Un hombre bien vestido entró a la oficina del Sr. Bloom, sosteniendo una carpeta entre sus brazos. Cerró la puerta tras de sí.
— Diga. —Michael Bloom habló.
— Buenas tardes, señor. —Se anunció— Es mi deber anunciar que recientemente su hijo fue secuestrado.
— Ajá, ¿siguen esperando el dinero? —Preguntó impaciente, rascándose la sien en un acto de entretener sus manos.
— De hecho... El cuerpo del joven Oliver fue encontrado ayer por la mañana. —Aquel terminó de decir.
Se quedó estupefacto, ¿lo decía en serio?, no era posible, pocas veces habían casos así en el país por lo que le costaba comprender la situación, pero en el fondo sabía que era verdad.
— ¿Señor...? —Insistió el docente.
— Sí, sí. Diles que empaquen mis cosas, iré con Helena. —Respondió Michael, levantándose y tomando su saco.— Salgo esta misma noche.
— Sí, señor. — Asintió saliendo de la oficina con rapidez.
Por otro lado, el malnacido que había asesinado al muchacho, aún no salía de la ciudad, pues tenía unos asuntos pendientes, tenía pensado seguir llamando la atención de aquel empresario asesinando uno a uno aquellos que supuestamente amaba. Pero sus razones seguían siendo totalmente desconocidas. Pues él, no tenía una evidente razón para hacerlo.
Cada día que pasaba después de librarse de su primera víctima, pensaba cuál de los otros tres iba a ser el siguiente, pues cada uno tenía sus razones interesantes.
Se había divertido con el primero, pero no estaba seguro de volverlo a hacer.Ese hombre le había arrebatado la vida a Oliver aprisionándolo a merodear por el plano terrenal hasta poder resolver su triste misterio, y ya se había decidido a hacerlo con su madre a la cual no le quedaba casi nada de tiempo.
En la noche comenzaría su plan, en el mismo lago donde echó el cadaver de Oliver.Cuando las estrellas fueron visibles, salió de su departamento, sin nada. No haría falta ningún arma para asesinarla. Ella sola lo haría.
Helena salía de su casa cada noche para poder llorar en el muelle, lamentándose por no haber cuidado a su "niño", por dejar que muriera de tan horrible forma, en su alma sólo cabía el dolor de la pérdida.
Pero esa noche en especial no podría volver como siempre lo hacía, pues cuando menos se dió cuenta, unas manos empujaron su cuerpo a la frialdad del agua, cuando su pecho y rostro golpearon en el río sonrió al saber que no volvería, pero aún afligida por saber que sus otros dos niños quedarían solos, luchó contra el agua, tratando de respirar a duras penas, pero su condición ya era demasiado débil además de que helaba. Poco a poco perdió las fuerzas y fue hundiéndose lentamente observando el rostro triunfante de aquel, quién se "despedía" de ella con la mano mientras moría. Quizás este hombre tenía una razón más personal.
En la mañana del día siguiente Lía despertó bajándose de la cama, tallándose los ojos y llamando a su madre mientras caminaba con pies descalzos por el pasillo, pues el delicioso aroma del desayuno no estaba. Cuando se asomó por la cocina se extrañó al no ver a su madre ahí, después pasó a la sala de estar y por último buscó en la habitación de la misma, encontrando una soledad espeluznante.
Rápidamente corrió a la habitación de su hermano, tocando frenéticamente la puerta hasta poder oír la voz de aquel.— ¿Qué quieres Lía? Es muy temprano. —Una voz lejana y cansada se escuchó.
— Mamá no está, ¿sabes si salió a algún lado? —Preguntó entre algunos tartamudeos.
— No. —Dijo ahora más cercano a la puerta, abriéndola para poder notar a su hermana menor con un rostro bastante asustado— Seguro tuvo que salir apurada, ya llegará.
Terminó por decirle, dando algunas palmadas a su cabeza y saliendo de su habitación en busca de hacer algo de comida para él y su hermana.
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Por la mañana la detective Tremblay salía en busca de algo de comer, como siempre lo hacía. Después se dirigía al departamento policial para poder recibir un reporte o en toda oportunidad, que le asignaran un nuevo caso. Aunque al ya tener uno, simplemente iba por si había más información.
Pero ese día no tuvo oportunidad de irse temprano. Pues el chillido lejano de alguien en su sala de estar le alertó. Estaba apunto de abrir la puerta para marcharse, pero al escuchar se detuvo, acercándose lentamente, sacando su arma de igual modo. Al llegar a el lugar donde se escuchaba con más intensidad el agónico llanto, notó a un joven en el suelo de su sala de estar sollozando frente a la televisión encendida.
Leah no evitó tener miedo. Pero aún así decidió acercarse lentamente. Se veía sano o al menos eso parecería si su terrible llanto no dijera otra cosa.— Hey... chico. —Leah susurró pero no recibió respuesta.
Estaba confundida, no tenía idea de cómo se había colado en su departamento. Buscó alguna ventana abierta, pero no había nada.
Trató de armarse de valor colocándose en cuclillas al lado del chico. Sentía su extraño pesar, sobretodo porque de su boca no podían salir sonidos altos, pero no sabía el porqué. Le preguntó varias veces su nombre, buscando su celular para poder llamar a una ambulancia pero aún así el muchacho no respondía.
Estaba muy, muy asustada. La sensación pesada que el otro le atraía era sofocante y no evitaba sentir la necesidad de protegerlo. Parecía que actuaba sin pensarlo bien.— Oye, si no me dirás nada, no tendrá sentido que trate de ayudarte. —Murmuró.
De nuevo no recibió respuesta del menor, pero en cambio recibió su atención, pues había girado su cabeza para poder observarla a los ojos.
Leah pudo observar sus ojos esmeralda, llenos de agua y opacos, además de sentir su piel helada cuando tocó sus manos.— ¿No puedes hablar? —Preguntó como última opción, a lo que el muchacho milagrosamente negó con su cabeza.
Pronto el rostro de aquel comenzó a deteriorarse, mostrando sus heridas y costuras. Y cuando se dió cuenta a quién pertenecía ese rostro, de inmediato cayó al suelo y rápidamente se arrastró hacia atrás.
Era Oliver Bloom. El chico que ella misma encontró.Sintió un terrible escalofrío cuando vió que aquel también retrocedía, con una expresión de horror.
Leah no tardó en maldecir y levantarse, saliendo del departamento y cerrando con llave. La respiración le fallaba al igual que la vista, además de que un dolor de cabeza le atacó. No soportó más y comenzó a correr fuera del edificio, apunto de vomitar.
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Desaparecido
Paranormal◌ - Oliver Michael Bloom, hijo de Michael Bloom y Helena Miller primogénito de los tres hijos que esta antes adinerada familia había tenido, fue encontrado muerto a el 25 de Noviembre del 2017 sumergido en el lago Pike, en su pueblo natal Frelighsb...