James Burton observó desde la ventana a la joven mirar con atención el tallo de la flor y sonreír mientras su madre decía algo haciendo movimientos exagerados con sus manos tratando de obtener la atención de Ameli.
Sin duda pensó que la condesa era tonta al no darse cuenta de que tenía una hija diferente y probablemente muy valiosa entre sus manos.
Observó a la joven que mostraba una sonrisa complacida al ver la flor, por supuesto ella se sentía feliz de compartir su tiempo con algo tan bello como las plantas, la naturaleza y él no pudo evitar sonreír al observarla.
Poco sabía que la sonrisa de Amelie tenía un significado real diferente al que él pensaba y que poco a poco empezaba a engañarse con la falsa imagen de una mujer que tenía cada paso planeado.
—¿Me estás escuchando? —dijo la voz de Madeleine—. ¿Qué tanto ves por la ventana que no me pones atención?
Se asomó por la ventana para ver qué era lo que tanto mantenía la atención de James.
Miró la figura de Amelie y la imagen que la recibió le hizo sonreír.
Amelia miraba con curiosidad una flor e incluso parecía que le susurraba algo.
Quiso burlarse del joven pero no lo hizo, contrario a ello se giró con gesto indiferente.
»Te costará más que unas absurdas disculpas —declaró la mujer y él sonrió al ver su ya característico gesto burlón—. Mi sobrina vale más que eso y yo no perdono las afrentas a mi familia, mucho menos cuando vienen de alguien a quien le otorgué mi confianza.
La sonrisa se borró de inmediato al darse cuenta de lo que estaba insinuando.
—No tengo el placer de comprender lo que estás diciendo —aseguró James con seriedad.
—Vas a decirme que no la mirabas por la ventana y por eso no escuchaste una sola palabra de lo que dije —replicó la mujer con mejor ánimo—. No te hagas el tonto que bien sabes que estabas viéndola.
—Por supuesto que la veía pero a menos que eso comprometa su honor no veo cómo se pueda malinterpretar —manifestó James en un tono más duro del que le hubiera gustado—. No tengo ningún interés romántico en tu sobrina. De haberlo tenido ya estaría más que dispuesto a tomar su mano pero no es así. No desvies las cosas.
La mujer lo estudió con mucho detenimiento como si quisiera saber qué tan real era su declaración y después de unos segundos agitó la mano restándole importancia.
Se dedicó a hablar con él y dejar los puntos claros con respecto a su comportamiento.
James soportó con dignidad la reprimenda, no solo porque la estimaba, sino también porque quería a su madre y sabía que la vergüenza la estaba atacando al ver que el hijo que había educado tan bien cometió una falta.
Finalmente tras escuchar el discurso de maldiciones de Madeleine Farfaix terminó siendo abrazado por su amiga que dejó un beso en su mejilla sabiendo que era la muestra de perdón más grande que obtendría de ella y también que a esa mujer nunca le habían interesado las etiquetas por lo que le daba igual estar con quién estuviera, igual se dejaba querer.
Finalizaron la conversación con risas y comentarios dignos de dos amigos e incluso fue invitado a cenar en dos días junto a su madre y aunque sabía que esta última se sentiría avergonzada de dar la cara de nuevo al final se alegraría de que estuvieran de nuevo siendo tan amigos.
Se retiró de la casa aceptando en nombre de su madre la invitación a cenar y por supuesto dando una mirada de soslayo al pasar por el sendero mirando al jardín.
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Seda y algodón.
Ficción históricaAmelie Farfaix hija de un conde y hermana de otro guarda un secreto que deberá llevar a la tumba si desea mantener su respetabilidad y aceptación en sociedad. Sin embargo, las circunstancias la obligarán a buscar un esposo ante la desesperada situa...