33. Viejos amigos

638 90 30
                                    


«Está viva», pensaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Está viva», pensaba. Habían pasado poco más de dos semanas desde el encuentro y todavía le costaba trabajo asimilarlo. La vida con Luna había sido dura, solitaria, pero el ver a una amiga del pasado, escucharla, sentirla, le devolvía sus más puros y olvidados sueños. Finnister Gupper, ese nombre había quedado atrás, arrastrado por la blanca helada que cae en la noche, Nieve Nocturna es quien era ahora.

La observaba. La mujer dormía entre pobres trapos que servían de cobijo. Le avergonzaba no poder darle algo mejor, pero él nunca había necesitado nada además de eso. Sabía que la Gianna que tenía delante no era la misma de antes. Ya no era la misma joven engreída y sabelotodo de antes; había cambiado, ambos habían cambiado, con excepción de una cosa. Para él, ella seguía siendo tan hermosa como siempre.

Pronto amanecería, y el momento habría llegado. La luz de día ya alcanzaba a iluminar el bosque, apoyada por el fuego de Luna que ardía, apacible, igual que siempre. No hacía frío, tampoco calor. Sería una mañana perfecta, de no ser por una presencia que alteraba al galeano de negros ropajes: Rehn, el plateado.

—¿Cuánto más piensas tenerme aquí? —preguntó el susodicho, hablando arqueano. Vestía ropas arqueanas, otorgadas por el mismo Nieve Nocturna. Sus heridas habían sanado, y la única mano que le quedaba, estaba atada directamente a su espalda.

El hombre de gótico atuendo, apuntó la vista hacia Rehn, con tedio.

—Deberías estar agradecido de seguir con vida. De no ser por ella, ya nos hubiésemos deshecho de ti —masculló, sin dejar de observar a su invitada de honor.

La rectitud de Gianna también era algo nuevo para él. No comprendía por qué la vida de otros le resultaba valiosa, cuando antes ella solía tratar mal a quien no soportaba. Quería conocerla otra vez, pasar más tiempo con la mujer del presente, actualizar sus recuerdos.

—Te atormenta, ¿cierto? No poder tenerla, saber que vivió con alguien más —dijo el arqueano.

Las palabras calaron en el hombre de negro. Tenía razón, pero no lo diría. Sabía que Gianna había pasado los últimos quince años al lado de Jack Relem, y eso sólo podía significar una cosa. No quería pensarlo, pero era imposible no creer que ellos dos, seguro ya...

Tragó saliva, respiró hondo, y respondió como si nada pasara.

—Lo siento, ¿dijiste algo? —habló Nieve, con tranquilidad—. No prestaba atención porque estaba pensando en si arrojarte por el filo de una montaña y decir a Gianna que intentaste huir y moriste, o si matarte yo mismo y hacerlo parecer defensa propia.

Rehn rio por lo bajo, observando a su captor.

—No seré bueno en el arte reproductivo, pero puedo reconocer cuando alguien ha encontrado a su pareja de cortejo. Cuando la miras, es como si te perdieses en sus ojos. Quizás yo pueda ayudarte. Juntos podríamos deshacernos del Rahkan Vuhl, y entonces ella sería tuya.

Fuego y Escarcha: La Era del Fuego IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora