Capítulo 5

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Capítulo 5

Los hermanos estaban ya instalados en el auto rumbo a casa, había un silencio sepulcral en ambos y una especie de tensión rondaba dentro del auto, por suerte la casa quedaba sólo a unos cuantos kilómetros del cementerio.
El clima estaba muy frío, estaba próximo a llover por la humedad que se sentía en el aire. Había un manto de blanca y espesa neblina que recorría la carretera dificultando un poco la visión de Aaron para conducir. A un costado se veían las siluetas de grandes y curvos árboles con la mayor parte de las hojas caídas por el frío viento del otoño, que se las llevaba volando a algún otro cielo cercano. Por el otro costado se veía un amplio valle que tomaba vida cada amanecer al abrirse sus coloridas y variadas flores, pero ahora sólo se veía el tono oscuro de sus tallos dando paso a que se luciera la hermosa noche con sus propias flores blancas y brillantes que florecían cada vez después del crepúsculo.
Aaron iba intentando concentrarse en el camino, ya que la neblina era peligrosa a esas horas, pero se le pasaban demasiados recuerdos y momentos por la mente de todas las cacerías que vivió en diversos periodos; también le daban vuelta las muchas veces que le mintió a Lilith sobre hacia donde se dirigía si ella lo sorprendía saliendo a media noche y lo irresponsable que hubiera sido si a él le hubiese pasado algo en una de las tantas salidas nocturnas.
Disimuladamente se subió un poco su manga derecha y vio en su antebrazo una de las cicatrices que le había quedado de uno de sus tantos encuentros con los demonios. La realidad de esa cicatriz, es que pasaba de su antebrazo hasta su tonificado bíceps, fue tan profunda, que se tuvo quemar la zona con una de sus espadas para poder cauterizar la herida, detener el sangrado y evitar una infección.
No era la única cicatriz profunda que tenía, por supuesto que no. Había otra que se trazaba desde la parte posterior del cuello hasta su espalda baja, era un triple zarpazo que rasgó a lo largo de sus definidas escápulas. Tenía una última de este tipo que surcaba desde una de sus costillas derechas hasta su oblicuo izquierdo. La línea pasó sin piedad sobre los elevados abdominales de Aaron, pero no le dificulta tenerla, ya que ha pasado buen tiempo desde que ocurrió. Extrañamente, las que un siguen con un color más vivo son unas pequeñas en su antebrazo izquierdo, de forma peculiar, pero no les prestaba atención.
- Bien... Tú puedes Aaron, es sólo tu hermana... ¡A la que le mentiste todos estos años!, ¡que idiota!. ¿Cómo pudiste hacer eso?, agh... Sigo sin saber como decirle...-.
Aaron intentaba darse ánimos para contarle la verdad a Lilith, pero no podía. Se sentía irresponsable, culpable y mentiroso, aunque lo que haya hecho fue en realidad para protegerla y sin mentirle, no podía sentirse tranquilo con él mismo por su instinto de protección y de ser el mejor ejemplo para su pequeña hermana, que por su lado también escondía unos cuantos secretos.
Unos grandes ojos de mirada tierna se asomaban por una de las ventanas del auto. Por supuesto era Lilith, que iba contemplando el paisaje nocturno a la vez que iba pensando en cómo empezar la conversación con su hermano sobre lo recientemente ocurrido.
Lilith sonreía al recordar todos sus hechizos fallidos, pociones mal hechas y resultados desastrosos que alguna vez dejó por algún lado.
El recuerdo que más le hacía gracia entre todos los que pasaron por su mente, fue cuando por primera vez intentó encender la chimenea con magia.
Lilith estaba casi congelada con el frío que hacía esa tarde. Estaba sola, porque Aaron había ido a comprar al centro de la ciudad unos víveres para la casa y decidió ir él para que su hermanita se quedara cómoda, descansando y para que estuviera tranquila en casa, sin provocar desastres... O eso es lo que él creía.
El resultado de esa tarde, fue que en vez de encender la chimenea, se encendió parte del suelo, ya que Lilith al tener sus manos heladas, no tuvo la mejor puntería y en vez de darle a la madera que acomodó en la chimenea previamente al encanto, le dio a la madera del piso, que de inmediato comenzó a humear y chisporrotear.
Reía al recordar su desesperación de intentar apagarlo con un paño y que sólo resultara peor de lo que ya estaba, porque luego se encendió el paño y ya eran dos cosas por apagar. Tuvo la suerte de que las llamas no eran muy altas y bastó con vaciar el agua de un florero que estaba en la mesa de centro para apagarlas y darle fin al mini infierno que había creado.
Desde esa tarde que hay una bonita alfombra en el piso, pero no como decoración, sino que para tapar las marcas negras que quedaron por ese intento fallido de magia experimental.
Lilith volviendo a su seriedad, siguió pensando en cómo hablarle a Aaron, que iba con una expresión seria mientras conducía. Tenía sus azules ojos fijados en la carretera, llevaba los contorneados labios fruncidos en vez de sonrientes como suele ser estando con su hermana y las cejas iban curvas haciendo sombra a sus ojos, dándole el toque de molesto, pero sólo iba pensando e iba molesto con él, nadie más.
Su hermana no logró animarlo, iba demasiado concentrada en sus pensamientos, pero ya podría animarlo luego de conversar, porque el tema no daba para más plazo.
-A ver... No es nada complicado el tema a abordar, no es nada del otro mundo... Bueno, sí un poquito, pero no es para tanto... O bueno, tal vez sí...-.
Lilith intentaba tomarse las cosas con naturalidad para que al iniciar la conversación, no gobernara el ambiente de tensión, presión o disgusto, hasta de incomodidad y que pasase a ser algo más cálido, de liberación y confianza entre ellos, ya que era un tema un tanto delicado y lleno de detalles por ambas partes.
El viaje se pasó entre pensamientos, silencio y la neblina de la carretera, pero ni una palabra de parte de ninguno.
Aaron cambió su expresión al ver que las rejas de la casa estaban sólo a unos metros del auto y su rostro pasó de una expresión de molestia y enojo a una de temor, desconfianza y nerviosismo. No quería bajar del auto, pero se dio ánimos y cambió su expresión antes de que lo notará Lilith para que no le generara una preocupación. La de ahora era una expresión ya más calmada, aún de nerviosismo, pero no tanto como al principio.
Lilith por su parte, iba con una expresión neutra, no demostraba nada de nerviosismo o temor como Aaron lo hizo en un principio y aunque ahora él tenga una expresión de calma, no significa que Lilith no supiera como se sentía en ese momento.
El auto ya estaba aparcado y era hora de bajar para llegar a casa. Aaron saca las llaves de la casa que tenía guardadas en la guantera, pero aún no abría la puerta del auto para bajar ya. Lilith, a diferencia de Aaron, no aguantó mucho el suspenso y abrió su puerta, tomó su bolso y bajó para dirigirse a la parte de atrás del auto y sacar su escoba, luego pasó por entre las rejas que protegen la casa y sólo avanzó.
Iba por el camino entre los mini faroles, pero se detuvo frente a su jardín de especias y sacó de entre la menta y el romero a un pequeño sapito que estaba escondido allí. Caminó unos metros y se sentó en la silla mecedora, que estaba en la entrada de la casa con el sapito en sus manos para esperar a Aaron, que aún no bajaba del auto.
- Pobre de mi hermano... Está tan tenso y nervioso que no me quiere ni dirigir la mirada. De seguro piensa que estoy molesta, pero no... Sólo quiero aclarar las cosas y ya, ¿verdad que sí, pequeño sapito?-. Lilith le hablaba y acariciaba al pequeño ser que tenía entre sus manos y se mecía en la silla, mirando a su hermano que ya había bajado del auto.
Aaron ya iba por el camino entre los faroles, que iluminaban su alta y definida silueta que iba cubierta con su largo abrigo negro. Su expresión era de cierta tristeza que sólo Lilith notaría en sus ojos, pero aún así iba caminando a paso seguro para abrir la puerta y entrar a casa junto a su hermana.
-Ve a encender la chimenea hermanita, yo voy por algo tibio- Dijo Aaron mientras iba a la cocina.

Los Demonios También Pueden EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora