Mi insensatez e imprudencia casi me cuestan la vida en territorio dominado por lobos. ¿Quién pensaría que hay algo de compasión en su naturaleza animal? ¿O es que acaso hay mucho más oculto tras sus garras y fauces? Ahora estamos enlazados de una fo...
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La suave brisa que antes era fría se torna cálida conforme pasan los minutos debido a la acción de los brillantes rayos del sol. No hay ni una sola nube que manche el cielo y su color azul se observa tan claro como el de las aguas cristalinas del río. Una preciosa y tranquila mañana que de repente es interrumpida por el sonoro disparo de la escopeta que firmemente sujetan mis manos. Acostumbrado desde pequeño al complejo manejo de las armas apenas varío mi posición tras presionar con suma suavidad el gatillo. Contrarresto el empuje del arma con mi propio peso y mantengo los brazos lo más firmes que puedo para que el disparo no se desvíe del curso que le he impuesto.
Se oyen gritos de horror y sorpresa, pero sin duda el más sonado es el de Jackson quien incrédulo observa el humeante agujero que se ha formado sobre la tierra en el espacio entre sus piernas, un hueco circular de apenas unos milímetros de profundidad en el que la bala ha quedado perfectamente encajonada. Sus ojos se despegan por fin del tan pequeño, pero mortífero objeto, y ascienden deteniéndose en mi rostro.
— Estás loco—murmura con la voz temblorosa.
— Tal vez —me encojo de hombros sin la más mera intención de apartar la mira del cañón de su dirección.
— ¡Por el amor de Dios, Jimin! —mi padre se lleva las manos a la cabeza presa del pánico —. Suelta esa arma inmediatamente.
Por primera vez desde que esta pesadilla ha comenzado aparto mis ojos de Jackson, el traidor que tantas horas de sueño me ha quitado, y miro a mi padre.
— No hasta que él confiese lo que pasó realmente —mi expresión seria lo vuelve inquieto pues me conoce lo suficiente como para saber que cuanto estoy determinado a hacer algo, nadie puede detenerme.
— Entonces, cuéntame tú mismo la verdad —intenta tranquilizarme al mismo tiempo que da un dubitativo paso hacia delante —. Cuéntamelo y podremos irnos a casa.
Una sonrisa triste se establece en mi rostro. Ojalá fuese tan fácil, pero no sería lo mismo que la verdad fuese nombrada por mis labios y no por los de Jackson. Debe ser él y sólo él quien cuente lo que realmente pasó aquella noche hace aproximadamente 18 meses.
— Lo siento —me disculpo mientras cargo la escopeta de nuevo —. Habla o disparo
Advierto a Jackson.
— No vas a matarme —niega él convencido.
— Tienes razón, pero estoy seguro de que eres capaz de vivir sin una pierna, un brazo o, aún mejor, una oreja —voy cambiando el objetivo de la escopeta de acuerdo con mis palabras. Paso de apuntar a su rodilla izquierda ligeramente flexionada al brazo derecho más abierto y después asciendo —. Sería una pérdida pequeña.
La brisa remueve mi cabello colocando finos mechones negros sobre mis mejillas. En cualquier otra situación los apartaría inmediatamente, pero distraído con otros menesteres apenas me doy cuenta de su insidioso bamboleo.