30. El peso de la capa (II-II)

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El ambiente fresco de sus aposentos lo recibió en cuanto cruzó el portal de regreso a Kater

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El ambiente fresco de sus aposentos lo recibió en cuanto cruzó el portal de regreso a Kater. Hizur abrió la puerta que daba al salón central del último piso de la torre. Las diraceas tintinearon en cuanto se hizo presente, pero no por causa propia, sino porque alguien lo esperaba afuera.

Curioso de la situación, atravesó el salón, bordeando el soporte de su cetro, pasando junto a la mesa con la que hace tiempo había charlado con el Rahkan Vuhl y alcanzando la puerta de entrada. Con la palma de la mano, tocó los capilares de la dendrita que crecía en la puerta, los cuales acariciaron su piel para reconocerlo. Como resultado, la puerta se abrió, y una mujer joven, de gran belleza, apareció frente a él.

—Gran Sahulur —dijo—, ¿ya escuchó las malas noticias? Tengo algo que agregar.

Hizur frunció el ceño. Malas noticias eran lo último que quería después de la fatídica reunión de hace unos momentos.

—Habla, Itziva, no estoy de humor—respondió Hizur.

La chica, que vestía una capa plateada, inclinó la cabeza en señal de respeto antes de dar el informe.

—Lioras vive, perdió a toda su huina. La misión fracasó por un ataque de ravahl salvajes.

Al escuchar la noticia, el estómago de Hizur se encogió. Esas no eran malas noticias, ¡eran pésimas noticias!

—¿Lioras vive? ¿Fue el único superviviente? —preguntó Hizur, como si la suerte del universo se hubiese terminado. Golpeó el borde de la puerta con un puño.

La joven Laktu siguió firme, a pesar de la reacción de su superior.

—Eso dice, gran Sahulur —respondió sin titubear.

—¿Qué más ha dicho Lioras? —cuestionó Hizur, ocultando su agobio.

—Bueno, Lioras está muy molesto. Quiere hablar con...

—Que no lo haga —atajó el Sahulur—. Mantenlo vigilado.

Itziva levantó una ceja con cierta inconformidad.

—¿Está todo bien, gran Sahulur? ¿Hay algo que quiera decirme?

Hizur la miró con dureza.

—Si hubiese algo para decirte, entonces te lo diría, ¿no lo crees?

Ella torció un poco la boca, luego inclinó la cabeza.

—Mis disculpas —dijo—. En ese caso, ¿debería realizar una búsqueda con mi huina?

Hizur lo pensó un momento. Estaba furioso, acababa de decirle a sus hermanos que todos estaban a salvo, que la chica estaba a salvo, y ahora llegaban esas noticias. No podía perderla, de lo contrario, la furia del Rahkan Vuhl se desataría y todo por cuanto había trabajado saldría mal.

Fuego y Escarcha: La Era del Fuego IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora