Paseo

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Elizabeth sonrió tímidamente mientras caminaba al lado de Meliodas, ambos iban al estudio después de haber desayunado ellos dos solos. La chica de cabellos plateados se mantuvo a una distancia corta al demonio, se sentía en confianza.

Él es tan tranquilo… — Pensó Elizabeth con cierta comodidad, jamás pensó que estar junto a un chico, en este caso un demonio, le trajera tanta paz en su interior.

— ¿Pasa algo, Elizabeth? — Preguntó Meliodas con seriedad, cosa que avergonzó a la mencionada. —¿Te sientes mal?

— ¡No…! Lo que pasa es qué... — Elizabeth dudó en que decir. — Vamos, Elizabeth. Dile algo, no quieres que sepa que lo has estado viendo más de lo usual solo porque él es muy lindo con su ceño fruncido… ¡¿Pero qué estoy pensando?! — La humana sonrió algo nerviosa. — Me preguntaba dónde está Gelda. No la he visto desde ayer.

— La señorita Gelda está con Zeldris, ambos están revisando papeleo con respecto a los vampiros. — Comentó Meliodas con cierta gracia.

Elizabeth notó eso y se preguntaba que fue lo qué pasó para que Meliodas se dirigía a Gelda por su nombre más un “señorita” y no por “esa vampiro”. Al ver la confusión de la chica, el rubio dejó escapar una pequeña y suave risa.

— ¡¿Señor Meliodas?! — Exclamó Elizabeth avergonzada y cautivada por la simple pero, hasta el momento, única acción de alegría que había hecho el demonio.

— No es nada. — Fue lo único que dijo para proseguir con su destino. Las mejillas de Elizabeth se mantuvieron rojas por un largo tiempo.

Quien iba a pensar que una simple fiebre les haya traído tanta cercanía. Elizabeth notaba como Meliodas había sido más atento de lo usual pero no excediéndose y eso la alegraba. En cambio Meliodas pensaba en el entusiasmo de la humana.

— Me estado preguntando... ¿A dónde vamos, señor Meliodas? — Dijo Elizabeth algo avergonzada pues lo había estafo siguiendo sin haberle cuestionado.

— Te dije que saldríamos a pasear… Pero te desmayaste. – Elizabeth se tensó, pues entendía a lo que se refería pero no sabía como tomar dicha declaración. — Iremos con Gelda a preguntarle si es recomendable salir en estos momentos.

Elizabeth simplemente asintió mientras sonreía con emoción. Ella quería salir pero tampoco quería hacerlo preocupar. Ahora entendía un poco la cercanía de Meliodas con Gelda, pues posiblemente ella fue quien le ayudó a cuidarla.

— Supongo que ustedes se llevaron muy bien durante mi enfermedad. — Dijo en voz alta Elizabeth, quien tomó desprevenido a Meliodas. Él la miró pero rápidamente desvió su mirada ligeramente avergonzado. Al ver su actitud, Elizabeth se preguntaba qué había ocurrido ayer.

(I)

Gelda miraba con molestia los mensajes de sus semejantes. Eran unos idiotas. Si seguían hablando o comportándose de esa manera, causarían su propia muerte. Dejó la carta con el resto y observó a Zeldris, quien firmaba y leía con detenimiento unos pergaminos.

Suponiendo que era el cuarto donde el rey realizaba el papeleo, le pareció agradable que le tuviera confianza a su hermano menor de meter mano en los asuntos políticos. Gelda miró el gran escritorio a comparación del pequeño demonio.

— Gelda, puedes ver si esto está bien. — Habló serio, Zeldris miró con escepticismo el papel que traía en sus manos. — Quiero confirmar si lo que están pidiendo no es exagerado.

Él es muy lindo… — Pensó Gelda mientras se acercaba a él, pues él fruncio el ceño con confusión y eso le pareció tierno. La vampiro caminó hasta quedar detrás de él, quien estaba sentado en una silla.

No lo digasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora