Seguí mirándola, esperando una respuesta. Ella seguía con el café a medio camino de su boca. Parecía como si nos hubieran petrificado. Dos estatuas bañadas por el oro de La Luz que entraba del atardecer. Me daba miedo hasta respirar, el silencio era demasiado tenso.
-No pensarías lo mismo de mí. -dijo simplemente para dejar finalmente la taza en la barra.
No me miraba. Se quedo mirando al frente con el semblante serio que nunca antes había demostrado.
-¿Por qué dices eso? Siempre te voy a ver igual, eres increíble...
Se rió, se llevó las manos a las gafas de sol y se las quitó dejando a la vista sus ojos y su cara entera. No me miró, sólo se quedó mirando al frente y yo desde el lado no la podía ver bien. Percibí que cerraba los ojos y unas lágrimas se derramaban por sus mejillas. Lentamente me incorporé y me puse en frente suya para poder verla bien y ahí estaban los ojos que tanto he soñado e imaginado. Pero jamás se parecerían a los que yo pensaba que tenía. La pupila más dilatada de lo normal y lo más importante, blanca. Su mirada estaba perdida en un punto de mi cara inconscientemente mientras las lágrimas no paraban de salir y recorrer sus mejillas sonrojadas.
-Si, ahora te quedas sin palabras y no me hace falta verte para saber que estarás horrorizado.
-¿Horrorizado? -le dije perplejo- No sé como puedes decirme eso. Obviamente estoy sorprendido pero... no sé, jamás me lo hubiese imaginado por la seguridad que tienes en los pasos al entrar por la puerta, vienes sola siempre.
Le agarré las manos, me partía el alma verla llorando así.
-Te dije que siempre venía con mi padre, el camino de mi casa hasta aquí lo tengo todo memorizado. -me dijo con la voz quebrada del llanto- Será mejor que me vaya.
Hizo la intención de quitarme las manos pero se las agarré más fuerte, no quería que se fuese.
-No te voy a dejar que te vayas Diane. -le dije mirándola a los ojos- Sigo pensando lo mismo de ti, desde el primer día. Tal y cómo tu dijiste, yo también sentí que nos teníamos que conocer. Aunque no lo veas Diane, me gustas. -las palabras me salían solas sin que yo pudiese controlarlas- Quiero conocerte más, que nos veamos fuera de aquí, quiero ver como tocas el piano y como haces lo que amas. Quiero que me hables más de tu padre y ser tu apoyo. No sé por qué te estoy diciendo todo esto.
Diane tenia la cabeza agachada y seguía llorando pero pude ver una leve sonrisa.
-Yo también quiero todo eso, Eric. -me dijo apretando con fuerza mis manos.
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Aunque no lo veas
RomanceAquí Eric, voy a contaros la historia de como la chica más inesperada me abrió los ojos a la realidad más bonita y cruel a la vez.