Capítulo 7

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Voy trotando y esquivando a inútiles de mis compañeros de clase que se fatigan con dos vueltas al campo

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Voy trotando y esquivando a inútiles de mis compañeros de clase que se fatigan con dos vueltas al campo. Menudos lentos que aprovechan cuando el profesor no mira para bajar el ritmo, y cuando les observa directamente aceleran.

–Muy bien, chicos, ya podéis parar. Ahora vamos a estirar — Escucho decir al profesor y todos nos acercamos a él.

Si hablamos de vagos, quizá incluso el mayor de todos sea el profesor. No sé qué suerte he tenido, pero en la vida he visto a un profesor de gimnasia correr.

–Ey, Bakugō, podrías esperarme alguna vez.

Hablando de lentos inútiles.

–Cara plana, si fuese a tu ritmo creo que hasta las tortugas me adelantarían.

–No hace falta que siempre seas tan cruel, hermano — Me responde Sero con una sonrisa torcida.

–Lo primero, no soy tu hermano. Y lo segundo, yo soy así, ya lo sabes, así que si te molesta no entiendo qué haces aún hablándome.

–Ya te lo dije, es que no encajo en ningún grupo y no quería quedarme solo todo el año. Es el problema de cambiarme de instituto justo el último curso, todo el mundo tiene ya sus amigos de toda la vida. Bueno, todos menos tú, supongo.

–Idiota, ¡no es como si yo no pudiera hacer amigos! Es solo que no he estado interesado en esas mierdas. Mi intención era hacerme respetar, no hacerme querer.

Y es cierto. Yo desde que empecé el colegio intenté demostrar lo que valía, sobresalir en todo y ganarme las mejores calificaciones. Pero con el tiempo, me fui dando cuenta de que la gente se alejaba de mí, que mi carácter y mi orgullo no encajaban en ningún sitio.

No es que no esté satisfecho con lo que soy. Sé que soy temperamental y en ocasiones me excedo con mis palabras, pero estoy orgulloso de mis logros y de que cuando me propongo algo lo consigo.

Excepto hacer amigos.

Cuando me quise dar cuenta de que no podía enfrentarlo todo yo solo, ya era demasiado tarde. Me había ganado una mala reputación y nadie quería darme una oportunidad.

Todavía recuerdo el momento exacto en que me di cuenta de ello. Apenas tendría 7 años y estaban escogiendo equipos para un partido de fútbol en el descanso entre clases. Éramos impares y, pese a las buenas cualidades físicas que yo siempre había demostrado, me quedé el último. Nadie me quería en su equipo, antes que a mí habían elegido al más torpe del curso que no era capaz ni de acertarle al balón. Cuando pregunté qué hacía yo, me dijeron con indiferencia que actuase de árbitro.

Evidentemente solté un par de insultos y me marché todo lo digno que pude —que no era mucho—. Al llegar a mi casa esa tarde, me encerré en mi cuarto y sin poder evitarlo se me derramaron algunas lágrimas que intenté reprimir.

Desde entonces, siempre estuve solo. No importaba en qué. Cuando mandaban trabajos de grupo, terminaba haciendo yo un proyecto individual porque nadie quería colaborar conmigo, a pesar de que siempre mis resultados eran de los mejores. Si íbamos de excursión, me sentaba yo solo en un asiento del autobús y me dedicaba a mirar el paisaje por la ventana mientras el resto hablaba o cantaba.

Tododeku/Kiribaku/Iidaocha ~ Six for All OnlineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora