Lo haré por tí 8#

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#DERBY#


Segunda parte.

Acabados de descansar, Diego se mantenía muy alejado de los demás y siempre pendiente por si alguien se atrevía a adelantar o comenzar antes. Cuando los quince minutos se habían agotado, se subió de forma rauda sobre su caballo el cual se hizo al galope de forma inmediata apenas al segundo de terminar el último minuto del cuarto de hora.
—¡Corre Silver! ¡Tenemos que ganar esta! Pero mantente galopando así, recuerda el plan amigo.— Fue lo único que Diego dijo, debía cerrar la boca o sufriría algún accidente con su lengua. Todos los competidores trataban de remontarle el paso pero él no lo permitía, mientras corría manteniendo el balance entre esfuerzo y velocidad, Diego observaba sólo con el rabillo de su ojo a sus oponentes cercanos. El competidor número ocho sinceramente se había enzañado con él y estaba dispuesto a arrebatarle el puesto al rubio, tanto por el dinero como por la mano de la hija del patrocinador, claramente él lo sabía, había oído aquello de los guardias. Sin embargo, Diego iba bajando la velocidad de forma progresiva y su contrincante lo sobrepasó por mucho, seguido del competidor número tres y el uno burlándose de él, pero el número cinco mantenía la calma, debía reservar la fuerza de su amigo hasta la siguiente y segunda parada.
Diego hasta se dió el tiempo de acariciar y rascar el cuello de Silver que corría a su galope normal cubriendo todos los metros posibles para mantenerse en medio, tampoco era conveniente dejar pasar a todos o sería un problema muy grande. Diego no podía perder, el corazón acelerado lo sentía en su pecho mientras competía por alcanzar el primer lugar, pero no por ahora, sino que mantendría plena calma hasta el final del circuito.

Lisbeth y su padre ya habían casi llegado a la meta para esperar al ganador, y ella se veía bastante y caprichosamente preocupada por el dinosario que aún no asomaba por sus narices.
—¡Si no gana igual quiero quedarme con él! ¡Papáaa! —
— Tranquila Lis, hija, primero debemos respetar las reglas de esta carrera.
— ¡Pero yo exijo no elegir al que gane en caso de que ese chico no llegue a la meta! Cambia el lugar, no lo sé ¡Sino le digo a mamá que me andas buscando esposo en este basurero!
—Ugh, está bien, está bien. — El don no tenía escapatoria alguna.

Tres horas habían pasado ya desde el segundo circuito y Diego se aproximaba al punto de descanso en donde ya habían competidores detenidos. El sol quemaba demasiado y Diego sólo se preocupó de su amigo y no por él porque sólo bebió algo y cogió una cubeta de agua bañando a su amigo para aliviarle el calor.
—¡Oye! ¡Eso no está permitido!
— ¿Y qué? ¡Él es un ser vivo como tú! pobre caballo el tuyo que tiene que cargar a un dueño tan egoísta.
Un puño fue a parar directo al rostro de Diego, seguido de otro pero éste lo atajó por la muñeca.
— No me hagas enojar, bastardo ¿Hay necesidad de tanta violencia? El agua no la pagas tú.
El competidor número tres debió separarlos de inmediato para salvarles el pellejo si no querían ser penalizados por desorden en competición. Diego sólo se apartó hacia su caballo mientras el otro quedó airado hacia él pero después le dió igual.
—¿Cómo estás amigo?. . .—Palmeó su quijada y se aseguró que comiera todo lo posible en nueve minutos, había perdido cinco al llegar y uno al pelear. — Bebe toda el agua posible, ahora nos queda la última parte, debemos llegar al primer lugar, por Daiya, espero que no esté tan preocupada por nosotros...
Decía Diego con las esperanzas en lo alto, mientras bebía un poco más de agua y revisó las pezuñas del equino, quitándole un poco de tierra con una rama para alivianarle el paso. Silver agradecía aquello moviendo su cola. Cuando el tiempo se acabó, el rubio saltó a la montura e hizo galopar a su amigo dejando la cubeta y el heno atrás. El sol se alzaba en lo alto, sofocando a la mayoría de los competidores y algunos caballos cansados cedían a no seguir ya corriendo, siendo castigados por sus dueños, algo que le hirvió la sangre a Diego de ira al notar cómo maltrataban a tan fieles y nobles animales, pero tampoco podía detenerse y defender.
— Mierda . . .¡No puedo permitir eso!— Cuando iba a dar la vuelta, un competidor se aproximaba detrás del caballo cansado y el jinete descendió, deteniendo la mano que sostenía el palo que dañaba al cansado animal, era uno de los supervisores de la carrera de forma camuflada y lo infraccionó por desorden, y a otros más, mientras ataba de manos a los abusadores, intentó levantar a los animales por el cabezal y se los llevó atado a su caballo con su respectivo dueño sobre los equinos cansados.

La dama y el Ráptor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora