IX

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¿Es posible que la vida de Gael Montero se complicará demás estando cerca de Naomi Cantú?

¿Que el ser divino llamado Dios se divirtiera más de la cuenta viéndolo ser arrastrado al caos?

O, ¿que simplemente el drama formará parte de él, como una mala telenovela llena de horribles actuaciones?

Fuera como fuera ahora estaba dentro de una encrucijada de la que no podía huir. Patricia le había soltado una bomba explosiva, no sabía si era verdad, pero tampoco si mentía. Naomi no recordaba nada, no tenía forma alguna de enfrentarla y estaba bastante seguro que Bárbara moría antes de traicionar a su prima. Así que, después de su segunda mala noche en la Ciudad de México, se levantó con una firme decisión tomada.

Necesitaba, por salud mental y emocional, llegar al fondo.

Primero pensó en citarse con Paty y pedirle los detalles del suceso, dirección de la clínica, fecha exacta y nombre del supuesto contacto de información. Pero, no le tenía ni la más mínima confianza, así que optó por usar sus propios medios.

En punto de las seis de la mañana, el decidido cantante salió en dirección al hospital donde la rubia solía asistir a los chequeos rutinarios y a donde él mismo la había acompañado un par de veces. Con paso firme caminó hasta el departamento de ginecología, hizo llamar de urgencia al doctor Alonso Ramirez Ruiz, y espero pacientemente en la salita de espera hasta que el médico apareció. 

El hombre apenas si había cambiado durante tres años, llevaba una bata blanca que combinaba con la china y espesa cabellera, unas gafas demasiado gruesas y sonrisa afable. Tal y como Gael lo recordaba. Intercambió unas cuantas palabras con la enfermera de guardia y después de dirigirle una enigmática mirada llena de curiosidad, lo hizo pasar al consultorio.

—Buenos días, gracias por recibirme sin cita —dijo sentándose frente al escritorio ante una señal del doctor.

—Usted dirá joven, ¿en qué puedo ayudarle?

Gael miró el amplió consultorio, perfectamente limpio y ordenado. Todo estaba en su lugar y nada había cambiado desde que estuvo ahí. Carraspeó un poco, irguió la espalda y dijo:

—No sé si me recuerda...

—Gael Montero —cortó de inmediato el anciano con una sonrisa de diversión—, mi esposa no hace otra cosa que hablar de usted.

Gael asintió con una mueca de gratitud.

—Sí, pero he estado aquí antes con...

—Con Naomi. También lo recuerdo. —Los relucientes ojos brillaron de curiosidad—. Usted dígame, ¿en qué puedo ayudarlos?

La idea de Gael seguía firme, tenía un plan que pensaba seguir al pie de la letra.

—Sí, cómo sabrá Naomi y yo tenemos una larga relación...

—Creí que se habían distanciado, ¿no fue así?

—Lo fue, pero hoy en día seguimos juntos y más feliz que nunca —mintió sintiendo en el pecho una profunda añoranza—. El punto es que estamos pensando en... tener una familia.

El médico se irguió un poco, acomodo sus lentes y sin decir una palabra con una seña le indicó que continuará.

—Pero, como sabrá, estamos preocupados por lo del...

— ¿Lo del aborto? —completó con total calma después del silencio de Gael.

Su garganta se cerró por completo, deseaba que el hombre le dijera que no sabía de qué rayos hablaba y saliera de ahí liberado de toda duda. Pero no, y las preguntas solo seguían creciendo.

—Como se lo dije a Naomi en su momento, todo está bien y aunque fue un evento un tanto traumático, la última revisión de hace seis meses, confirmó que su cuerpo está listo para continuar. Aunque —comentó en modo reflexivo—, otra cosa es la mente, las ideas y recuerdos. Pero supongo que sí está usted aquí es porque todo va bien, ¿cierto?

Gael asintió con desgano. Era verdad, Naomi había tenido un aborto, ¿pero cuando?

—Claro, el tiempo y el amor lo curan todo. Después de todo ya han pasado, ¿cuánto?, ¿dos o tres años?

—Cerca de tres, si mi memoria no me falla —confirmó sin darse cuenta de la mueca de rabia—. Lamento mucho su perdida y las horribles circunstancias en las que se dio el aborto, pero, Naomi es una mujer fuerte y estoy seguro que si está usted aquí preocupado por su salud, será un gran esposo y padre.

Padre, sería un gran padre, ¿era verdad? No lo sabía, Naomi le había robado la oportunidad de la manera más egoísta. Podía sentir como la sangre le hervía con violencia y los ojos se rasgaban en lágrimas de ira, que afortunadamente el médico confundió con alegría.

—Así será, le agradezco su tiempo. Que siga teniendo buen día —dijo sacándose del saco unos cuantos de billetes que dejó sobre el escritorio. Sin decir otra palabra salió del asfixiante consultorio.

La respiración se veía seriamente comprometida junto a los alterados pensamientos, las manos le temblaban y al verse solo en el estacionamiento dejo salir la reprimida ira contra el coche azul que Sebastián le había conseguido un día antes. Lo pateo en medio de gritos como un niño en pleno berrinche, con los ojos ardientes y la cabeza adolorida por la fuerza que empleaba para no llorar.

Al fin se consiguió calmar y subió al magullado auto.

Una sola convicción se había apoderado de su ser. Llegaría al fondo de todo y si la rubia resultaba culpable la haría pagar todo el dolor que le había causado cuando lo dejo, cuando le escondió el embarazo y cuando decidió deshacerse de su hijo. Tardará lo que tardará, la verdad tendría que salir.










La última y nos vamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora