Para quien no lo conoce, Iran parece un asesino cualquiera que tiene el gusto por derramar sangre a su paso, la verdad tras su máscara es que quiere escapar de esa realidad y ser libre.
Después de todo, ¿quién dijo que un asesino no puede amar?
Homo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Aquel ruido estruendoso hace que duelan mis oídos, con aquel sonido todo se deshace, todo se rompe. El primer disparo que escuché en la vida, se quedó tatuado en mi mente.
Corro tan rápido como puedo, estuve escondido debajo de mi cama, mi papá dijo que no saliera, tan solo tengo nueve años, no puedo hacer nada para ayudarlo, pero escuché un grito suyo y risas ajenas, tengo que ver que esté bien.
No comprendo lo que pasa, solo sé que tengo mucho miedo. Espío por un diminuto hueco que se encuentra en la vieja puerta de madera de mi cuarto, mi padre está en el suelo, su cuerpo sangrando se retuerce por el dolor; un hombre enorme lleno de tatuajes en sus brazos está frente a él sonriendo, en sus manos hay un arma color negro, observo los movimientos que hace con su mano, después aprieta de nuevo el gatillo.
—¡Papá! —Salgo corriendo, no me importa que me han visto, tengo que estar con él. Me tiro de rodillas al suelo a su lado y lo abrazo con todas mis fuerzas.
—¡No te mueras papá! —Mis ojos se empañan de lágrimas que luego se derraman y mojan mis mejillas.
—Perdóname hijo, hice mal las cosas... —La voz de mi padre se apaga junto con su vida y yo no puedo hacer nada para mantenerlo a salvo conmigo.
Un hombre me arranca bruscamente de mi padre y el mismo que ya lo había herido le dispara de nuevo, esta vez en su frente. Los ojos de mi padre se cierran inmediatamente y me remuevo hasta soltarme del hombre que me sostiene para correr junto a él, quien al abrazarlo, laxo queda entre mis brazos.
—¡Papá!
Siento como me rompo por dentro, lo abrazo con todas las fuerzas que mi pequeño cuerpo tiene. Es mi padre y sé que nunca volveré a verlo.
—Ahí está el chamaco jefe, ya no tengo que buscarlo. ¿Qué hacemos con él? —pregunta el matón tatuado que asesinó a mi papá, incluso me da la espalda. Hablan como si yo no estuviera aquí escuchándolos.
—Es un escuincle inservible, mátalo. —El jefe da la orden mientras enciende un cigarro. Sé que es el jefe, lo vi solo una vez antes de esto, le había dicho a mi papá que tenía que pagarle lo que debía o pasaría esto.
—Entendido, yo me deshago del estorbo.
Estoy abrazado a mi papá y donde muevo mi mano, metido en su cinturón siento un objeto, muevo un poco su camisa y veo un pequeño brillo plateado, extiendo mi mano y lo tomo. El arma es grande y pesada para mi pequeña mano pero sé lo que es y sé para qué sirve. No me importa nada, el odio que siento me impide razonar lo que hago. Dejo un beso en la cabeza de mi padre y lo suelto para ponerme en pie.
—¡Deshazte de esto puto! —Cuando grito, todas las miradas se posan en mí, el hombre gira al escuchar mi voz, pero no le doy tiempo a nada. El arma en mis dos manos es pesada para mí, pero la sostengo firme con ambas de mis manos y aprieto el gatillo. Un solo tiro certero que atraviesa su frente; su sangre salpica el rostro de su jefe quien suelta su cigarro.