Capítulo[3]: Desapercibida.

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Capítulo [3]: Desapercibida.

A la mañana siguiente, desperté sobresaltada y notando una fina capa de sudor pegando mis cabellos a mi frente, y mi pijama a mi cuerpo. Había tenido una pesadilla.

Soñé que estaba de nuevo en aquella presentación, de nuevo sobre una burbuja de jabón, pero esta vez al caer, aquellas grandes manos no me sostuvieron con delicadeza, sino que seguía cayendo a un profundo vacío negro.

Me senté en la cama para esperar a que mis latidos cardíacos se estabilizaran. Consulté el reloj de mi muñeca, que dictaba las 5:36am. ¡Primera vez en toda mi vida despertaba tan temprano un domingo!

Me levanté de la cama directamente a la habitación en la que Alex dormía plácidamente.

─¡ALEX!

─Muérete.─ Respondió adormilada, lanzándome una almohada a la cara. Su puntería era mejor cuando estaba más dormida que despierta, algo sorprendente la verdad.

Fui a asearme, después de varios intentos fallidos de despertar a mi amiga; había intentado con todo, desde jalarle los pies, hasta sentarme en su espalda y comenzar a sacudirla, pero nada funcionaba.

Al cabo de unos minutos, luego de bañarme y cepillar mis dientes, me coloqué ropa deportiva y até los cordones de mis zapatos de goma.

Me dirigí a la cocina para hacer un pequeño sándwich, luego, llené un pequeño termo con agua, pues saldría a trotar.

Terminé mi sándwich, y salí a pedir el ascensor en el pasillo de mi piso, que tras unos cuantos minutos, abrió sus puertas frente a mi, invitándome a pasar.

Miré mi reloj, y ya eran las 8:47am.

Mientras iba de regreso al departamento, decidí pasar por un pequeño cafetín que estaba a unas pocas cuadras de mi edificio.

Al entrar, me dirigí a la caja.

─Bien día, dos lattes, por favor─ Pedí al cajero ─Para llevar─ agregué al ver que este no se movía.

─¡Es ella!─ Susurró efusiva y nada disimuladamente un empleado. ─La pelirroja de la burbuja, la de ayer, es ella.

Me giré un poco, buscando alguna pelirroja en aquel local, pero no había otra además de mi ahí.

─No creo, era más delgada, ¿no crees?─ ¿¡Me había llamado gorda!? Miré mi torso, evaluándolo. ¡No era gorda! Era... Normal.

Carraspeé mi garganta.

─Mis cafés...

─¡Oh por dios, debe ser ella!─ Alguien más me reconocía.

─¿La de la burbuja? ¿No era más alta?─ Gorda y luego enana, ¿qué seguía ahora?

De repente, todos comenzaron a murmurar cosas que no podía comprender, y todos miraban al mismo punto.

─¡Maaaaami! ¡Esa es la chica de las pantys de florecitas! ¡Los vi cuando cayía!─ ¡Oh por dios, habían visto su ropa interior!

─Caía mi amor─ Corrigió su madre.

─Eso eso─ Dijo la niña restándole importancia a la corrección que su madre le hacía.

─No linda, eran de sapitos─ Corrigió un hombre mayor. La verdad, no eran ni de sapitos ni de flores, sino de puntos de colores...

La sangre de mi cuerpo había abandonado el lugar al que pertenecía, para posicionarse o instalarse cómodamente en mis mejillas.

Al voltear de nuevo al mostrador, vi que ahí estaban los dos cafés que había ordenado, y otras tres galletas de chocolate que supongo, son de otra orden.

Saqué unos pocos billetes de mi monedero sin contarlos, los dejé en el lugar del café y las galletas, y me fui a paso rápido.

Entré al departamento como en aquella películas, en las que el actor cierra de un portazo y apoya su espalda en la puerta. Me deslicé hasta quedar sentada, y metí mi cabeza entre las rodillas.

Había sido un día espantoso, y eso que apenas iba menos de medio día.

Cuando estaba de camino a casa, me señalaban en la calle, ¡y a mi que me gusta pasar desapercibida!

─Hermosa pinta que te traes─ Debía tener razón, estaría pareciendo una pordiosera, toda agitada y quizá despeinada.

─Te invito a salir a la calle, y que todos te señalen, y que un viejo verde y una niñita digan que vieron tus "pantys" y se cuestionen si eran de sapitos, o florecitas. Quedarás encantada, créeme es maravilloso.─ ¿Habrá alcanzado a notar el sarcasmo? ─Y todo por caer de una estúpida burbuja─ Agregué para finalizar.

─¿Y de qué eran? Digo, ¿sapitos o flores?─ Preguntó Alex con fingido interés.

─Alex, lindura, ¡me vieron la ropa interior en aquel bendito show!

─Eso te pasa por llevar vestido...

─Si porque, yo sabía que se les ocurriría elegir a alguien, y luego no querer a la del puesto siete sino a mí.─ Respondí a la defensiva ─Y eran de lunares de colores.

¡Ya no podría salir! O bueno si, pero no me gustaba llamar la atención... estaba bien siendo la pelirroja a la que, por más que sea, volteaban a ver por su color de cabello, ¡pero esto era demasiado! Me veían, sí, ¡pero para adivinar la pinta de la ropa interior que vestía durante la presentación, o para decir que me veía más gorda, o más baja que ese día!

─Tu café─ Tendí a Alex, para luego llevar una de las galletas a mis labios.

─¿No estabas a dieta?─ Cuestionó, tomando un sorbo de su latte.

─Si, pero cuando te miran más de una docena de pares de ojos, y te llaman gorda o enana, la dieta se va al mismo lugar al que irás tú si no te callas─ En mis labios se posaba una gran sonrisa cínica.

─¿A Neverland? ¿A buscar a mi Peter Pan?─ Preguntó con fingida emoción, y voz chillona.

─No, al...

─Y luego soy yo la de las malas palabras bajo este techo─ Interrumpió, para luego morder una galleta.

─A la basura amor, la basura.

─¿Me envías a la basura?─ Ahora se reía.

─Pues sí, debes sacar la basura, es tu turno hoy─ Esto último fue más una pregunta que una afirmación, luego de ello, dejé el café y la galleta sobre la mesada de la cocina, para colocarme de nuevo el pijama.

El Ilusionista. [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora