamos un pastel! – Damián se me quedó viendo raro. – Tranquilo, yo hice junto a Otelo el pastel de cumpleaños de Tobías. Sé cómo hacer uno.

Bajamos a la cocina, rezando para que cada uno de los ingredientes estuviera en la alacena, y en su defecto la nevera, para no tener que salir al supermercado. Cuando conseguimos cada cosa que necesitaríamos, y prometiéndole a Damián que no envenenaría a nadie con esto, empezamos a ponernos en acción.

Al tener el pastel fuera del horno y haber dejado que enfriara un poco, lo decoramos y salimos en marcha a la casa de mi "suegra". No, no hicimos un gran desastre como la última vez que preparé un pastel, por si tenían la curiosidad. Damián era un maniático de la limpieza y el orden aunque a veces su habitación decía todo lo contrario, y sí controló cada movimiento que hacía.

Protegiendo el delicioso pastel, subimos al auto y emprendimos el corto pero tenso viaje a casa de la madre de Damián Gregorio.

Al paso de veinte minutos de trayecto, Damián aparcó fuera de una hermosa, pero pequeña casa pintada de amarillo y una gran cerca a su alrededor. Antes de najar, mi novio respiró hondo y se armó de valor para abrir la puerta del piloto y bajar con el postre en mano.

Cuando llegamos al porche, Damián levantó el puño para dar pequeños golpes a la puerta, pero no se atrevió. Viendo la situación, me atreví a hacerlo y en menos de cinco segundos teníamos a la mujer que le dio vida a Damián frente a nosotros.

La mujer a quien conocía por el nombre de Fiorella abrazó repentinamente a su hijo. El mismo chico del que no tuvo noticias por cuatro años.

Damián tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo, la abrazó igualmente y duraron así por alrededor de un minuto.

Cuando se separaron la mujer reparó en mí. Primero entrecerró sus ojos observándome, recordando en dónde me había visto, hasta que los abrió sorprendida e igual me abrazó:

-¡Pero si eres Gabriela Miller!

La mujer me apretaba entre sus brazos y cuando sentí que el aire me faltaba, me soltó.

-Sí, esa soy yo.

Después de eso nos invitó a pasar. Al entrar apreciamos la bonita decoración que estaba dentro de la casa, dando un estilo minimalista pero muy colorido.

Ella avanzaba por las habitaciones de la casa, quitando los juguetes que estorbaban al pasar, mientras que nosotros la seguíamos algo incomodos.

-¡Cuánto tiempo ha pasado! – alzó las manos cuando se detuvo al lado del comedor. Se dio cuenta que su hijo tenía un recipiente con algo dentro y preguntó curiosa. - ¿Pero que han traído?

-Es... es sólo...

-Hicimos un pastel. No quisimos llegar con las manos vacías. – Damián se lo tendió y ella lo aceptó agradecida.

-Así que Gabriela... - me miró cómplice. – Ustedes son algo, ¿No es así?- Asentimos sincronizados. - ¡Que maravilloso! Cuando estaban pequeños, soñaba con que esto pasara algún día.

Si, la mujer, al igual que todo el que me rodeaba sabían de mi corto amor por el que ahora es mi novio. Todos menos él hasta que le comenté.

Nos remediamos a reír y prosiguió:

-Ben está por llegar. Tomen asiento.

Los puños de Damián se cerraron con un gran apretón, tiñendo sus nudillos de rojo a blanco en cuestión de segundos. El chico sabía perfectamente que ese hombre había sido la pareja de su madre, la causa de la separación de los dos seres que le dieron la vida.

Nos encontrábamos en un incómodo silencio cuando escuchamos el llanto de un bebe y seguido a esto una pequeña niña corriendo hasta nosotros.

-¡Mamá, Ally está llorando! – Gritó y seguido a ello, Fiorella abandonó la habitación. Damián y yo nos veíamos sorprendidos por cómo la llamó la pequeña, que viéndola bien, tenía los mismo ojos que mi novio.

La pequeña niña, al vernos, su gesto cambió a uno curioso.

-¿Quiénes son ustedes? – preguntó, sonriendo tiernamente.

-Somos... - trató de responder Damián, pero se quedó mudo al ver nuevamente a su madre con a una bebe en sus brazos y un hombre mayor.

-Ellos son Damián y Gabriela, Ashia. ¿Recuerdas que te hablé de él? – la niña asintió. – Es tu hermano.

Ashia abrió la boca emocionada y se abalanzó a mi novio en un gran abrazo. Damián Gregorio se quedó pensando unos segundos y finalmente la abrazó igual.

-¿Y tú eres? – me preguntó la hermana de Damián curiosa sin soltar a su hermano.

-Soy Gabriela, vieja amiga y novia de Damián. – le tendí mi mano y ella la aceptó dando un fuerte tirón, tal como yo los daba.

Me encantó esta niña.

-Ella es Ally. – La madre de Damián tomó la diminuta mano de la bebe que sostenía e imitó un saludo. – Y él es Ben. – la sonrisa de la mujer se fue apagando un poco a poco y él hombre sonrió tímido.

Me asombró que mi chico se levantó cargando a Ashia y le estrechó la mano. Los dos adultos presentes igual se sorprendieron y les agradó lo que hizo.

-¿Y qué ha pasado en estos cuatro años?

-Llegamos de Austria hace tres años. Estoy en el equipo de futbol y fui campeón junto a otros estudiantes en un concurso de matemáticas a nivel nacional.

Fiorella sonrió orgullosa, y pensé entre mí que no debería de sentirse así, pues no supo nada de él los últimos cuatro años.

Cuando terminamos, la madre de Damián le pidió hablar a solas, mientras que yo, junto a Ashia que me insistió, salimos a jugar al jardín con la más pequeña.

-¿Desde cuanto conoces a mi hermano? – Apenas le conoce y ya es posesiva. Aun así, conteste:

-¿Desde que teníamos ocho años?

-¿Y cuantos tienes ahora?

-Diecisiete.

Se quedó pensando cuando dije los números, no recordaba que apenas tiene cuatro años. Ally se removió en mis brazos colocándose de mejor manera.

-Le caes bien.

Después de media hora de aprender más sobre mis "cuñadas", Damián salió y nos despedimos para regresar cada quien a su hogar.

-¿Está todo bien?

-Perfecto. ¿Sabes que te amo?

-Lo sé.

Y así, partimos a casa.

Mis mil y un amoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora