Gelda sentía con molestia una suave sacudida en su hombro, ella solo quería dormir. El movimiento comenzó a hacerse más brusco hasta que la vampiro tomó al causante con su mano y gruñó molesta.
— ¡Estoy durmiendo! ¡¿Qué no ves?! — Exclamó Gelda con pereza, para darse cuenta de su situación. Ella no estaba en su castillo y había revelado exasperación, tembló ante la idea de ser castiga y levantó su mirada con pena. — ¡¡Lo siento mucho, su majestad!!
Zeldris la miró con cierta empatía, él tendía a ponerse de malhumor cuando era molestado en sus horas de descanso. Sonrió al ver un sonrojo en la cara pálida de la vampiro, era muy notorio. Gelda se sentó en la cama con cierta curiosidad.
— ¿Por qué estoy aquí? ¡¿Me quedé dormida?! ¿Por qué Zeldris está frente a mí? — Pensó Gelda con vergüenza y lo único que le vino a la mente era Elizabeth, después de todo, ella fue la última que vio antes de caer dormida.
Zeldris, quien se había perdido en su rostro llena de emociones de sorpresa y confusión, recordó la razón de por qué estaba aquí. Sin pensarlo dos veces, la levantó y salió con ella en sus brazos. Gelda soltó un chillido ante la repentina acción y pudo sentir como una de sus zapatillas se caía, pues la otra no la tenía.
Antes de que ella preguntara por lo que estaba pasando, Zeldris le comentó. — La princesa Elizabeth ha caído desmayada, no sabemos por qué pero tenemos la idea de que podría ser fiebre o algo similar.
— ¡Oh, eso es malo…! No quiero sonar grosera, ¿pero qué hago yo en la situación? – Comentó Gelda con un intento de verse relajada, pues la cercanía y la posición en la que estaba con respecto a Zeldris no le ayudaba.
— No tenemos doctores para humanos y los curanderos de aquí no saben tratar con este tipo de situaciones. Tú eres lo más cercano a un humano. — Comentó serio, haciendo que Gelda se quedara callada. Era verdad que ella sabía sobre humanos debido a su naturaleza similar a uno, pero no tenía idea porque los demonios estaban tan inquietos ante una fiebre. – Ya hemos llegado.
Ambos se adentraron al cuarto, donde visualizó a tres sirvientes nerviosos, a Elizabeth acostada en la cama y completamente roja mientras respiraba agitadamente. Meliodas se encontraba a su lado, sentado en el borde la cama y sosteniendo su mano con preocupación. Gelda jamás pensó en ver así al gran rey demonio.
Todos se percataron de las presencias de Zeldris y Gelda, quien se sintió algo intimidada. Meliodas soltó la mano de su prometida y se acercó a la vampiro con una mirada seria. Gelda, ya de pie, tembló ante la frialdad del cuarto y del rostro de Meliodas. No pensó que cambiaría tanto en tan solo un día de conocido.
— ¡Haz algo! — Ordenó Meliodas con molestia, dándole entender a Gelda que estaba preocupado por Elizabeth. La vampiro pensó en lo mucho que debería estar sufriendo, no su amiga sino el rey demonio. Zeldris se volteó para no mirar a su hermano, debía pensar en que decirle para que se tranquilizara… No quería hacer “eso” frente a la vampiro.
Meliodas tomó de sorpresa el brazo de Gelda, quien se sobresaltó ante su acción. Podía sentir sus emociones vibrar sobre ella: impotencia, molestia, tristeza, cansancio y, sobretodo, miedo. A la vampiro le dio curiosidad por esa clase de emociones, no llevaban mucho para que él se pusiera así.
— ¡Te he ordenado! ¡Maldición, haz algo! — Exclamó Meliodas, apretando el brazo de la chica, quien pujó ante el estrujamiento de su músculo.
— Cuando entres a ese reino, tú estarás muerta. — Las palabras de su padre resonaron en su mente, cuán equivocado estaba. Ella ya había estado muerta desde que tenía uso de razón... Pero no Elizabeth, ella era una luz en la oscuridad.
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No lo digas
FanfictionEn un mundo donde los demonios habían ganado la guerra hace 3000 años, queda liderado por el actual Rey Demonio, Meliodas. Elizabeth es una simple princesa con quien se compromete con este ser, no todo es lo que parece. - Pero por favor... No lo di...