La dama y el Ráptor.

El día en el que el destino nos unió #12

Sin duda aquellos días fueron los más apacibles para ellos dos, mientras Daiya continuaba con sus párpados vendados, Diego vino a por ella para darle sus cuidados correspondientes, ya faltaba menos de una semana para el retiro de esas vendas que pronto le darían la solución a su enfermedad ocular.
—Tengo que cambiarte esas vendas, veamos.— Dejó la cajita con piedras de río que se venía comiendo, para proceder a cambiarle el vendaje.
—No puedo esperar más para verte, ya es demasiado tiempo que sólo veo negro, no sé cuándo es de día o de noche, no sé lo que estoy comiendo más que solo el olfato, es realmente frustrante, quiero verte una vez más...—Aquellas palabras encogían el corazón del muchacho que estaba ya con las vendas viejas quitadas entre sus manos, luego de cambiar de apósitos, procedió a fijarle las vendas limpias.

— Lo sé, Daiya, pero no será un tiempo tan extenso como para que no puedas ver a nuestro bebé, te lo aseguro, tu barriga sigue siendo poco abultada, pero le siento.—El chico puso una última grapa en la unión de los vendajes y le recostó. — Ya está listo, te traeré algo de comer si lo deseas.

—Está bien, gracias.
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Los días uno a uno volaban, hasta que llegó el día más esperado para ambos, mientras Daiya esperaba ansiosa la visita del doctor, Diego se encontraba preparándole el almuerzo pero debió dejarlo a medio camino al oír golpes en la puerta la cual fue a abrir de inmediato.
— Doctor, le esperábamos, ¿viene a quitarle las vendas a Daiya verdad

—Así es, señor Brando, veamos qué tal ha evolucionado la señorita Higashikata.— Dicho esto, ambos se dirigieron al cuarto, el doctor se presentó y dejó el maletín para sacar las tijeras que utilizaría para remover el vendaje. — Siéntese por favor y Diego, hazme el favor de cerrar las cortinas, las ventanas y sólo prender la lamparita de luz tenue, necesito total oscuridad, la posible, para que la vista de ella no se dañe. — Daiya se sentó tal como escuchó, estaba nerviosa, ¿su vista seguiría igual de oscura o podría ver todos los colores otra vez?. Diego acató a todas las órdenes, hasta dejar el cuarto tal como si fuera de noche, a la hora de dormir, entonces, poco a poco las vendas fueron cayendo hasta que los párpados de la chica fueron descubiertos, pero aún cerrados, tenía miedo de cómo su mirada fuese a reaccionar.
—Ahora abre tus ojos, lentamente.— Dijo el doctor, examinando cada reacción. Daiya abrió sus ojos despacio, mientras la luz oscura tomaba posesión de ellos al abrirlos, la imagen difuminada seguía latente en ellos, tan sólo lograba ver unos rayos débiles que la lámpara dibujaba en el ambiente.

—No puedo ver mucho...—Dijo con pena, pero el doctor sólo rió, todo había salido perfecto.

—Claro que no podrás, tu vista recién se está adecuando a la luz y tendrás que seguir un tratamiento de gotas oftalmológicas, puede que en tres horas ya tus pupilas dejen de dilatar a la presencia de luz, así que sé paciente, tranquila. — Explicó él con experiencia, Daiya sabía que estaba frente al mejor doctor de la ciudad.

—Está bien, como diga. —Diego se acercó a ella y tomó sus manos, y Daiya giró su cabeza hacia él mientras tenía sus párpados entrecerrados.— Diego...cariño mío...—Se alegró cuando pudo tocarle, pero el doctor debió interrumpir el momento para decirle a Diego la receta y los pasos a seguir para el cuidado de la vista de la mujer.

El chico fue aplicando unas gotas a los ojos de Daiya cada media hora, mientras ella dejaba sus ojos cerrados como si dormitara, hasta que la hora tercera se acercó, y ella abrió los ojos una vez más para recibir el tratamiento. Las cosas a su alrededor estaban dejando de ser tan difusas como antes, y procesó mejor la luz, logrando distinguir las cosas comunes tales como las cortinas, ventanas y el rostro de Diego que la miraba con sorpresa.