Capítulo 3. -Paz.

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Año 805 Desde la creación del mundo.

605,4 km. Recorridos.

Día 57 desde el exilio.

Final del bosque - Entrada reino Atlantiano.

Un mes y días desde mi exilio.

Mi cuerpo temblaba ante el frío que me devoraba, los abrigos que un día fueron de color plomo, yacían negros sobre mis hombros, habían pasados días desde que me fui de mi reino, durante los primeros días pude sustentarme con lo que lleve, pero después del décimo día la comida se acabó. El frío se adentraba por mis poros congelando todo mi cuerpo, me refugiaba en el poco calor que me otorgaban mis manos, cace muchas liebres y conejos, pero no todos los días lograba hacerlo, mi piel se volvió agrietada, mi cintura se contrajo lo bastante para relucir cada costilla a los lados de esta, me sentía tan débil, sin comida, sin calor, con tan pocas fuerzas que no lograba encender las ramas que encontraba tumbadas en el piso, mi fuego comenzó a extinguirse, solo brotaba de mis manos una débil chispa que se disipaba al instante, el ambiente no me acompañaba mucho. Para alejarme de los Selt tuve que aventurarme por la única salida que había, y esta era a través del enorme bosque, me adentre con la esperanza de llegar a algún lugar eriazo para comenzar de nuevo, pero no fue así. Caminé desorientada por muchos días los cuales se volvieron una eternidad, sentí que mi cuerpo no ganaría otra batalla contra el frío y hambre que me mataba lenta y dolorosamente, me senté a lamer una hoja, que se encontraba cubierta de rocío de esta misma mañana, ese había sido mi sustento potable desde que se acabo el agua en mi cantimplora. Durante los días anteriores, me había preocupado de racionar cada comida y sorbo de agua que había tenido conmigo, pero sabia que no durarían mucho. Ya han pasado alrededor de doce días desde que comí la ultima pata de liebre cruda, después de eso ya no encontré más animales, quizás el cambio de temperatura los había hecho volver a esconderse en sus madrigueras, no lo sabía, pero lo que si sabía era que cada día las manecillas del reloj se movían y no eran en mi favor. Coloque mi débil espalda sobre el piso helado y húmedo, me hundí en los pensamientos, que eran los únicos que me mantenían despierta últimamente, me imaginaba a mi en un lugar nuevo, solitario.. pero en paz, aunque últimamente lo que daba vueltas en mi cabeza era mamá. Durante estos días recordaba las historias que nos contaba mientras me peinaba y mi hermano se sentaba frente a nosotras a escuchar lentamente lo que los labios de mamá pronunciaban. Mire mi largo y castaño cabello, hace mucho que ya no lo peinaba, todo enmarañado se esparcia por el suelo.

-Oh mamá, no sabes lo mucho que me haces falta.-

Susurre a la nada, ya ni lágrimas brotaban de mis ojos, me sentía tan débil,

-Todo acabara pronto, Kyra-Susurro algo en mi mente.

Parecía que hasta mis propios pensamientos, aceptaban con brazos abiertos a la muerte.

-Mejor me hubiese comido el lobo.- Una débil sonrisa escapo de mis pálidos labios, al recordar a la bestia negra.

Comencé a tararear la melodía de la canción que nos cantaba mi padre a mi hermano y a mí, hice un esfuerzo de cantarla pero por más que trataba las palabras no lograban salir de mi boca. Naufrague por los recuerdos, de Nicolás, cuanto extrañaba su sonrisa y sus cálidos abrazos, de mi padre Kadet, motivándome a no rendirme, de mi madre Naomi, que siempre me decía que ser diferente no era malo. pues ella no estaba al tanto que por culpa de eso me estaba muriéndome en medio del bosque. Finalmente pensé en Ludwing, a pesar de que fue el que me desterró hace muchos días ya, aun resonaban sus palabras en mi mente, --Bruja.- pero eso dejo de atormentarme por un momento, y recordé las demás palabras que había dicho ese mismo día. -"no te condenare a ser quemada en una hoguera, no lo toleraría Kyra.", palabras que resonaban una y otra vez en mi mente, mientras seguía tarareando la canción de Kadet, de pronto mi mente encontró las piezas que faltaban del rompecabezas. Ahí supe que a pesar de todas las disputas que tuve con Ludwing, él sabía que tarde o temprano alguien más descubriría mi don y me dio una oportunidad para vivir, aunque está, por ahora no había salido muy bien hasta el momento. En el fondo él sabía que si alguien del área se enteraba no lograría convencerlos de dejarme con vida. Bueno... eso era lo que yo quería pensar, aunque en mi corazón sentía que no fuera así.

--Es hora Kyra.- Resonó en mi cabeza.

Seguí tarareando la canción, mientras que en mi cabeza se asomaba unos nuevos haz de amor,
-Gracias.- Susurre al bosque.

Mi vista se poso sobre el abanico de ramas que se movían al copas de mi canción, cerré los ojos mientras me entregaba al único sonido de mi voz y de las ramas que se movían en lo alto, finalmente todo fue paz, lo único que se escuchaba desde donde me encontraba era el desafinado tarareo que comenzó a extinguirse a través del interminable bosque, y consigo se fue acompañado de un aullido.

Trono de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora