Calidez

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Zeldris se encontraba en la puerta del castillo con su usual mirada seria, alrededor de él había unos cuántos demonios de combate o guardias. Odiaba cuando algunos del clan hacían estupideces, desacreditando a los demonios. Observó con curiosidad la luna que se reflejaba en el gran portal que unía a ambos mundos, le recordaba a cuando vio por primera vez a aquella dama de una mirada tan tranquila ante la tempestad.

Daré a mi hija en forma de unión entre clanes. – Esas habían sido las palabras del Rey Vampiro, Izraf, quien señaló a una bella y delicada princesa. La luz de la luna contrastaba perfectamente con aquella vampiro, quien lo miró con una pequeña pero sincera sonrisa.

Nadie le había dedicado una mirada como la de ella, usualmente lo evitaban o desprendían miedo o repulsión. – Ella brillaba en ese asqueroso y frío reino… Al igual que aquí.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de su hermano. – ¿Todo listo?

– Sí, he dejado a cargo a Cusack. Tengo más confianza en él que en Chandler, espero que no te moleste. – Dijo Zeldris con cierta tranquilidad.

– No, está bien. Yo también creo que él es el más indicado. He visto su seriedad en su trabajo. – Comentó Meliodas acercándose a Zeldris, quien lo miraba con ligera sorpresa.

Zeldris sonrió con burla, girándose a Meliodas, quien poseía un ligero ceño fruncido. Y aunque para todos era igual ese gesto, su hermano identificó que estaba cansado. – ¿Primer día arruinado?

– Así es. Terminamos esto pronto. – Meliodas fue envuelto por obscuridad en sus dos brazos, tomando forma de alas. Al igual que su hermano, Zeldris comenzó hacer lo mismo. – Espero que King no haga tantos reclamos.

– Pues va a depender del daño de los insolentes. – Mencionó Zeldris, tranquilizando un poco al rubio pues como eran demonios de un nivel muy bajo, significaba un daño menor. – Antes del amanecer estaremos aquí.

– Bien. ¡Vámonos! – Dijo Meliodas tranquilo, ya había dejado de fruncir el ceño.

Ambos despegaron del suelo con tanta fuerza que los soldados retrocedieron un poco de sus altezas. Ambos miembros de la realeza podían crear unas alas en sus espaldas, pero era más efectivo y rápido de esta manera, en sus brazos. En cuestión de unas horas estarían en el bosque de las hadas.

Atravesando el portal, observaron un gran castillo en perfectas condiciones. Ese castillo era parte del mismo clan, pero esa usado para fiestas o reuniones con otros clanes. Meliodas pensó en Elizabeth, supongo que le preguntaría si le gustaría una fiesta para su compromiso y su futura boda.

– Espero que está sensación dure más… – Pensó Meliodas con melancolía y aunque su rostro no lo demostrara, Zeldris miró con cierta tristeza a su hermano, comprendiendo su sentir. – Zeldris…

– ¿Qué ocurre, hermano? – Preguntó al curioso Zeldris ante el llamado de Meliodas, él usualmente le decía directamente lo que pensaba.

– ¿Qué piensas de esa vampiro? – Zeldris se mordió la la legua para seguir manteniendo una mirada seria. Meliodas preguntaba porque sentía que ella les estaba mintiendo, pero no veía malas intenciones.

– Ella se ve que es manejable, carece de ganas de vivir… Y es muy hermosa… – Lo último lo dijo en voz baja pero Meliodas lo escuchó perfectamente.

Una sonrisa burlesca se asomó por los labios del rey Demonio, Zeldris podía sentir la mirada de su hermano. – Ja, es la primera vez que te escucho decir algo como eso. Parece que ya estás madurando.

– Callate. – Fue lo único que dijo Zeldris ante las carcajadas llenas de burla de Meliodas. Su risa era haría temblar a cualquier ser, pero para su hermano menor significaba pena.

No lo digasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora