El desayuno fue agrío, ninguno habló y una silla estaba sobrante. Todos con la cabeza baja y llena de pensamientos. El ambiente era triste, tenso, extraño, era de todo en ese momento, todo menos felicidad.
"¿Por qué?" era lo que siempre se preguntaban. No se miraban ni dirigían su palabra en ningún momento y sólo se oían los tristes y ahogados sollozos de su madre. Nadie podía asegurar que Oliver siguiera con vida, eso abrumaba más a Helena.Poco rato pasó para que ambos chicos se fueran a su diminuto colegio, solos, con el gran vacío que les quedaba. Lía traía puesto el gorro de Oliver, cuando aquellos se lo llevaron, la prenda resbaló sobre su cabeza dejándola caer al suelo, fue entonces cuando ella lo tomó y apretó con fuerza en el apresurado viaje a casa.
Como era de esperarse, cada uno tenía sus propios amigos. Jonathan, Lía, Oliver. Los tres tenían de sus amigos, sin embargo, los compañeros de Oliver les tomó por sorpresa que no llegara.— ¿Dónde se metió? Nunca llega tarde. — Dijo uno.
— Seguro está con sus hermanos. — Dijo el otro.
Ambos chicos estaban bastante extrañados por la desaparición del muchacho, que pronto se convirtió en preocupación; su intriga los condujo a John, quien tenía la cabeza baja y les mencionó la cruda verdad sobre lo que había pasado hace rato.
Helena de inmediato y después de razonar bastante, tomó por hablar a las autoridades. Las cuales de inmediato llamaron a la puerta de su casa.
Ella abrió de inmediato, con los ojos y la nariz roja de tanto llanto y los invitó a pasar.Entraron dos policías y una mujer sin el uniforme pero con una placa.
— Detective Tremblay, oímos que su hijo fue secuestrado ayer por la noche. — mencionó metiendo limón a la herida, sacaba su libreta junto con su fino bolígrafo. — ¿Sabe más de lo que sucedió? Debemos saber todo rápido, cualquier cosa, problema familiar, todo es necesario. —
— Mis hijos, ellos... ellos lo vieron, estuvieron ahí. —
— ¿En dónde están ahora?. —
— En el colegio. —
— Iremos por ellos y los interrogaremos ahí, ¿nos acompaña?. — Terminó por decir bastante apresurada, tomando su saco negro y acomodando sus cabellos cortos y rubios. Helena asintió, limpiando su nariz.
Subieron a la patrulla y el chófer aceleró de inmediato.No tardaron en llegar, estaba relativamente cerca a la velocidad que iban. Llegaron los oficiales a sacar a cada uno de sus clases, ambos chicos asustados pero no extrañados por la situación.
Llevándolos a la biblioteca la detective Tremblay comenzó a preguntarles sobre qué estaban haciendo, qué hora aproximada era, cuál era la marca o cómo era el automóvil, entre otras cosas. Ambos menores no tardaron en romper en llanto, arruinando el silencio de la biblioteca. Los sollozos de su madre también se colaban. Los recuerdos los empezaban a atormentar.Tremblay suspiró pesadamente. Tenía varias cosas para abrir la investigación, era el hijo de un empresario importante. Por lo tanto, la lista de sospechosos era demasiado larga y el tiempo era corto. Mucho peor, es que comandaba una empresa de armas.
La detective necesitaba que Helena le dirigiera la palabra a su esposo de nuevo, para investigar lo suficiente.Al terminar todo, Leah Tremblay agradeció el apoyo de la familia y terminó por retirarse.
Por otra parte, Oliver despertaba. Recibiendo el fétido aroma de el cadáver, su mirada se movió de aquí para allá y trataba de soltar su boca del trapo sucio, pero no podía, estaba amarrado y la desesperación empezaba a ser más seguida, el olor, el frío, el hambre. Todo estaba siendo una basura.
Trataba de gritar pero estaba amordazado, lastimando su muñecas cuando frotaba su piel con las sogas; su anhelo de volver a ver a Jonathan, Lía, mamá.
La lagrimas comenzaron a caer sobre sus mejillas, que al principio sólo eran pequeñas gotas agrías, se convirtió en todo un mar. Al menos estaban a salvo, no los habían tocado, ni un rasguño llevaban. Eso le reconfortaba.
Los sollozos atrajeron a su captor, quien bajó con la nariz tapada, para evitar el olor del cuerpo de su compañero en descomposición.— Deja de llorar, niño. — Dijo, observándolo con atención a los ojos. Oliver, comenzó a llorar un poco más, pero sin hacer ruido, mirándolo de reojo con terror. — ¡Que dejes de llorar, joder!. — Terminó por exclamar, jalando los cabellos castaños del menor, apretándolos con fuerza, siendo poco blando. Él seguía sollozando pero ahora con sus ojos entrecerrados.
Su captor comenzó a reír a causa de las expresiones del chico, tan asustado, indefenso. Y su padre no quería dar lo acordado, por lo tanto, podría hacer lo que quisiera, hasta asesinarlo. Sacó un cigarro de su bolsillo y encendiéndolo dejó salir humo. Observó el encendedor por unos segundos, con la ceja levantada, quitó el trapo de la boca del muchacho y sonrió, Oliver negaba con su cabeza.
— ¿Qué quiere de mí? No me haga nada por favor se lo suplico. — Oliver decía mientras lloraba desconsoladamente viendo la terrible sonrisa de aquel hombre.
El hombre acercó el encendedor lentamente sobre la mejilla de Oliver, que al sentir su piel siendo quemada comenzó a gritar desesperado tratando de forcejear, pataleando y moviéndose como si realmente funcionaba. Lloraba más y más que antes, mientras que el hombre iba quemando su mejilla izquierda poco antes del parpado hasta la comisura labial, dejando algunas quemaduras de segundo grado.
— ¿Ya dejarás de llorar?. — Preguntó sin esperar respuesta y tomó la barbilla del chico levantando su cabeza. — Quizás seas mi nuevo saco de boxeo. — Bromeó y golpeó fuertemente el rostro del chico dejándolo inconsciente.
Y fue entonces cuando aprovechó para tomarlo de los brazos y arrastrarlo hasta el centro de la habitación, quitando su chaleco y camisa. Colgándolo con la misma soga que llevaba en los brazos, nada aseguraba que se quedaría ahí por mucho tiempo soportando el peso del chico, sus brazos seguramente se dislocarían. Sus pies apenas tocaban el suelo.
— Volveré a sacar mis juguetes del ático. — Bromeó y sin esperar mucho tiempo más sacó el cadáver de su compañero a enterrarlo en cualquier otra parte del bosque. Comenzaba a dejar un olor molesto.
Oliver, por casi cuarta vez despertaba con la nariz rota y sangrando a chorros junto a una dolorosa herida en su cachete, horrorizado gritó de nuevo varias veces, pero nadie lo escucharía.
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Desaparecido
Paranormal◌ - Oliver Michael Bloom, hijo de Michael Bloom y Helena Miller primogénito de los tres hijos que esta antes adinerada familia había tenido, fue encontrado muerto a el 25 de Noviembre del 2017 sumergido en el lago Pike, en su pueblo natal Frelighsb...