Capítulo 11

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Capítulo 11

Sai estaba sentado en el escalón inferior, cómo un duende loco a punto de desatar el santo infierno. Su cabello estaba bruscamente más peinado, sus ojos de un negro brillante y febril. Sus labios formaban una línea delgada. Sus dedos se cerraron sobre sus rodillas como navajas afiladas listas para cavar.

—Él está aquí —dijo, con la mirada centrada en la ventana al lado de la puerta.

Eché un vistazo a Sasuke. Una sonrisa gatuna se dibujó en su rostro.

No estaba preocupado en absoluto por los deseos asesinos de su hermano menor. Tal vez que Pain viniera aquí no fue una buena idea.

El pelinegro más pequeño saltó del escalón, abriendo la puerta antes de que Pain incluso llamara. Nadie lo detuvo o incluso se adelantó.

Sorprendido, el pelinaranja bajó la mano.

—Eh, hola...

Sai echó hacia atrás un delgado brazo y golpeó su puño derecho en la mandíbula del mayor. El impacto lo derribó a unos buenos tres pies.

Mi boca se abrió.

Sasori se rió.

Girando alrededor, dejó escapar un largo suspiro.

—Está bien. He terminado.

Lo vi avanzar hacia el sillón y sentarse, sacudiendo la mano.

—Le prometí un buen golpe.

Sasuke, riendo entre dientes dijo—: Va a comportarse ahora.

Me quedé mirándolo.

Pain se tambaleó por la puerta, frotándose la mandíbula.

—Está bien —dijo, haciendo una mueca—. Me lo merecía.

—Te mereces algo mucho peor que eso —dijo Sasori—. Ten eso en mente.

Asintió con la cabeza y miró a su alrededor. Seis Luxen y un híbrido bebé, yo, le devolvimos la mirada. Tenía el sentido de lucir nervioso, incluso con miedo. La animosidad de la habitación era palpable.

El surfista se movió de modo que su espalda estaba contra la pared. Un tipo inteligente. Poco a poco, metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó un papel enrollado.

—Creo que deberíamos acabar con esto rápido.

—Supongo que sí —dijo Sasuke, arrebatándole el papel—. ¿Qué es esto?

—Un mapa —respondió—. La ruta que debemos tomar está indicada en rojo. Es un camino de acceso de incendio y nos llevará hasta la entrada trasera del lugar.

Sasuke desenrolló el mapa en la mesa de café. Itachi se asomó por encima del hombro de su hermano de en medio, pasando el dedo a lo largo de la línea roja.

—¿Cuánto tiempo se tarda en llegar por este camino?

—Unos veinte minutos en coche, pero no hay forma de lograr pasar un coche desapercibido allí —dio un paso tímido hacia delante, mirando a Sai, que le estaba echando un vistazo hacia atrás. Una marca roja se le marcaba en la mejilla derecha. Eso iba a ser un moretón—. Vamos a hacerlo a pie y rápido.

—¿De qué velocidad estamos hablando?

Kakashi le preguntó en su puesto en la puerta del comedor.

—Tan rápido como inhumanamente sea posible —respondió él—. Tenemos que ir a la cosa de la velocidad de la luz. Yagura nos está dando quince minutos y no podemos andar por Jinchuriki, esperando por minutos más. Tenemos que llegar allí unos cinco minutos antes de llegar a la carretera y lo más rápido posible.

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