Si perdemos la luna, nacerá el sol #11

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Tras avanzar por los caminos en zig zag, Diego intentaba encontrar algún callejón para ponerse a salvo con su chica y el bebé en camino, no quería que nada le pasase ni menos por capricho de una niña rica.

—¡Por aquí, Silver!

El caballo corría a toda velocidad, intentando distraer la atención de Lisbeth que yacía asomada por una ventanilla del carruaje intentando apuntar a las patas del caballo para hacerle caer. Apretó el gatillo y la bala rozó entre las patas de Silver Bullet que perdió la calma y se detuvo por unos momentos, mientras Diego intentaba que no se desbocara, jalando de las riendas sin bocado.

—¡Tranquilo amigo!

El caballo continuó su ritmo, pero una segunda bala le alcanzó el muslo, provocando que se cayera en tierra y Diego cayera de espaldas protegiendo entre sus brazos a Daiya quién estaba enfurecida por el daño que le habían hecho a Silver que estaba tendido en el suelo, sangrando de su pata izquierda trasera.
—¡Silver! ¡No! — Cogió un trapo y trató de presionar la herida con todas sus fuerzas. El carruaje se detuvo al cabo de unos minutos y la chica rubia hizo su aparición, notando ahora la presencia de Daiya y aquello la enfureció mucho más.

— Con que eso me ocultabas, Brando. Prefieres a una perra pordiosera en vez de a mí, que soy tan codiciable por todos ¿o no? Pero a mí no se me traiciona, así que vas a pagar bala a bala las lágrimas que derramé por tí, inútil.— Mientras alistaba un par de balas, Daiya se levantó, con sus ojos brillando en ira.
— ¡Maldita! ¡cómo te atreves! — Su cuerpo cambió a su forma felina y saltó sobre el carruaje a atacar al conductor con agresividad, mordiéndole un brazo  del cual brotaba sangre a borbotones, malherido, pero otro disparo le había hecho caer en pleno vuelo con las garras extendidas cuando se disponía a atacar a la rubia. Diego observó todo eso con horror, y alzó las manos en señal de rendición.

— No hagas nada, reconozco mi error, me iré contigo...— Se acercó a ella lentamente, y los ojos de Brando se rasgaron, además de sus mandíbulas y su cuerpo se vió fundido en forma de ráptor. En ello, Lisbeth le apuntó con horror en la cabeza pero Diego le clavó sus hileras de afilados colmillos en el brazo que sostenía la escopeta, arrancándole un grito desgarrador a la chica la cual deseaba quitárselo de encima, pero se desmayó en el acto. Mientras Diego volvía a su humanidad, la cargó y la dejó dentro del carruaje a puerta cerrada mientras tomaba el lugar del conductor pero antes desaflojó la unión entre el caballo y el carruaje, tomando el mando de las riendas al dirigirse a toda velocidad a un camino sin acabar por una quebrada.

— Por haber herido a los seres que más amo en este mundo, vas a pagar. ¡Hya!—Se acercó a todo galope al borde del camino cerrado y de un salto abandonó el lugar. El caballo del carruaje frenó justo en el filo del acantilado y viró a su izquierda, mientras el afloje de la unión hacía su trabajo, liberándolo por completo y haciendo que el carruaje cayera por muchos metros abajo con la chica inconsciente en su interior.

— ... Descansa en paz, Lisbeth.— Y fue tras el caballo desbocado en forma de ráptor deteniéndole por detrás. Luego le calmó con unas palmadas en el cuello.

— Tranquilo amigo, estarás bien. — Y se montó sobre el corcel, regresando a su lugar con Daiya y Silver que estaban siendo atendidos por un médico de la ciudad.

— ¡Daiya! — Frenó al caballo y desató los tirantes mientras se bajaba a revisar el estado de ambos. Daiya yacía vendada en su brazo y hombro mientras que Silver ya estaba cocido del agujero que le había quedado en su muslo izquierdo.

