El Gran Día

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Elizabeth sonrió con emoción al verse en el espejo de cuerpo completo, su vestido de novia era lo que una de pequeña había deseado. Como una niña, se balanceó para ver a su vestido moverse con elegancia. Gelda rió ante su alegría.

— ¡Es hermoso! — Murmuró con alegría. No pensó que las demonios pudieran hacer esa clase de trabajos tan detallados.

Su vestido era blanco con detalles de piedras en su cintura y de manga larga aunque de una tela transparente. Su maquillaje era suave pero notable, realzando sus ojos y labios. Sin duda, sus labios eran los más notorios por el color carmín.

— Está bien. Sé qué estás emocionada pero quédate quieta para que te pueda colocar el adorno. — Habló Gelda en un tono ligeramente juguetón mientras mostraba flores para su cabello suelto. Elizabeth simplemente se sonrojó avergonzada por su actitud infantil.

Gelda vestía un elegante y discreto vestido tinto, era simplemente ideal para ella. Elizabeth algo alegre tomó asiento en una silla frente al tocador y mientras colocaba el adorno en su amiga, cuando alguien tocó la puerta.

— ¿Quién será? — Dijo Elizabeth inconscientemente, se giró a ver a Gelda para ver si conocía al que tocaba pero su rostro serio le dio entender que no lo reconocía o que era malo. — ¿Es alguien que conoces?

— Son dos humanas. — Comentó Gelda con curiosidad mientras sentía sentimientos de emoción por parte de ellas. — Son muy jóvenes pero no tanto como tú, diría que son un par de años mayores que tú.

— ¿Dos... Humanas? — Susurró Elizabeth con una sonrisa eufórica, se levantó hacia la puerta para abrirla. — ¡Ustedes!

De la puerta, dos jóvenes saltaron a abrazar a Elizabeth, quien no dudó en corresponder el abrazo. Eran sus hermanas, Margaret y Verónica. La chica de cabellos plateados sintió como sus ojos comenzaba a picar, intentaba no derramar lágrimas pues no quería arruinar su maquillaje.

— ¡Elizabeth! — Exclamaron con las chicas con ternura y preocupación, su pequeña hermana se estaba por casar con alguien temible, al menos eso pensaban ellas. Elizabeth se sentía muy contenta de contar con sus presencias, las había extrañado demasiado.

Gelda sonrió al ver el encuentro familiar, por lo que tomó asiento en el marco de la ventana. Después del profundo abrazo, Margaret y Verónica admiraron a su hermanita.

— Te ves hermosa... — Murmuró Margaret acariciando su mejilla, haciendo sonrojar a Elizabeth ante su cumplido. Su rostro cambió a uno angustiado. — Lamentamos que tengas que casarte con alguien así. — Haciendo referencia a Meliodas.

— Sin tan solo hubiera una posibilidad de anular este... — Murmuró Verónica con molestia, solo para ser interrumpida por Elizabeth.

— Se equivocan. — Comentó Elizabeth sin duda con la mirada en el suelo. — No voy a negar que al principio estaba aterrada. No quería separarme de mi familia, viviendo con los demonios. Pero todo cambio cuando conocí a Meliodas, él me hizo sentir cómoda y segura, aun cuando hay peligro. Él me protege y yo le corresponderé, ¡porque es la persona con la quiero pasar el resto de mi vida! — Exclamó Elizabeth con firmeza mientras les regalaba la sonrisa más tierna que habían visto.

Verónica no supo que decir ante las palabras de su hermana, en cambio Margaret sonreía mientras lágrimas de alegría brotaban por sus ojos. Elizabeth había encontrado el amor. Gelda sentía la calidez brotar de su amiga, sintiendo una sentimiento nostálgico... Algo que por un momento la abrumó.

Gelda caminaba con cuidado por el bosque porque era lo máximo que podía salir. Si llegará a cruzar el bosque por completo, su padre la castigaría cruelmente. Debido a la tensión de los clanes, ella podía salir un rato y volver sin que nadie se diera cuenta. Todo el mundo estaba preocupado por lo que sería una guerra entre razas.

No lo digasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora