3. Zantum

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Pista de audio para acompañar: The Devil and the Huntsman - Soundtrack de Rey Arturo.



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Aprovechando la confusión momentánea Jack levantó a Kail y corrió al submarino con él al hombro. El pequeño transporte subacuático flotaba al borde del pozo, que ya estaba parcialmente destruido, la compuerta estaba abierta y Gianna lo esperaba extendiendo los brazos para ayudarlo a subir. El espacio era tan reducido, que apenas había lugar para los cuatro tripulantes y medio. Detrás de ellos un dragón rugía desesperado, buscando su presa entre el vapor.

Al entrar en el sumergible Jack dejó a su hijo al cuidado de Gianna mientras él se posicionaba frente al tablero de mando, en el cual introdujo la punta de su cetro. Como resultado, la compuerta se cerró y el pequeño submarino se perdió de vista bajo el agua. ¿Cómo era posible, si no tenía combustible? Todo estaba planeado, los años de estudio sirvieron para que Jack descubriese una infinidad de usos para la habilidad que poseía. Mientras más aprendía de su poder, más se daba cuenta de que, con el debido conocimiento, podía ser capaz de hacer cualquier cosa.

La fuente de energía que alimentaba el transporte, era él. Su cetro era el catalizador, el cual Jack usaba para bombear su propia sangre hacia el Stahl Teufel. El líquido vital recorría los mecanismos de funcionamiento a través de venas artificiales, aportando combustible en forma de iones a cada sistema. Mientras Jack pudiese sostener el cetro con sus propias manos, el submarino se volvía parte de él, y podía mantenerlo en funcionamiento. Era una tarea difícil y agotadora, pero, según los cálculos, si lograba mantener el ritmo por al menos dos horas, se encontrarían cerca de las costas arqueanas para volver a la superficie.

La idea de partir hacia Arquedeus por el fondo del mar había nacido a partir de una teoría que Jack quería comprobar: el dragón no podía detectar la magia a grandes alturas o inmensas profundidades. Ese pensamiento lo atribuía a dos viejos recuerdos, uno a cientos de metros bajo tierra, en una gruta, y otro en lo alto de las montañas siberianas. Esperaba que su deducción fuese correcta.

El submarino seguía descendiendo, mientras Jack intentaba mantenerse tranquilo, sintiendo el flujo de su sangre dando vida al demonio de acero. No podía evitar sentirse nervioso, pues estaba llevando el tesoro más preciado que tenía, hacia un destino incierto: su familia. A pesar de que Gianna había confesado su amor por él años atrás, nunca pudo corresponderle. La amaba, sí, pero no cómo ella hubiese deseado. Sin embargo, después de su reencuentro lograron superar aquel incómodo momento en el Refugio 14, y juntos decidieron seguir adelante como padre y madre de dos hijos, una pareja que comprendía el amor como una entidad que no tenía que ser necesariamente sexual. Desde entonces eran más unidos que nunca, y habían vivido como una familia real durante el último año. Pero hoy, todo eso podría estar a punto de cambiar.

Fuego y Escarcha: La Era del Fuego IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora