"EL NIÑO NO CAYO DEL CIELO"

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Me encontraba en el timón dirigiendo el barco según las indicaciones del mapa, la noche había caído junto con el sereno, una densa neblina cubría el panorama, solo por las lámparas del barco podía distinguir con ojos entre cerrados el camino.

Todos mis hombres dormían plácidamente en sus lugares, un bostezo escapo de mi boca que con pereza salía, mi espalda era la que se estaba llevando la peor parte, di unos golpecitos para espantar el dolor, sin embargo mi espíritu era terco y no me permitía descansar. Una sombra caminaba con cuidado en mi dirección posicionándose a mi lado, sonreí al saber de quien se trataba.

–Ya deberías haberte ido a dormir– hablo Gogo con la voz un poco amarga por el sueño.

–No podría hacerlo aunque quisiera, estamos tan cerca y con tiempo que no puedo creerlo– le devolví una sonrisa emocionado. Hasta hace poco me preocupaba por encontrar a mi hermano y aunque eso siguiera muy presente, la meta estaba cerca y con tiempo de sobra que una alegría me invadió. –Estamos a dos días y no me pienso detener–

–Si ese es el caso, permíteme relevarte– negué su petición.

–Tú descansa oficial, lo necesitas, ayer tú hiciste la ronda. Ve a descansar Gogo– La tome por la cintura con un brazo, ella poso sus manos en mi pecho plantando un beso en mi mejilla.

–No voy a dejarlo capitán– dijo ella con una dulce determinación.

–Oficial, si alguien sale, la vera con ese horrible y gran camisón de mujer– dijo Miguel algo irritado

Gogo y yo nos separamos algo sorprendidos y volteamos a ver al morocho quien veía la escena, Gogo se sonrojo y yo rodee los ojos, se me había olvidado que el chico estaba acompañándome a la ronda, mi primera le dirigió una mirada avergonzada y molesta, no era la primera vez que Miguel insultaba de esa manera a Gogo, siempre apuntando en lo poco femenina que era.

– ¿Qué hace el renacuajo aquí? – gruño molesta.

–Soy del capitán y voy a donde él vaya– Miguel la enfrento parándose del barril de donde estaba.

–Mira niño, no me importa que Hiro te haya perdonado, pero recuerda tu lugar, sigues siendo un esclavo– La cara de la mitad coreana era una poesía.

–Pero soy del capitán, él es mi dueño así que no te importe lo que haga– sonrió con "inocencia" molestándola. Una pequeña vena salía de mi frente, siempre tenía que ser lo mismo con esos dos.

Aun recordaba cuando fue la primera vez que Miguel le dio frente a Gogo, todos miraban la escena divertidos, pues una cosa era meterse con el capitán y otra con la primera oficial, todos creían que el apocalipsis estaba cerca cuando estos dos empezaron a discutir, pero eso les dio la oportunidad a los marinos de hacer nuevamente sus apuestas, pues con su servidor el moreno ya no se metía.

El cambio de Miguel podría decirse que radica desde nuestra conversación de aquella vez. Cuando volví con el vaso de agua al camarote Miguel ya se encontraba durmiendo en la silla, recargado en la mesa, lo cual agradecí pues el ambiente se estaba poniendo algo tenso para mí.

Ninguno de los dos quería dar su brazo a torcer, sus miradas eran matadoras, clavados en la contraria, conocía muy bien a Gogo y sabía que ella era regia, mientras Miguel tenía una terquedad incontrolable. Carraspee un poco la garganta tratando de llamar su atención.

–Creo que ya debería retirarme, es muy tarde y mañana hay labores por la mañana– dije con propósito terminar con eso

Ambos despegaron la mirada de mala gana, volví a bostezar con cansancio rascándome la cabeza, pronto terminaría durmiéndome en el suelo, así que despedí a Gogo y mande a Miguel con los suyos. Consciente o inconscientemente me iba quejando del dolor de espalda, cuando estaba a punto de entrar a dormir el moreno se me acerco posando una mano en mi brazo, me dirigía una agradable sonrisa.

Naufragio De TempestadesWhere stories live. Discover now