Lo peor que pude hacer fue regresar a casa.
Confiaba en que mi madre al menos, extrañándome, se hubiese calmado y solo esperaba que yo volviera. Esperaba llegar y abrazarla como siempre, como si nada hubiese ocurrido y todo quedase en el pasado.
En la mañana me levanté y desayuné con Ronan, le devolví su ropa y me coloqué la mía, dándole un beso antes de irme, prometiendo que nos volveríamos a ver.
Me fui a casa.
Inmediatamente después de traspasar la entrada, una sensación eléctrica me recorrió de pies a cabeza y tuve miedo de avanzar, los gatos salieron para saludarme, me agaché para acariciar sus cabezas y entonces sentí que toda mi vida frenaba en seco al oír a mi madre histérica:
—¿En dónde estuviste? —interpeló.
Me incorporé débilmente y di un paso atrás cuando la tuve en frente.
—En casa de Ronan.
Sus lágrimas rabiosas me hicieron saber que ella no estaba muy contenta con mi respuesta y cubrí mi rostro con mis antebrazos, volviendo a recibir golpes de su parte, sus manos magullaron mis brazos, mi estómago y mi espalda. Volví a llorar sin consuelo porque no la entendía. No sabía qué era aquello que le resultaba terrible y una vez se detuvo, bajé los brazos y enfrenté su rostro de nuevo.
—¿Por qué me haces esto ahora? —habló resentida, con el rostro enrojecido y la expresión contraída en ira—. Han pasado casi dieciocho años y justo ahora quieres portarte mal. ¿Es así como me agradeces?
—Dime, mamá, ¿qué estoy haciendo mal?
Ella suspiró y las venas de su cuello amenazaban con reventar.
—Manchaste el nombre de nuestra familia en el pueblo.
—¿Y eso te importa?
—Mairín. Pensaba meterla en la primaria con nuestros ahorros, pero por tu culpa seguramente la tratarán mal diciendo que su hermano es un desviado.
—¿Qué está mal? —inquirí de nuevo—. ¡Dime qué está mal, porque yo no veo!
—Está mal que te juntes con esa persona.
—Ronan... es mi novio, mamá. Él no se merece malos tratos, porque es una persona increíble y...
—¡Es un degenerado! —contraatacó.
—Él solo está queriéndome, brindándome una amistad y el amor de una pareja que jamás en mi vida pensé sentir —Sollocé, hundiéndome entre mis brazos, ahogado, en un intento por limpiar mis lágrimas—. ¿Tú tampoco has amado a alguien, mamá?
—No, Shea, esas cosas no existen. Tú solo existes para amar a tu familia y como el hombre de la casa debes dar la cara por nosotras.
—¿Qué importa si soy hombre?
Amenacé con acercarme a ella intentando verme furioso, pero solo pude seguir llorando mientras sentía mi cabeza comprimirse y doler, como si me estuviesen aplastando.
—Tu apellido será el que quedará en nuestra familia, mis nietos...
—Me gusta Ronan. Él no te dará nietos —La interrumpí.
—¡Basta con eso!
Entonces me agarró por la camisa y me zarandeó violentamente, totalmente fuera de sí y pareció percatarse de un detalle, por lo que tiró del cuello de mi camisa hacia abajo.
No reparé ni siquiera en lo que ella estaba viendo, aún no me recuperaba de sus golpes días atrás o totalmente de la molestia en mi espalda baja, justo en ese momento, con nuevos golpes sobre la piel, me dolía demasiado absolutamente todo como para ponerle atención a lo que sus ojos veían con tanta sorpresa en mi piel.
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El joven que desnudo en su hamaca me enseñó a vivir
Historia CortaA quienes todavía comparten ese placer, de no llevar ropas y aún así vivir bien, se les otorga el más benévolo de los compañeros, pues su pureza lo amerita. Se les entrega en manos, cual mascota recién nacida, la inocente presencia de una criatura v...