¿Hacia dónde llegaremos? #10

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Diego, tras terminar el recorrido por el extenso jardín simplemente había quedado maravillado, pero no tan fascinado como el campo en el que solía pasar las horas con la mujer que amaba, ver el sol salir por las colinas, los rayos de luz atravesando las copas de los frondosos árboles hasta reflejarse en la ventana con cortinas a medio abrir mientras ella estaba a su lado, tan sólo en ese jardín habían flores que habían sido minuciosamente manipuladas para que no siguieran su curso natural, sino que se quedarían petrificadas en donde se encontraban, y si se marchitaban, eran cortadas y su destino era el basurero.

—¿Te ha gustado el jardín, Diego?—Lisbeth caminaba bien apegada al costado del chico como si se fuera a perder junto a él entre los matorrales.

— Por supuesto, es muy hermoso.— Respondió sólo por complacerla, mientras en su mente aún daba vueltas por esos planes para escapar esa noche, no debía fallar. Aquel criado le serviría de mucho para escapar de esa mansión y correr a los brazos de Daiya la cual se encontraba a menos de medio camino aún.

#Silver & Daiya#
Con los labios congelados, Daiya seguía su camino a lomos de Silver que caminaba, aspirando caliente por la nariz en cada paso que sus cascos daban en el concreto que unía a las villas cercanas a la ciudad.

—Que el sol se ponga ayuda un poco... ya vamos a llegar, si no paramos en toda la noche, Silver...— Palmeó el cuello del animal para expresarle su gratitud por la hazaña que estaba haciendo. En el camino, de vez en cuando hombres le miraban y le invitaban a beber alguna copa pero ella hacía oídos sordos, o si eran muy insistentes, Silver daba coces y se iba al galope con tal de que no tocaran a la chica que llevaba a sus espaldas a reencontrarse con su amado que ya no estaba demasiado lejos de verlo.

— Ojalá se encuentre bien y no llegue demasiado tarde. — A veces paraba cinco minutos para ir al baño o darle de comer algo al equino, alguna manzana o zanahoria para el resto del camino que les quedaba para llegar a la mansión de los Smooth.

#9.30 PM Mansión Smooth#

La luna había salido en la oscura noche y Diego miraba por la ventana de la habitación en la que se hospedaba de forma impaciente, ya era hora de poner en marcha su plan. Trató de abrir la ventana pero estaba sellada por fuera y sólo le quedaba la puerta por lo cual, arreglando un morral, salió por ella sigilosamente y miró a todos lados. Para su suerte se encontraba el sirviente que le había, bueno, casi ayudado.

— Hey— Le llamó en un cuchicheo que duramente fue captado.— ¡Hey! — Volvió a repetir el rubio en un susurro lo suficientemente audible. El chico se acercó a él con confianza, no había nadie en los alrededores.

— Veamos, ya me da igual que pueda trabajar aquí o no la verdad...—Dijo el criado con aires de tristeza— Ni tampoco quiero que me lleves contigo, así que te ayudaré, ya estoy harto de los malos tratos en esta familia. Puedes salir por la cocina, hay una puerta pequeña a un lado del horno, saliendo por una pequeña cortina que da hacia un costado del jardín, deberás remover algunos bloques por la valla vieja y salir a gatas pero ten cuidado con la cámara de seguridad, es fija, trata de pasar por debajo de ella y mueve los bloques al lado izquierdo. Ese camino lo dejaron unos maestros al poner la cámara de seguridad en un lugar estratégico y poner la cañería de regadío. Suerte.

—Muchas gracias amigo, te debo un favor demasiado grande.—Le dió la mano y se dirigió de inmediato a la cocina en donde se encontraba Lisbeth aún levantada.

—¡Qué haces aquí aún!
— Vine a buscar algo de agua... es todo.— Dejó su morral tras una encimera y sonrió.— Ya me iré a dormir pronto, me suele dar mucha sed por las noches, ya sabes, estoy emocionado por la boda.—
— Como digas cariño.—Con recelo le miraba hasta que se fue al hall, subió las escaleras y desapareció de la vista de Diego, aliviándole. Tomó su morral y se fue al lado del horno en donde tocó la pared e ingresó a gatas por ella, hasta salir por el otro extremo tal como le había dicho el chico. Tomó los bloques y los fue dejando uno a uno a su lado izquierdo hasta dejar un buen hueco por donde podía pasar.

—Casi... ya estoy libre...— Se arrastraba cada vez más afuera y se quedó sentado, cansado por la tensión que pasó y descansó un poco ya estando fuera de esa asquerosa residencia.— Mierda... debo moverme pronto de aquí...—Sin embargo, él no sabía en dónde se encontraba ni la ciudad la conocía, si debía preguntar para llegar luego a El verdel estaría dispuesto a hacerlo.
— Voy a verte, Daiya...—

#Silver & Daiya #

Cerca de las dos de la mañana, ya estaban en plena ciudad y los cascos de Silver eran los únicos que resonaban además de la música de los bares. Sinceramente aún tenía miedo de andar sola, y la ciudad la odiaba más que a nada pero siguió adelante por amor. Fuera estaba un señor ebrio siendo reprendido por un guardia de un bar y se acercó a preguntar.

—Disculpe ¿Sabe dónde se encuentra la casa de los Smooth?...no soy de aquí y me urge pasar allí.—

—¿Ah? La casa de esos ricachones está más al norte, casi llegando a las colinas, y ten cuidado, son más malos que los demonios.— Respondió el guardia con el borracho apretujado entre sus brazos mientras éste forcejeaba diciendo improperios.

—Gracias.— Silver se dió al galope, debía llegar a toda costa antes de que algo peor pudiese pasar. Lo podía oler y estaba seguro de que ya no se encontraba lejos.
— Silver... calma... ¡No corras! —Pero sus palabras solamente se las llevaba el viento. El caballo con toda la velocidad tal como si fuera una carrera, se dirigió hacia aquella casa sin perder ningún segundo más.

Mientras tanto, cuando ya divisó la casa a unas buenas millas, a lo lejos vió a un hombre cargando un morral. Los ojos de Daiya no podían verlo pero Silver se emocionó soltando un relincho. El hombre levantó la cabeza y dejó caer el morral corriendo hacia el animal, había oído el característico relincho de su amigo.

—¡Detente Silver por favor! — Dijo Daiya aterrada pero al oír una voz que le removió todos los sentidos, quiso bajar de una vez.  Cuando el caballar se detuvo, el chico se acercó y palmeó su quijada.

—Silver... ¡Hola amigo! No sabes cuánto te extrañé..— Mientras abrazaba por el cuello a su amigo, fijó su mirada en una hermosa chica encapuchada.
—¿Daiya?... ¡Daiya mi amor!— Sin duda, aquella noche sería la más alegre de su vida. Cargó a la chica entre sus brazos, ella no podía creerlo y sin esperar más, dando vueltas entre los brazos de su amado, se besaron.

— Diego... pensé que te arrebatarían... de mí...—Ella le abrazaba con todas sus fuerzas al igual que él, pero Silver metió el hocico entre ambos y acarició con el morro el vientre de Daiya.

—¿Qué pasa?. . .— Preguntó ella al animal y Diego posó su mano en el vientre de ella.

— Daiya...¿No estarás?. . .—La chica le miró, realmente sonrojada y negó justo antes de que le viniesen ganas de vomitar.

— Agh...

—¡Daiya qué feliz me haces! — Volvió a abrazarla, alzarla y besarla, mientras ella tan sólo derramaba lágrimas de felicidad, al fin podían irse a casa juntos, los cuatro. Diego subió a su amada a Silver y le agarró del cabezal para llevarlos de vuelta a casa, pero unos sonidos de ruedas de carruaje se acercaban cada vez más a ellos. En aquel momento el corazón de Diego se detuvo, así que se subió sobre Silver y le hizo galopar a toda velocidad por los adoquines del camino intentando ocultarse en algún lugar, pero el carruaje ya le seguía los pasos.

—¡Mierda es Lisbeth!

Daiya no entendía que pasaba, tan solo dirigió su vista hacia atrás no consiguiendo distinguir qué era lo que les perseguía.

—¿Lis...beth?...


En el carruaje, un cartucho cayó entre los pies de la celosa y enfurecida chica, mientras sostenía una escopeta entre sus manos.
— Me las vas a pagar, Diego, nadie se burla de Lisbeth Smooth Kerry. ¡Imbécil!

Continuará.

La dama y el Ráptor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora