A partir de ahí Diane llegaba todos los días, se sentaba en el mismo sitio y mientras ella desayunaba y yo trabajaba nos íbamos conociendo. La conversación se podría decir que siempre la empezaba ella pidiéndome "lo de siempre". Me preguntaba muchas cosas de mi vida y yo de la suya. Efectivamente tenía mi edad y acababa de terminar los estudios básicos como yo. Le encantaban las artes. Todas. Desde la pintura hasta la música abarcando muchas otras. Me contó que le gustaba componer y tocar el piano.
-Algún día me tendrás que enseñar algo. -le dije entonces- ¿Cómo aprendiste?
-Mi padre me enseñó. -me respondió con una sonrisa nostálgica y decidí no ahondar en el tema de momento.
Jake muchas veces se unía a nuestras conversaciones. Al parecer Diane llevaba yendo al Golden Heart varios años.
Pasaban los días y cada vez nos íbamos conociendo más. Yo cada vez disfrutaba más de la compañía de Diane. Un día le pregunté por qué siempre iba a la misma cafetería, se sentaba en el mismo asiento y se pedía siempre lo mismo. Agachó la cabeza y me respondió:
-Siempre venía aquí con mi padre, todos los días y él siempre se pedía lo mismo. Falleció hace unos años, ¿sabes? Y a él le encantaba este sitio y es como nuestro lugar.
Levantó la cabeza de nuevo pero vi que debajo de sus gafas de sol, en sus mejillas, caían lágrimas. Me acerqué a ella desde el otro lado de la barra y le puse la mano en el hombro. Dio un pequeño salto en su asiento.
-Tranquila, -le dije- lo siento.
Alzó la cara hacia mis ojos y me sonrió y yo sentí que el pecho se me llenaba de felicidad. Me agarró la mano y nos quedamos contemplándonos unos segundos hasta que me percaté de que Jake nos observaba.
-¡Ya era hora! -gritó Jake desde el final de la barra riendo. Me separé de Diane pero no podía parar de sonreír y vi que Diane se sonrojaba.
Cada día que pasaba tenía más ganas de ir a la cafetería. Quería pasar más tiempo con Diane. Era una chica increíble, simpática, amable, creativa... Un sueño de chica. Una mañana iba a salir de casa y obviamente iba pensando de qué hablaríamos esa mañana. Me detuve en seco. Me quedé mirándome los zapatos y pensé: "vaya, ojalá se quite las gafas. Todavía no se de qué color tiene los ojos"
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Aunque no lo veas
RomanceAquí Eric, voy a contaros la historia de como la chica más inesperada me abrió los ojos a la realidad más bonita y cruel a la vez.