Holmes se pasó toda la tarde leyendo en la sala el viejo expediente que había sacado esa mañana del archivo que tenemos en el altillo. Debía de llevar mucho tiempo guardado allí, pues cuando lo bajó podía apreciarse la gruesa capa de polvo acumulada. A media tarde se había acomodado en su butaca favorita para poder leerlo, tal y como era su costumbre, y no levantó la vista de los papeles hasta acabar aquella lectura.
-¿Crees en el crimen perfecto Watson? -se dirigió a mí al mismo tiempo que cerraba la carpeta del expediente. Ésta era una de sus malas costumbres, la de disparar preguntas directas y sin aviso, cogiendo a su interlocutor por sorpresa y sin apenas tiempo de reacción.
-¿Cómo? -fue lo único que acerté a preguntar balbuceando.
-Te pregunto que si crees en el crimen perfecto. Es decir, un crimen en el que no haya ninguna prueba, pista ni indicio para demostrar la culpabilidad del criminal.
-Hombre, Holmes, así, de improviso... Pues no sé, supongo que sí, creo que sí que se puede dar el caso de que no haya ninguna prueba concluyente para demostrar la culpabilidad del criminal.
-Me parece que no me has entendido Watson, me refiero a si crees que es posible que se dé el caso de que no haya ningún indicio para, ni tan solo, sospechar del verdadero culpable.
-Pues... La verdad es que no sé qué pensar. Pero sí, creo que sí que puede llegar a darse esa situación.
Holmes juntó las palmas de sus manos, reposó el mentón sobre ellas y, con semblante serio, se dirigió a mí.
-En cambio, yo creo que el crimen perfecto no es más que una utopía, algo irrealizable. Y es que, por mucho cuidado que ponga el supuesto criminal para esconder sus huellas, para disimular sus acciones, siempre acabará dejando alguna cosa, algún rastro que pruebe su culpabilidad. Y ése es mi deber y el de la policía, encontrar esas huellas y pistas para poder atrapar al culpable.
-Pero Holmes, esas pruebas que tú dices pueden ser inapreciables para las personas.
-Nada es inapreciable, Watson. El trabajo del detective es el de apreciar las cosas, imaginarse como sucedió el crimen y llegar a intuir aquellas cosas que no consigue ni apreciar ni imaginar.
-Sinceramente, me parece que todavía no consigo averiguar qué es lo que estás intentando decirme, Holmes.
Él se rió y me dedicó una ligera sonrisa. Era algo muy extraño, pues usualmente no eran habituales las ocasiones en las que mostraba sus emociones o sentimientos.
-Voy a contarte una antigua historia Watson, a ver si lo entiendes mejor.
"Hace unos treinta años, cuando yo apenas era poco más que un joven detective recién titulado en criminología, recibí una carta muy extraña, muy especial. En esa misiva un hombre me retaba a un juego de ingenio. Me contaba que había cometido un asesinato que, según él, era perfecto. De hecho, narraba que la policía había llevado a cabo una investigación minuciosa y no había podido encontrar ninguna prueba, ni tampoco determinar quién había sido el culpable".
-Pero Holmes -le interrumpí-, ¿cómo pudo saber ese asesino que debía de dirigirse a ti para encontrar a un adversario digno?
-Elemental. Lo único que tuvo que hacer era investigar un poco entre los expedientes académicos de los licenciados en criminología los últimos años, y yo debí de parecerle el rival más adecuado. Como ves, realmente no tiene tanto misterio ni dificultad.
-O sea, que apenas se trataba de una especie de juego para vosotros.
-Oh, nada de eso Watson, para los dos se trataba de un auténtico reto. Él quería demostrar que existía ese supuesto crimen perfecto, y para mí era demostrarle que nunca hay un crimen perfecto. No obstante, creo que lo mejor será seguir con nuestra historia.
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Cometí un crimen, ¿adivinas? (Completa)
Mystery / ThrillerHolmes se había pasado la toda la mañana leyendo el viejo expediente que había sacado del archivo. De repente se dirigió hacia Watson y le hizo una solitaria pregunta, ¿crees en el crimen perfecto? No supo qué responder en un primer momento. Al prin...