IV

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Capítulo 4

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Capítulo 4

Había estudiado toda la noche, leído y releído el guion, memorizado cada párrafo de la primera parte y aun así le temblaban ambas manos, junto con las piernas y el agitado corazón le avisaba que tenía que calmarse antes de que fuera demasiado tarde y terminará vomitando de puro nerviosismo, revuelto con miedo y ansiedad.

Respiró hondo tratando de apaciguar las dudas. Recordó la obra que protagonizo en secundaria el mismo día que decidió ser actriz. Volvió a verse de pie frente a un escenario que aplaudía con entusiasmo, por una fracción de su segundo evocó a su padre sosteniendo la vieja videograbadora mirándola con orgullo, con los ojos rasos de lágrimas. Y su madre... a ella la sacó de inmediato del cuadro, no quería recordarla.

— ¡Hey! —Exclamó Rodrigo haciéndole abrir de golpe los ojos al tiempo que daba un salto sobre el asiento del copiloto—. No te duermas güera ya casi llegamos.

Naomi lo miró de mala gana, había insistido en llevarla hasta la puerta como si fuera una pequeña frente a su primer día de escuela.

—No es necesario que me lleves hasta la puerta ¿sabes? —Dijo mirando la larga fila de tráfico de más de una cuadra—. Sé que odias manejar y puedo caminar...

Rodrigo la miró de reojo.

—Estas lloviendo...

—Está chispeando —corrigió la rubia deteniendo con una mano el enloquecedor movimiento en la pierna derecha de Rodrigo.

—Como sea, no quiero... espera —caviló clavándole sus verdes ojos y con gesto de conjetura agregó—, ¿cómo sabes que odio manejar?

Naomi inclinó un poco la cabeza a la derecha, como hacía siempre que no terminaba de entender algo.

—No lo sé... creo que lo recordé.

Rodrigo amplió su sonrisa haciendo que la rubia reflejara su gesto, algo se había encendido en su alma ¡estaba recordando! Se estaba recuperando y volvería a ser la mujer de antes.

—Creo que venir a la ciudad de verdad te está ayudando —sentenció Rodrigo girando el volante a la derecha solo para toparse frente al choque que había causado el embotellamiento—. ¡Diablos!

Un taxista discutía a grito abierto con un repartidor que tenía su moto debajo del vehículo hecha trizas. Sorprendentemente el chico estaba ileso, pero tal parecía que el taxista haría de todo para que ese estado cambiara pronto.

—Esto va para largo —dijo Rodrigo apagando el coche.

Naomi dejo caer su peso en respaldo, miró el reloj en su muñeca y abriendo la puerta anunció:

—Te veo en la noche...

—Güera, no sabes llegar...

—Si sé, además estoy a una cuadra no hay manera de que me pierda —dijo ya con una pierna afuera.

La última y nos vamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora