26. Dos mundos

957 94 37
                                    


Era el tercer día que intentaba buscarlo, pero él no se dejaba ver

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era el tercer día que intentaba buscarlo, pero él no se dejaba ver. Misterioso para Vanila. Ella quería saber la razón, hablar sobre aquel problema con los ravahl, porque intuía que todo era a raíz de eso. Además, ya sospechaba sobre la condición de Rahkan Vuhl que ostentaba el joven, pero no quería confirmarlo. Si lo hacía, ocurriría algo que ella no deseaba, algo que estaba obligada a llevar a cabo.

«No sé qué pasó ahí, pero necesitamos hablar. No ahora, no aquí.» Es lo que Vanila había dicho, pero ahora se arrepentía. El joven la evadía, no quería verla. Se preguntaba por qué. No entendía la razón. ¿Había sido muy dura? ¿Se había pasado con los regaños? Quería saberlo, pero en Arquedeus, normalmente las personas se guardaban el sufrimiento para sí mismas, no lo compartían; se encerraban a meditar para solucionarlo. Los habitantes de Tanah Baru no se cortaban en demostrarlo, les faltaba educación emocional.

Por alguna razón, eso no desalentaba a Vanila, sino que le causaba curiosidad. Sentía una extraña cercanía, un vínculo que no comprendía. Le importaba lo que ocurriera con Kail, quería saber más sobre él, quería entender por qué se sonrojaba cuando la veía, o por qué tartamudeaba al hablar con ella y con nadie más. La actitud del joven le resultaba muy interesante.

Puede que no tuviera experiencia con los rasgos emocionales de la cultura en el viejo mundo, pero eso no significaba que no entendiese de sentimientos humanos. Ella podía percibir la tristeza y la furia que Kail había emanado aquel día. Necesitaba explicarle algunas cosas, y ya estaba cansada de esperar.

Vanila no era muy paciente, puede que en Galus tuviesen otras formas, pero él había dicho que quería aprender sobre Arquedeus, y entonces, eso es lo que haría. Le enseñaría. Después de todo era su deseo, ¿o no?

Se detuvo frente a la entrada de una morada, en la colonia de los refugiados. Puso la mano en la puerta. La superficie cambió al contacto, activando la dendrita, una vellosidad que acarició la palma de la joven. No era más que un elemento de reconocimiento, un picaporte tecno-orgánico.

Hubo un sonido de tintineo en el interior. Flores sonoras, diraceas, servían para llamar. En menos de un minuto, la puerta se deslizó y una mujer de cabello recogido y mirada serena apareció.

—Esto... yo —balbuceó la arqueana.

—¡Vanila! ¿Otra vez buscas a Kail? —preguntó Gianna, con una sutil expresión de alegría. Hace tiempo que había perdido la capacidad de torcer su rostro en muecas demasiado expresivas.

La arqueana negó con la cabeza.

—Hoy es... —titubeó, pero juntó valor—. Hoy es diferente. Vengo por él, quiero llevarlo conmigo.

Una media sonrisa, pícara, se dibujó en el rostro de Gianna.

—¡Ah, vaya! No sabía que en Arquedeus pedíais la mano de esta forma —estipuló de forma juguetona. Sin embargo, su interlocutora arqueó una ceja por falta de entendimiento.

Fuego y Escarcha: La Era del Fuego IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora