NO IMPORTA

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Después de aquello Diane y yo comenzamos a tener mucha más confianza. Entraba siempre alegre y ya se quitaba las gafas cuando hablaba conmigo. Era aún más preciosa que podía ver su cara entera. Su mirada expresaba todo lo que sentía en el momento. Quería preguntarle si su ceguera era de nacimiento, si tuvo un accidente... pero decidí esperar a que ella me lo contase.

Un día me lanzó la pregunta:

-Oye Eric, ¿quieres venir a mi casa?

En ese momento le estaba dando la espalda mientras limpiaba unos vasos y me quedé de piedra. Yo, un inexperto en el amor, estaba siendo invitado por la mujer más maravillosa que conocía a su casa. Jake me gritaba un pedido en la lejanía y no le hice caso.

-No hace falta que aceptes por compromiso... -dijo en voz baja y agachando la cabeza.

Me giré hacia ella y me acerqué para removerle el pelo.

-Me encantaría Diane -le respondí con una sonrisa.

Al escuchar aquello levantó la cabeza de golpe y se le iluminó la sonrisa.

-¡¿De verdad?! ¡Qué ilusión! Podré enseñarte mi piano...

-Diane vas a tener que dejar de venir -le dijo Jake mientras le tocaba el hombro- ¡me distraes al camarero!

Con esas palabras los dos nos sonrojamos ante la obviedad. Ella se concentró en su café y su tostada mientras que yo volvía a hacer los pedidos que me mandaba Jake. Todo seguía igual que antes que me hubiese revelado su secreto, no me importaba, seguía gustándome cada vez más. Cada día tenía más ganas de saber de ella. No podía dejar de pensar en el momento en el que los dos estuviésemos en el mismo lado de la barra.

Quedamos en que iríamos a su casa unos días más tarde, un viernes que yo tenía que trabajar también en el turno de tarde cuando yo acabase en el Golden Heart iría a su casa a cenar. La noche del jueves estaba tan nervioso que no probé bocado en la cena.

-¿Estás bien Eric? -me preguntó preocupada mi madre- ¿Por qué no comes nada?

-Ah nada mamá, no sé, no tengo hambre.

-Ha conocido a alguien. -sentenció mi padre mientras levantaba la mirada de su libro y sus ojos me atravesaban a través de las gafas de leer. Parecía que el libro lo mantenía ajeno a la conversación pero sabía prestar atención a dos cosas a la vez.

Noté como mis mejillas se tornaban a un rojo intenso e intenté defenderme:

-No digas tonterías papá...

-Es verdad que lleva unos días muy eufórico y con ganas de salir a trabajar... -dijo mi madre pensativa- ¿quién es? ¿Cómo se llama? ¿Es guapa?

-Es preciosa... -dije ante la imagen de Diane en mi cabeza- ¡No! ¡Ya vale de interrogarme!

Mi padre se rió ante mi desliz y mi madre le siguió. No podía ocultarlo por mucho más tiempo.

-Hijo somos tus padres y te conocemos mejor que tú mismo -dijo mi padre dirigiendo su mirada nuevamente al libro.

Me armé de valor aprovechando aquel momento y dije:

-Bueno... Pues mañana llegaré tarde porque voy a quedar con ella.

-¿No nos vas a decir ni cómo se llama? -Preguntó mi madre llevándose una mano al pecho dolida.

-Shh, buenas noches. 

Cogí mis platos, las dejé en la cocina y me subí a la cama. Quería dormir, bueno, más bien, quería que llegase el viernes.

Aunque no lo veasWhere stories live. Discover now