—Gracias señores...por la hospitalidad. — Una patrulla de caballos vino en dirección a ellos con el señor Smooth esposado y resguardado detrás, detenido por hacer carreras ilegales y hurto de dinero al estado además del asesinato de la madre de Lisbeth.

—Maldito Brando. Me las pagarás.

Diego desensilló a su amigo y puso las cosas al caballo del carruaje, mientras la ensillaba, se dió cuenta de que era una yegua pero se mantuvo en silencio. Cargó a Daiya y la montó en ella, asegurándola bien.

— Ahora nos vamos a casa...¿no?...—De pronto se había acordado de algo muy importante.— Doctor, ¿usted de casualidad no conoce a un buen oftalmólogo por aquí? no somos de esta ciudad y estoy dispuesto a pagar lo que cueste la operación para ella.— Señaló a Daiya que estaba algo dormida por el sedante otorgado, pero su embarazo estaba bien.

— Claro que sí, trabaja conmigo, el costo es de veinticinco millones de dólares y si quiere le agendo una cita con él para el próximo mes. —
— Me encantaría, por favor, se lo agradecería mucho. Le doy la dirección de donde vinimos.—

Tras hablar con el doctor, Diego se despidió de un buen apretón de manos y se dirigió a casa con Silver, su amada Daiya y el caballo nuevo, aunque el equino herido cojeaba de una pata, no se detuvo en el largo camino que les quedaba por recorrer. Durante el resto de la noche y al amanecer, siguieron caminando a paso lento, hasta que el campo apareció ante los ojos de Diego y Daiya que despertaba poco a poco, arrepintiéndose de la pesadilla que había vivido horas antes, pensó que moriría pero había valido la pena, al fin estaban juntos y el peligro ya había pasado para ellos. Al llegar a la cabaña, Diego bajó a Daiya entre sus brazos con cuidado y desensilló a la yegua.

— Amigo, cumplí mi promesa ¿no? Aquí tienes a tu novia. — Silver tan sólo movió las orejas y se echó en la hierba para descansar del largo trayecto, mientras la yegua pastaba a su lado con tranquilidad, había encontrado un nuevo hogar.

En los meses que transcurrieron, la mansión Smooth quedó al mando del criado Peter y su familia la cual ayudaba monetariamente, e hizo la mansión libre para todo público durante el día, para que visitaran sus instalaciones. Mientras tanto, Daiya había sido operada ya de la vista, con mucho detalle por el oftalmólogo recomendado por el doctor que atendió su herida y la de Silver en esos momentos preocupantes que tan sólo yacían dormidos en su memoria.

El caballo ya había sanado aunque no volvería a correr más a toda velocidad tal como antes, pero agradecía estar vivo, además se entretenía paseando con su compañera Iris por los campos y bosques de la residencia Higashikata.
— ¿Diego?. . .— Murmuró Daiya apenas despertar de la anestesia, pero no pudo ver nada, tenía sus ojos vendados y debían ser retirados en otro mes más de espera, los que pasaría con Diego a su lado y mientras su pancita tomaba forma y crecía y crecía conforme el tiempo pasaba.

—... Nunca te voy a dejar sola, Daiya...— Dijo él, tomando su mano y besando su frente haciéndole saber que estaba ahí cuidándola, mientras su vista continuaba apagada en proceso de cicatrización en la ciudad.

—¿Cuánto más estaremos aquí entonces, mi amor?— Preguntó ella, mientras intentaba guardar la calma y no desesperarse al no ver nada, pero sus manos podían sentir su pancita y el cálido tacto de su amado novio.

— Cuando te quiten las vendas, hablaré contigo...— Le susurró Diego. — Te traeré el desayuno...—
Y así pasaron los días, llenos de paz, poco a poco y lentamente, le cuidaba todos los días hasta cuando Daiya hubiese sanado de su vista por completo. Mientras tanto el dueño de casa Silver custodiaba los alrededores de la cabaña por si algún intruso se acercaba.

Continuará.

La dama y el Ráptor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora