Capítulo 3

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A pesar de haber prometido que no me alejaría, cuando cae la noche me escabullo fuera del sistema de cuevas

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A pesar de haber prometido que no me alejaría, cuando cae la noche me escabullo fuera del sistema de cuevas. La temperatura es cálida e inhalo la suave brisa que balancea mi cabello despeinado. Comienzo a trotar entre los árboles con un claro destino: el riachuelo.

No muy lejos del hogar de los lobos corre un pequeño río de aguas cristalinas. Mis pasos se vuelven más lentos al llegar a su origen. Una estrecha cascada cae desde lo alto de una pared de rocas. El agua desciende despacio y tranquila creando una sensación de calma en el ambiente. El riachuelo es amplio en esta zona como si crease una piscina que después se estrecha perdiéndose entre los árboles.

Me aproximo hasta la orilla y observo mi reflejo. Mi cabello que ha crecido en todos estos meses de tonalidad azabache cae por mi frente. Presiono los labios con fuerza al ver las cicatrices que surcan la piel de ambos brazos, desde lo alto de mis hombros desnudos hasta poco más allá de mis codos. Son un recordatorio de lo que un lobo es capaz de hacer si eres imprudente.

Aparto la mirada y me deslizo fuera de mi ropa. Dejo las prendas escondidas entre la abundante vegetación junto al agua y, completamente desnudo, me introduzco en el riachuelo. El agua fría me provoca un escalofrío que rápidamente desaparece. Transparente y limpia me cubre hasta la cintura, por lo que me agacho hasta que sumerjo los hombros. Avanzo hacia la pequeña cascada y me coloco debajo. El agua cae sobre mi cabeza al igual que una ducha. Peino mi cabello hacia atrás y disfruto del baño a medianoche.

Repentinamente, el crujido de una rama me hace abrir los ojos. El lobo blanco se encuentra junto a la orilla observándome. Sus ojos rojos brillan con la luz de la luna. Rodeado por otros lobos respeto su condición de alfa y me dirijo a él con respeto, pero a solas en la noche me permito decir cosas que en cualquier otra situación sería incapaz.

— Eres su alfa —le recuerdo refiriéndome a los lobos de la manada —. No el mío.

Él muestra sus dientes y las cicatrices que cruzan su rostro le dan un aspecto aterrador. Me alejo de la cascada y me desplazo por el agua en su dirección con el sonido de mi corazón acelerado resonando en la profundidad de mis oídos

— Salvaste mi vida y por ello estaré siempre agradecido —sus fauces se cierran lentamente y su expresión se relaja —. Mereces tu posición como alfa y así la respeto frente a los demás, pero no me pidas que actúe como cualquier otro lobo sumiso porque no lo soy.

Durante mucho tiempo estuve aterrado al estar rodeado de lobos, pero con el paso de los meses ese miedo desapareció. Aun así, siempre soy prudente con el gran lobo blanco pues es él quien decide si continúo viviendo o no.

Sus ojos observan con intensidad mi cuerpo desnudo cuando llego a la orilla. En cualquier otra situación me avergonzaría por estar tan expuesto, pero esto es diferente. Con los lobos hay una comodidad que no existe entre los humanos. Es una de las muchas cosas que me encantan de este lugar. Ante su atenta mirada vuelvo a colocarme las ropas que se humedecen con las gotas de agua que mojan mi cuerpo. Me siento junto a la orilla mientras peino suavemente mi cabello con los dedos y el lobo blanco se coloca a mi lado.

— No te enfades con Hoseok. Simplemente me siguió cuando empecé a correr.

Él gruñe y no puedo evitar reírme.

— ¿Qué? ¿No te gusta el nombre que le he dado? A él le gusta —sonrío cuando vuelve a gruñir —. ¿Sabes? Tal vez, podría darte uno.

Su cabeza gira en mi dirección y puedo ver en sus ojos que no le gusta la idea. Es increíble lo mucho que eres capaz de ver si estudias sus pequeños cambios. Tantos meses con ellos me han convertido en un experto, pero él es un poco diferente. A pesar de que los lobos me comprenden la mayor parte de las veces es como si él se introdujese en mi mente y supiese lo que estoy pensando en todo momento.

— ¿Qué te parece... Copito de nieve? —contengo la risa al ver su mirada de completo horror, pero lo pierdo cuando gruñe con furia. Río como un loco dejándome caer hacia atrás con los brazos bajo mi cabeza —. Era una broma, relájate.

Obviamente no le hace ninguna gracia y me enseña sus afilados dientes como respuesta. Observo la luna sobre nosotros buscando en mi mente un buen nombre para él.

— ¿Fantasma? ¿No? Tienes razón es estúpido... Mmmm... —los minutos pasan mientras nos mantenemos en completo silencio. En ningún momento su mirada se aparta de mí. Sus ojos rojos me observan fijamente a la espera. Sin previo aviso, el nombre perfecto cruza mi mente —. Yoongi. Te llamaré Yoongi.

En el momento en que lo pronuncio sé que es el correcto. Un nombre apto para el gran e imponente alfa de una manada de lobos voraces. No hay cambios en su postura ni tampoco en su expresión, por lo que llego a la conclusión de que no le disgusta y que, por tanto, lo acepta.

— Yoongi —me deleito con el nombre entre los labios mientras observo al gran lobo blanco—. Me gusta.

Contengo la respiración cuando sus ojos vuelven a hacer algo extraño.

— Tus ojos —susurro hipnotizado mientras me incorporo —. Lo están haciendo de nuevo.

Bruscamente aparta la mirada y se pone de pie sobre sus cuatro patas. Ante mi estupor se aleja y desaparece de la vista.

No puedo dejar de pensar que él es diferente a los otros lobos. Menos animal... más humano.    

    

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El señor de los lobos -YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora