07.Confesiones

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—Últimamente sales todas las noches, ¿Se puede saber a donde? — cuestionó Marcos encendiendo la lámpara, al notar entrar a su novia de cuclillas en la habitación, quien se sobresaltó al oír su voz.

Luna tragó saliva, sin embargo, tomó valor y formó una sonrisa. Ponerse nerviosa y tartamudear solo iría a dar entender la mentira que estaba por decir.

— Percance de último minuto — habló quitándose el abrigo y colgándolo en el perchero — Asi que...¿Tenias una sorpresa? — agregó.

— No me cambies de tema.

— ¿Estas desconfiando de mí? Por favor, Marcos, no conozco a nadie aquí ¿Con quien podría estar?

— No es eso, amor — dijo, poniéndose de pie y sujetando el rostro de la muchacha entre sus manos — solo que me preocupas, ni siquiera dices a donde irás y llegas a estas horas.

— Lo sé, perdón. — se disculpó, inclinándose para darle un casto beso en los labios.

Marcos la miró y sonrió, por mucho que se esmeraba en poner seriedad al asunto, esa mujer siempre terminaba derritiéndolo con cualquier simple gesto que hacía. Era algo ilógico visto desde cualquier ángulo, a excepción del suyo.

Esa noche, o al menos lo que quedaba de esta, se la pasaron riendo y besándose, platicando de cualquier tontería que se les pasase por la mente para continuar con la conversación. La dichosa sorpresa resultó ser un collar más bañado en plata pero, por mas que su novio se lo pidió, Luna se rehusó a quitarse el que yacía puesto, el collar con un dije de cruz que era de Matteo.

— ¿Tan importante es para ti? — le preguntó mientras acariciaba suavemente el rostro de ella.

— Lo es — afirmó, fingiendo una sonrisa y cerrando los ojos para luego caer en un acogedor sueño.

Y como casi todas las noches, volvió a soñar con Matteo, o más bien, recordó lo bien que se había sentido volver a tenerlo en sus brazos. No había cambiado en nada, ni siquiera la forma de vestir o en el peinado, seguía igual de atractivo que siempre.

Al igual que sus otros amigos, seguían siendo amables pero con esa pizca de superioridad y soberbia, aún asi, y con los pequeños defectos, creía que aún eran esa familia que ella consideraba. A excepción de Ámbar, claro, dicen que toda familia tiene su oveja negra, y quizá, en la suya, ella era esa oveja. No conocía con exactitud porque la rubia le tenía tanta cólera, después de todo, no le había hecho nada, o al menos eso pensaba.

***

No podía quitar la tonta sonrisa del rostro por nada. Ni siquiera cuando la mujer de cincuenta años se quejó porque según decía, las nuevas llantas no eran de marca. Ese día nadie arruinaría la felicidad que tenía, y mucho menos una vieja amargada como ella.

La había vuelto a ver, había estado a escasos centímetros de sus labios y eso para él ya era merecedor. Enamorarse era lo que menos esperaba, solía decir que el amor es una completa mierda, pero como dijo alguien alguna vez, comenzó a jugar con fuego, y terminó quemándose a mitad del incendio.

Sin embargo, había algo, o alguien que obstruía su cercanía, y era el tal Marcos ese, el hombre trabajador y honorable como su tonto currículum lo calificaba. ¿Por qué siembre debía haber alguien de por medio? Comenzó a comparar su vida y sentimientos con esas aburridas novelas que tanto detestaba, definitivamente oír los estúpidos comentarios de Gastón lo estaban afectando.

— ¿La verás hoy en la noche? — habló el mismo sentado en una de las sillas, a su lado.

— ¿No tienes trabajo? — preguntó en respuesta.

Love Warning® | Lutteo | CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora