Capitulo 8

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Capítulo 8

Lo que realmente pasó, iba más allá que el vago recuerdo que relató Aaron. No era un asesino serial quien había aniquilado a los cuidadores de los pequeños niños, sino que fue el progenitor de ellos, Lucifer.
Lucifer se había enamorado de la madre, pero era imposible tenerla, ya que el corazón de ella palpitaba y la sangre tibia fluía por sus venas; en cambio, Lucifer no poseía pulso, ni siquiera una gota de sangre recorría su esvelto cuerpo. Por estas razones y más, ambos no podían conciliar el amor entre odio que se tenían, sin embargo, Lucifer no iba a dejarla ir tan fácilmente…
En una fría noche de invierno, los hermanos Demwitch se encontraban reposando en su cuarto tranquilamente, mientras sus padres estaban hablando en el suyo. Aaron le estaba contando un cuento a Lilith, que quizás era el mismo cuento que le relataba todas las noches, pero lo hacía con el cariño y ternura más grande hacia ella, por ser su pequeña bebita.
Todo iba bien hasta que en un momento se escucharon fuertes golpes, gritos desgarradores y llantos de agonía. De un segundo al otro la casa sufrió un completo apagón, seguido por una caótica tormenta que emergió de la nada y sin aviso, gotas frías de agua azotaron las ventanas, resonaron truenos estruendosamente y relámpagos destellaban detrás de las espesas nubes que cubrían el cielo nocturno.
Aarón y Lilith se encontraban completamente asustados ante aquella situación, no sabían qué hacer en el momento, el miedo se apoderaba de sus tenues cuerpos, dejándolos paralizados, mirando por la ventana aquella tempestad externa, hasta que Aarón se armó de valor, dejó a su pequeña hermanita en su cama y fue a revisar el motivo de aquellos gritos desgarradores que provenían del cuarto de sus padres.
El pequeño salió del cuarto que compartía con su hermana Lilith y al abrir la puerta notó que el pasillo que lo llevaba al cuarto de sus padres estaba completamente a oscuras, lo cual hizo que Aaron tuviese aún más miedo del que ya acosaba a su mente. Mientras iba caminando por aquel lúgubre pasillo, vio en las paredes algo extraño... Eran marcas de garras que arañaban los costados del infinito túnel que atravesaba Aaron, que teñía las paredes de un color rojizo, lo que parecía ser sangre y acompañado de eso, se respiraba un leve olor putrefacto; no obstante, Aaron siguió caminando, mientras que aún escuchaba aquellos gritos provenientes de la habitación de sus padres.
Al llegar a la puerta de la habitación, se dio cuenta que dentro de ella, el olor era mucho más putrefacto que el anterior, como si hubiese una trinchera de cadáveres en el interior de la habitación, mezclado con el aroma de la sangre fresca y tibia, recién arrebatada de los cuerpos inculpados.
Cuando intentó abrir la puerta del lugar, nota que estaba trabada y caliente, por sobre todo la manilla. Hizo el esfuerzo para abrirla, pero no lo lograba, hasta que pudo hacerlo en un momento con una fuerza que no era normal en un niño de su edad, cosa que lógicamente le había heredado su progenitor desde antes que Aaron naciera.
Al abrir la puerta, vio restos de un cuerpo inerte y demasiada sangre, que pertenecía a su padre. Aarón todo aterrado y con los ojos llenos de lágrimas, miró hacia donde se encontraba su madre gritando de tanto dolor, pero observó que ella no estaba sola… Había alguien o algo que la sostenía del cuello con fuerza desde lo oscuro de su cuarto, que le impedía la respiración e inhibía los gritos que daba de agonía.
De aquella oscuridad, salió una figura de un hombre de alta estatura, tenía unos ojos azul oscuro que llamaron demasiado la atención de Aarón, dejándolo casi hipnotizado, poseía cabello de reflejos de color oro y piel tan blanca que lograba iluminar un poco aquella habitación, en su espalda, cargaba unas alas largas y espesas de un color negro penetrante, que hacía sentir que te ibas a ahogar en ellas.
Aarón aterrado y petrificado, vio que su madre lo intentaba mirar fijamente, aunque se viera la muerte penetrar en sus ojos; notó que le decía casi sin habla que fuera por su hermana. En ese momento, Lucifer arrancó la cabeza de la que era madre de sus hijos con sus propias manos, dejando caer su cuerpo al suelo como si fuese un objeto inservible. El pobre niño se quedó paralizado mirando a Lucifer a los ojos nocturnos, que lentamente lo hipnotizaban para que se largara de la habitación y olvidara el suceso ocurrido, pero no logró hacerlo por completo, porque Aaron logró evadir un poco la hipnosis y Lucifer solo consiguió borrar la imagen de su madre siendo asesinada, pero el resto quedó en su retina.
Lucifer se volteó y solo le sonrió piadosamente a su pequeño hijo, luego se desvaneció en una nube de humo negra sin dejar rastro alguno de a donde había ido. Aarón aún aturdido y sin entender lo que acababa de pasar, salió corriendo de aquel cuarto, que ahora era el lugar de una horrible escena del crimen. Aaron corrió por aquel pasillo infinito en sangre, entró en la habitación que compartía con su hermana Lilith y agarró los primeros zapatos que encontró, tomó a Lilith y le puso los zapatos, para sujetarla entre sus brazos y salir corriendo de aquella casa.
Aaron corrió y corrió sin mirar hacia atrás, sin siquiera detenerse a pensar en lo que había pasado, sin poder asimilar una sola parte de aquello que habían visto sus ojos. Corrió casi un kilómetro con su hermanita en brazos bajo aquella tormenta, hasta que a lo lejos logró ver una pequeña parada de bus, que se alcanzaba a observar que estaba un poco iluminada. Caminó hasta allí y se sentó, revisó como se encontraba su hermanita que seguía despierta y tomó su temperatura, la cual estaba un poco baja, por el intenso frío y humedad de esa noche.
El pequeño pensó un momento en qué hacer, sin poder olvidar el suceso que había pasado hace unos segundos, minutos o incluso horas. Pensó hacia donde ir, si ir a la policía, seguir escapando o buscar ayuda, pero no tenía nada cerca y menos a esa hora, aparte, ¿quién le iba a creer a un niño de cinco años?
Aaron aún estaba asustado sin saber qué hacer, las lágrimas cristalinas recorrían su rostro de porcelana cargado de inocencia y temor, mientras que pensaba a dónde ir o a quién acudir. Estuvo así unos segundos y recordó que la casa de su tío Frank no estaba muy lejos de allí, tal vez a un kilómetro más de distancia yendo por el sendero del bosque de donde se encontraba Aaron con su hermanita.
Una vez determinada la decisión, tomó un poco de aire, se secó las lágrimas y caminó hasta la casa de tío Frank con Lilith tomada de su mano. Cruzaron por entre los enormes árboles que los cubrían un poco de la lluvia, cuidaban de no enredarse en las espinas que allí habían y estaban atentos a los sonidos de los animales nocturnos.
Pasado unos minutos de caminata, Aaron logró visualizar no muy lejos una enorme casa de dos pisos, hecha de madera, con unas altas rejas negras de fierro, que salvaguardaban el camino de tierra para llegar a la enorme casona, que era de su tío Frank. Ambos pasaron por entre las rejas y lograron llegar a la entrada. Aarón golpeó con las pocas fuerzas que le quedaban aquella puerta enorme, de firme madera nativa con cerrojo de hierro y detalles en bronce, hasta que se sintieron los pasos por las escaleras de tío Frank, que corría hacia la puerta sorprendido por los inminentes golpes.
Tío Frank finalmente abre la enorme puerta para ver quien irrumpía su calma a esas horas y al darse cuenta que quienes llamaban en busca de auxilio eran sus indefensos sobrinos, toma a Aarón con su brazo derecho y a Lilith con el izquierdo, para hacerlos entrar y dejarlos cerca de la chimenea fabricada por él mismo con oscuras piedras, recolectadas en el bosque hace años.
Con las primeras mantas que agarró, abrigó las almas inocentes que estaban acurrucadas al lado de las candentes brasas y dejó que recuperaran el aliento y la temperatura, mientras que se dirigía a la cocina a preparar algo tibio y llamaba a la casa de los padres de Aarón y Lilith, para pedir una explicación de lo que pasaba, pero sus padres no contestaron y fue cuanto tío Frank le preguntó al pequeño Aaron qué era lo que sucedía. Tras su respuesta, tío Frank se comunica con las autoridades para acusar el crimen sucedido y avisar que él cuidaría a los pequeños desde ese día hasta el último que tuviera de vida.

Los Demonios También Pueden EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora