Capítulo 8

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Capítulo 8

Esperé a que el niño gritara—: ¡Broma! —y correteara hasta el siguiente patio de juegos, pero mientras los segundos se extendían, llegué a aceptar que nuestro mesías de la información era casi un adolescente.

Yagura sonrió como si supiera lo que estaba pensando.

—¿Sorprendido? No deberías. Sorprendido por nada, quiero decir.

Se levantó, y me impactó el descubrir que era casi tan alto como yo.

—Tenía seis años cuando decidí jugar a "la Gallina cruza la Calle" con un taxi a toda velocidad. Ganó el taxi. Perdí la bici más sensacional del mundo y mucha sangre, pero por suerte, mi amigo de la infancia era un alien.

—¿Cómo... cómo escapaste de Jinchuriki, dattebayou? —Y tan joven, quise añadir.

Yagura se acercó a la mesa, sus pasos suaves y sin esfuerzo.

—Era su alumno estrella. —Su sonrisa era malvada, casi inquietante—. Nunca confíes en el que sobresale. ¿No es cierto, Pain?

Apoyado contra la pared, él se encogió de hombros.

—Suena bastante bien.

—¿Por qué? —Yagura se sentó en el borde de la mesa—. Porque eventualmente el alumno se vuelve más inteligente que el maestro, y tuve algunos profesores muy, muy inteligentes. Entonces... —Palmeó las manos—. Tú debes de ser Uchiha Sasuke.

Si el azabache se sorprendió de que el niño rubio supiera su nombre, no lo demostró.

—Ese sería yo.

Las ridículamente largas pestañas del chico descendieron.

—He oído hablar de ti. Pain es un gran fan.

El nombrado levantó el dedo medio.

Sasuke dijo secamente—: Me alegra saber que mi club de fans es de gran alcance.

El rubio inclinó la cabeza a un lado.

—Y que club de fans... Oh, mi error, no te he presentado a tu compañero Luxen de las estrellas. Se hace llamar Juzo. ¿Por qué? No lo sé.

Juzo sonrió apretadamente con esos dientes afilados, mientras extendía la mano hacia Sasuke.

—Siempre es un placer conocer a otro no-vinculado por viejas creencias e innecesarias normas.

El pelinegro le estrechó la mano.

—Lo mismo. ¿Cómo te juntaste con él?

Yagura se rió.

—Larga historia para otro día, si existe un día diferente. —Aquellos extraordinarios y violetas ojos se deslizaron en mí—. ¿Tienes alguna idea de lo que te harán si se dan cuenta de que eres un híbrido completamente funcional? —Bajó la cabeza, sonriendo—. Somos muy raros. Tres de nosotros juntos en realidad es bastante sorprendente.

—Tengo una buena imaginación, dattebayou —dije.

—¿La tienes? —Las cejas de Yagura se alzaron—. Dudo que Pain te haya dicho incluso la mitad, o lo peor de ello.

Le eché un vistazo al surfista. Su expresión permanecía bloqueada. Un viento helado que no tenía nada que ver con mi falta de ropa me recorrió la espalda.

—Pero eso ya lo sabes. —El menor se levantó y se estiró, como un gato después de la siesta—. Y sigues dispuesto a correr el enorme riesgo de entrar en el avispero.

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