Para quien no lo conoce, Iran parece un asesino cualquiera que tiene el gusto por derramar sangre a su paso, la verdad tras su máscara es que quiere escapar de esa realidad y ser libre.
Después de todo, ¿quién dijo que un asesino no puede amar?
Homo...
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Entre un torbellino de sensaciones extrañas, lentamente comienzo a recobrar el sentido. La cabeza me sigue dando vueltas... No sé qué me pasó, me siento desorientado y mis ojos arden levemente.
El estruendoso ruido de un disparo me despierta por completo, estoy dentro de un vehículo que se mueve bruscamente de un lado a otro, encerrado en la cajuela; un disparo la atraviesa, la bala pasa tan cerca de mi pierna que trago saliva, aquí dentro no puedo moverme tanto. Palpo mi ropa y no están el par de pistolas que traía en los bolsillos del pantalón.
—¡Mierda!
Me quejo cuando el automóvil gira y me golpeo en el hombro y la cabeza, luego otra bala atraviesa y zumba cerca de mi oído; estiro mi mano hacia mi espalda, con una cinta traigo un arma escondida, la tomo; estos cabrones no me van a matar sin que les dé un tiro primero.
Antes que pueda disparar escucho el ruido de las llantas derrapando sobre el asfalto y la unidad gira bruscamente, el movimiento hace que me golpee de nuevo y de forma violenta el automóvil se detiene y escucho disparos cercanos.
Por uno de los agujeros que dejaron las balas, espío hacia afuera y observo a Balton disparando. Dos autos venían tras él y en uno ya todos están muertos. Los del otro automóvil disparan hacia él pero no parecen muy hábiles, los idiotas se quedaron sin balas.
Balton no lo duda ni medio segundo, a paso firme camina hacia ellos, los tres hombres salen de la unidad y quieren luchar contra él, pero sus esfuerzos son muy patéticos, porque al primero que intentó hacer algo, le lanzó un cuchillo que se incrustó en su frente, sin dejar de caminar va por el otro y con su puño lo golpea en el rostro tirándolo al suelo; de un movimiento brusco gira su cabeza y le quiebra el cuello.
El tercero es un cobarde y huye asustado hacia donde estoy, Balton lanza una pequeña cuchilla que se entierra en su pierna izquierda y cae al suelo con un grito de dolor.
Con rostro inexpresivo Balton viene por él, lo levanta por el cabello y estrella su cráneo contra uno de los cristales de su automóvil, lo sé porque escucho el vidrio crujir y hacerse pedazos.
—¡Espera! —grita el hombre con el rostro ya ensangrentado, Balton lo arroja hacia el asfalto, puedo verlos otra vez.
—¡Nos dijeron que en este auto venía nuestro encargo, pero no sabíamos que eras tú!
—Lo que hay en mi automóvil no es encargo de nadie, imbécil.
—¡Iran! ¡Solo queremos a Iran!
¡¿A mí?! ¡¿Por qué carajo me quieren a mí?! Ni siquiera conozco a estos tipos.
—¿Quién lo quiere?
El hombre no contesta y Balton le da una sacudida que lo aterroriza y comienza a hablar de nuevo.
—Lance.
Responde, pero no conozco a estos tipos, no creo que sean gente de Lance.