Capítulo 5

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Le costó reconocerlo, su rostro lucía extraño, su piel un tanto estirada y pálida, pero la forma en la que cubría su rostro le recordaba a una vez en la que Albert se había vestido de manera similar cuando tenía un resfriado, sin duda era él, al menos su cara.

—¿Albert? —preguntó una vez más Connor, atónito ante lo que veía frente a él, pero aquella persona no se movió de su posición, apenas y gesticuló, únicamente lo observó fijamente en silencio.

Con los latidos a una velocidad descontrolada, un miedo invadiéndolo hasta la garganta y una sensación de peligro abrumadora, Connor comenzó a acercarse con cautela al mostrador donde estaba aquella persona que seguramente, lo miraba fijamente a través de los lentes.

Solo hizo falta acercarse un par de centímetros para confirmar todo aquello que había sospechado, todo lo que había notado antes, el carro, las personas, la forma tan rara en la que lucían y todos los sucesos que habían estado aconteciendo en Dumbar y notó entonces el peligro inminente al que se enfrentaba. Reunió todo el valor que pudo y aún con el corazón pareciendo salirse de su pecho y el sufrimiento provocado por el miedo que lo poseía, Connor se convenció de que debía comenzar a actuar valiente, sabía que estaba en peligro y probablemente debía hacer lo necesario para sobrevivir, ya no tenía dudas al respecto, todo lo que le había parecido estar mal es porque, en efecto, estaba tremendamente mal. Debía dejar de lado sus temores y confrontarlos.

—Tú no eres Albert, ¿cierto? —preguntó tartamudeando Connor mientras se colocaba detrás del mostrador, quedando frente a aquella persona con un rostro falso—. ¿Qué le hiciste? —preguntó casi rompiéndose a llorar, tanto por el miedo, como por la furia.

El hombre retrocedió unos pasos y observó una última vez a la cámara de seguridad que lo vigilaba incesablemente y fue aquella distracción la que Connor aprovechó para abrir con sigilo el cajón donde se suponía, debía estar una escopeta, al bajar por un instante la vista al cajón abierto, notó que era cierto, pues dentro se encontraba una escopeta negra de corredera.

—Quería hacer esto lo menos doloroso posible —contestó el hombre con voz ronca.

Al terminara aquella frase, Connor tomó del cajón el arma, sin despegar la mirada de aquel sujeto, la levantó con esfuerzos pues era más pesada de lo que esperaba y la apuntó al hombre con sus dos manos, mientras deslizó el guardamanos. Este levantó sus manos de manera lenta y giró su rostro levemente como si observará a Connor con curiosidad.

—¿Qué le hiciste a mi amigo? —preguntó Connor mientras intentaba controlar el temblor que sus manos comenzaban a producir.

El hombre comenzó a mover con lentitud y cuidado sus manos, para evitar que Connor hiciera una acción inesperada, y retiró de su rostro los lentes oscuros y gorra, dejando a la vista una cabeza calva y brillante de tez blanca y unos ojos que lo miraban fijamente, después se retiró la chaqueta que usaba, dejando a luz su cuello el cual parecía cortado por su rostro, todo mientras Connor observaba la escena con estupefacción, y finalmente colocó su mano sobre su rostro y lo jaló con fuerza, retirando la máscara que lo cubría y colocándolo contra el mostrador. Connor observó de reojo y notó lo que ya sabía, su rostro era una máscara, pero le aterró el descubrir que del otro lado, esta estaba pintada de un rojo vivo, y de inmediato supo que no era una máscara y que por algo tenía el parecido a Albert, pues era piel humana con unos hilos atados a ella para convertirla en una máscara.

Connor observó con lágrimas en sus ojos y una expresión de terror verdadero al responsable de aquella atrocidad, el cual ahora mostraba su verdadero rostro, sin cabello, con ojos sumidos en su rostro, piel un tanto arrugada y una cicatriz enorme que le cubría de manera diagonal, toda la parte inferior del rostro, cicatriz provocada por quemaduras profundas.

No Salgas de NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora