Capítulo [8]: Relaciones.

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Capítulo [8]: Relaciones.

Me levanté de mala gana del sillón, y caminé en dirección de mi habitación. ¡Me sentía bien con lo que tenía puesto! Alex venía detrás de mi, y si de costumbre yo parecía su madre, los papeles hoy se invertían. Dylan por su parte usurpaba los gavetines de mi cocina, y se quejaba por mi falta de 'comida de verdad', es decir, frituras de papa o esas cosas.

Tomé lo primero que vi, y lo tiré en mi cama. Alex me miró, y negó con la cabeza.

‒Eso ni combina.‒ la miré mal.

Me senté en la cama, y la observé mientras sacaba ropa del armario.

‒Usarás esto.‒ Ordenó mostrándome un pantalón negro de esos que se adhieren al cuerpo tanto hasta parecer una segunda piel.‒Con... ¡Esto!‒ sacó una camisa de los ganchos. Me acababa de dar cuenta de que tenía ropa de promiscua.

Me levanté y tomé la ropa que mi amiga me tendía, la devolví a sus ganchos y cerré el armario del que los había sacado.

‒No usaré eso, pensará que soy una desesperada.

‒¡Claro que no!

‒Oh claro que sí‒ Intervino Dylan. ‒Usa otra cosa. ¿Es la primera cita?

‒No es una cita.

‒Es la segunda, de hecho.‒ Si, eso era mi amiga.

Dylan caminó hacia mi armario, lo abrió de nuevo, y se paró delante de el con las manos en la cintura en imitación a una jarra, y apoyó todo su peso en la pierna izquierda, adoptando una postura demasiado femenina. Alex y yo reímos ante lo que veíamos, a lo que mi hermanastro frunció el ceño.

‒Muy bien...‒ Respiró hondo. ‒A un chico no le gusta que vayas demasiado recatada, pensará que sale con una monja, pero tampoco le gusta que vayas como una prostituta necesitada con pequeños retazos de tela cubriendo tu cuerpo. Así que...‒ Metió las manos en el armario, y comenzó a mover unos cuantos ganchos. ‒Usarás esto y...‒ Sacó un jean algo ajustado al cuerpo, pero no tanto ‒Esto, con aquellos zapatos.‒ ahora en sus manos tenía un gancho del armario, pero este tenía una camisa color verde oscuro, de esas que eran de tela delgada pero tenían varias capas, evitando que se viese la piel, y señalaba mis botas rústicas de color miel que estaban en una de las esquinas de la cama.

Al ver que no miraba de manera reprobatoria a la elección de mi hermanastro, Alex gruñó y fue a la habitación contigua, cerrando la puerta de un portazo.

‒¡Esa es mi habitación ahora!‒ Alzó la voz Dylan. Alex gruñó de nuevo, y salió dando un portazo nuevamente. ‒¿No es buena elección?‒ asentí, y lo eché de mi habitación a empujones. Necesitaba vestirme y no lo haría delante de él.

Cerré la puerta a su espalda y comencé a desvestirme. Primero introduje un pie y luego el otro en el pantalón que debía colocarme, posteriormente, lo subí por mis piernas y finalmente lo abroché un poco más abajo de mi ombligo. Era de esos pantalones altos. Abrí la gaveta de mi ropa interior que estaba justo al lado del armario de mi ropa, y saqué de ella un sujetador de tiras transparentes. Cuando acabé de vestirme, até los cordones de mis zapatos y solté mi cabello, el cual había atado en una alta coleta para que no me molestase al vestirme, y lo peiné. Tomé de la peinadora accesorios de colores parecidos al de los zapatos, me los coloqué, retoqué un poco mi maquillaje y estuve lista.

Al salir de la habitación vi que Alex estaba nada más y nada menos que sentada sobre el mesón central de la cocina con las piernas cruzadas y la vista fija en el teléfono que sujetaba con ambas manos. Por otro lado, Dylan estaba en el balcón hablando por teléfono con alguien que parecía hacerlo enojar, pues tenía el ceño fruncido y la mano libre apretada formando un fuerte puño con el cual golpeaba el blanco barandal.

El Ilusionista. [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora