III

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Entonces brillé, sonreí y como buen obediente, me despojé de mis prendas lentamente, sintiendo la brisa directa en mi piel y los ojos heterocromáticos, espiándome por completo. Al finalizar, levanté mi vista marrón sobre la suya y el brillo en sus ojos se percibió excéntrico.

Me tomó de la mano y corrió a meterse al arroyo, con los pies dentro del agua, manteniéndose firme, se arrodilló y me salpicó. Así que le seguí el juego de la misma manera.

—Sucede que me gusta conocer las personas al desnudo. Siento que de esa manera no se oculta nada, que puedo conocerte con solo ver tu cuerpo —informó, pasándose las manos por el cabello con una sonrisa en los labios.

Sonreí, sin dejar de sentir vergüenza, ya estaba casi mojado por completo, tenía el atardecer sobre la piel y a una ninfa brillante ante mis ojos.

—¡No te quedes mudo, pregunta! —exigió salpicándome el rostro. Reí.

—¿Cómo llegaste aquí? —cuestioné devolviéndole el agua en el rostro.

—Oh... —Pareció oscurecerse—, tuve que mudarme. No tenía cómo abastecerme en la ciudad para seguir viviendo allí... porque mis padres murieron. Me quedé solo y no tenía trabajo o amigos. Así que vine con mis abuelos —relató melancólico.

—¿Sólo vives con ellos?

—Sí, ¿tú con quién vives?

—Mi mamá y mi hermana.

—¿No tienes papá?

—Jamás lo conocí.

—Ya veo... el mío era genial. Era un gran apoyo para mí.

—¿Qué te gusta hacer?

—Leer, hablar, a veces disfruto de cocinar —Se encogió de hombros.

—¿Tenías amigos en la cuidad?

—Teniendo en cuenta que eres mi primer amigo... —Sonrió— no, no tenía ninguno.

—¿Por qué?

—Bueno... digamos que alguien que se siente libre de andar desnudo sin inmutarse, no es precisamente aceptado por la sociedad. Si uso ropa... es extravagante y rara, así que la gente no quería juntarse conmigo. Además soy homosexual, eso es aún menos aceptado.

—¿Homosexual?

—Sí, me gustan los hombres.

Busqué entre mi mente uno de los significados más coherentes para ese «gusto» al que se refería Ronan y, al saberlo, fue inevitable tener las mejillas completamente rojas. Era algo nuevo para mí. No supe qué agregar.

—¿Qué pasa? —Cuestionó cerca de mí. Dando varios pasos al frente.

—No, nada... sólo me comfundí un poco —sonreí—. También eres mi primer amigo y la primera persona externa a la familia que me agrada. —Finalicé con una sonrisa.

—¿Ah sí? ¡Eso es genial! —Aplaudió.

—Ronan...

—¿Sí?

—¿Cómo se sabe si te gustan los hombres?

Él carcajeó, sentándose de nuevo en el borde del arroyo, me acomodé a su lado.

—Así que eso te quedó haciendo ruido en la cabeza, lo sabía —Se encogió de hombros—. Pero no tengo una respuesta a tu pregunta... simplemente me siento diferente, es como... me llaman la atención, no sé describirlo... es decir, Shea, digamos... tú me pareces atractivo. Me gusta cómo te ves, cómo piensas, cómo actúas... perdón si acabo de incomodarte, pero, simplemente es eso, una atracción en varios aspectos.

—Oh... bueno... gracias.

Me abracé de mis rodillas, ocultándome entre ellas, me sentía demasiado enrojecido y mi corazón latía desbocado totalmente.

Sí, su explicación me había sido suficiente, interesante. Sólo lo comocía a él, pero, me identifiqué con sus palabras y creí estar confundido y nervioso. Estando así, su desnudez volvía a atormentarme.

Me alarmé en cuanto sentí sus brazos rodearme con cuidado desde la espalda y su voz, calmada, apacible, susurró, respondiendo a mis pensamientos como si él los hubiese escuchado:

—No te preocupes, Shea, no está mal si te gusto.

El joven que desnudo en su hamaca me enseñó a vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora