Abre la puerta y la observo por varios minutos, ella también lo hace y luego de acomodar su vestido camina como si nada a uno de los lavamanos.
—¿Qué está haciendo aquí? Es el baño de mujeres.
—Intenté esperarte afuera. —Digo mientras la observo acomodar su cabello.
—Debió seguir esperando, puede entrar alguien...
—Habría seguido esperando, si no fuera porque cada mujer que salía se quejaba del olor a cigarro.
Aprieta sus labios y yo trato de no sonreír, la he atrapado señorita O'Connor.
—Pudo tratarse de otra mujer...
—Eres la única que no acata las reglas —digo interrumpiéndola. Ella hace el bendito gesto de humedecer sus labios y suspiro.
—Bueno —gira y me encara—, lo que haga o deje de hacer fuera del bufete, como ya le he dicho antes, no es de su incumbencia. Permiso...
—Me dijiste que eran amigos. —Se detiene en seco cuando la interrumpo de nuevo, dejando a un lado su molesta frase de hacer lo que quiera fuera del bufete, me acerco despacio sin abandonar sus ojos—. Me dijiste que tú y el sapo de tu inquilino eran solo amigos.
—No lo llame de esa manera, y sí, le dije que somos amigos...
—¿Lo son? —insisto molesto y acercándome más a ella—. ¿Con esas muestras de afecto en público? Incluyendo repetitivos besos en la frente y ¿Esas risas coquetas que le das?
—Señor Novikov... —Susurra pero la ignoro y no retrocedo.
—Ni hablar del uso diminutivo de tu nombre. Eso no parece ser de amigos, señorita Andrea.
—Lo es —dice sin titubear—. ¿Por qué me observa tanto? —me reta.
—Tú también lo haces.
—No es cierto.
—Claro que sí —respondo acercándome más a ella—. Cuando me viste con mi acompañante arrugaste el ceño.
—Eso es porque me he juntado tanto con usted que me ha pegado eso de juntar el ceño. —Aprieto mis labios en una linea firme para evitar sonreír. No se queda callada nunca y eso me encanta. La observo por varios segundos más, teniendo cada vez más ganas de besar su boca, ella parece darse cuenta—. Puede entrar alguien...
—No me importa.
La tomo por debajo de los brazos y la siento en el mesón junto a los lavamanos. Ella se sorprende por mi movimiento y sin más le tomo ambas mejillas, acercándola por completo a mi rostro, sin importarme una mierda si alguien entra. Joder, que su olor me vuelve loco y estar así junto a ella lo único que hace es aumentar mis ganas de besarla.
No sé por qué hago esto.
No sé qué tiene ella que me atrae como un jodido imán.—No... —Susurra al notarnos tan cerca.
—¿No? —pregunto imitando su tono de voz—. ¿No qué?
—No es correcto...
—¿Sabes qué no es correcto? —la interrumpo aun susurrando—. Que vengas a esta importante obra de beneficencia, en un museo importante, con gente importante y te encierres en un baño a joderte los pulmones con un cigarro. Eso no es correcto.
Suspira ante mis palabras pero sigo sin soltarla.
—¿Vive pendiente del qué dirán de los demás?
—Hay que cuidar las apariencias.
ESTÁS LEYENDO
David Novikov, El Jefe
RomantizmConmigo solo deben recordar tres simples reglas: Ser puntual. Nunca interrumpirme. No hacer preguntas personales. Admito que puedo llegar a ser un controlador impulsivo. Eso de los sentimientos ya no entra en mi vocabulario, te distrae, te compromet...