Elizabeth miraba sin palabras a la joven de alas, quien se limitaba a verla mientras sonreía tristemente. La reina demonio tomó asiento en el pasto y cerró sus ojos al sentir una ráfaga de viento, meciendo sus largos cabellos largos. Había fallado en su misión de cuidar sus palabras pero ¡¿por qué esa frase era la que estaba maldita?!
— Me imagino que te estarás preguntando tantas cosas. — Afirmó la diosa con una amarga sonrisa. — Perdóname, este es mi pecado y todas ustedes han estado sufriendo por ello.
— ¿A qué te refieres...? — Murmuró Elizabeth con desconcierto pero apretó sus manos, ella lo había supuesto hace mucho tiempo, aun así ella había caído. — Yo no quiero despertar hasta que me cuentes todo. ¡¿Entendido?!
La diosa la miró con compresión, aun cuando lo último era orden, también sonaba a una súplica. Tomó asiento junto a la humana y miró el difuso paisaje. Con un tono resignado, Liza dijo — Para empezar, yo amé a Meliodas y sigo haciéndolo... Ese fue mi pecado. Amar al enemigo y causar la muerte de mi clan.
— ¿El clan de las Diosas...? — Murmuró Elizabeth con duda, la diosa asintió con tristeza. Recordar a su clan le recordaba sus errores. — Mis sueños eran memorias, tus memorias...
— Así es, y sería más correcto decir nuestras memorias. Retomando la plática inicial, yo me negué a seguir con la guerra, de hecho buscaba convencer a mi madre para que se buscara la paz. — La Elizabeth diosa rió amargamente. — Que ingenua fui.
— Se negó... — Murmuró Elizabeth al intuir que eso sucedió. — Entonces... ¿Cómo fue que ocurrió lo de tu maldición?
— Para acabar con el ejército de demonios, mi madre me dio un arma sagrada creada con su magia. Era tan poderosa que era capaz de eliminar cualquier cosa, la única cosa que debías cumplir es que debías odiar aquello que deseabas acabar. Ella quedó débil por esa dichosa arma. — La diosa suspiró con cansancio. — Justo en ese tiempo, conocí a Meliodas. Pasamos tiempo juntos y nos enamoramos.
— ¿Tu madre los descubrió? — Preguntó Elizabeth con curiosidad pero manteniendo seriedad, no quería verse muy entrometida.
— Sí, pero no fue de esa manera. — Elizabeth miró con confusión a su antecesora. — Oculté el arma y me le enfrenté. Si no lo hacía, Meliodas traicionaría a su clan y eso causaría un caos... No podría soportar verlo sufrir por mi culpa. — La diosa se levantó y el viento movía sus alas y cabellos con ritmo. — El día de la gran batalla entre demonios y diosas, le dije que está guerra era una excusa para ver quién era mejor. No por el bien de nadie. Ella se enojó tanto, que me atacó sin consideración.
— ¡¿Ella te atacó?! — Exclamó Elizabeth sorprendida mientras miraba a la diosa asentir. — ¡¿Qué clase de madre heriría a su propio hija?!
La diosa derramaba lágrimas con dolor, Elizabeth la observó con tristeza. — La mía... Después de eso, con mi cuerpo moribundo...
Elizabeth sentía las miradas sobre ella, su clan, sus amigos y compañeros la miraban con sorpresa, unos con odio y otros con lástima. La Diosa Suprema cargaba con el cuerpo de lo que una vez fue su hija. En el campo de batalla, dos facciones se encontraban frente a frente. Sin importancia alguna, la jefa del clan de las diosas lanzó su hija lejos hacia dirección del clan Demonio.
— ¡Los maldigo! Ustedes corrompieron a mi hija, la dañaron. Ahora, tuve que hacerle ver lo que pasa cuando se enfrentan a mí... Cuando se desvían del camino. — Habló la Diosa Suprema, siendo escuchada con admiración y un poco de miedo por los de su clan y molestado a los Demonio. — Ella es un ejemplo de quien se interpone en mi camino, lo pagara caro. No importa si es mi sangre la que se opone.
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No lo digas
FanfictionEn un mundo donde los demonios habían ganado la guerra hace 3000 años, queda liderado por el actual Rey Demonio, Meliodas. Elizabeth es una simple princesa con quien se compromete con este ser, no todo es lo que parece. - Pero por favor... No lo di...