Capítulo 11

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Con la respiración agitada y sus manos temblando sin control alguno, Anne retrocedía de la puerta metálica que daba a los baños públicos, la había cerrado, pero sabía que no duraría mucho. Pronto un golpeteo comenzó en el exterior, intentando forzar y abrir la puerta a como diera lugar. Comenzó a retroceder mientras se cubría la boca con sus manos para evitar dar un grito. Las lágrimas salían desbordadamente de sus ojos y la adrenalina provocada por el terror la invadían y paralizaban. En el interior una sensación de culpa la invadía, pensaba que había arruinado su única oportunidad de escapar y lo que pasará de ahora en adelante sería su culpa. Eso es lo que ella pensaba. Retrocedió hasta topar con la pared y repentinamente, el golpeteo en el exterior ceso.

Alejó las manos temblorosas de su rostro y las bajo, comenzó a buscar a su alrededor. No comprendía lo que estaba ocurriendo, pero no se dejaría vencer tan fácil, no se convertiría en una victima indefensa y cobarde. Buscó en todo el baño, dentro de los tres cubos con tazas de baño, a fuera donde había dos lavamanos con sus espejos, pero no encontró nada. La oscuridad que invadía aquel pasillo y los cubos del baño era casi absoluta, aunque su vista ya se había acostumbrado y lograba distinguir casi todo, y el silencio era tan penetrante que podía escuchar el latido descontrolado de su corazón.

Se congeló cuando una idea paso por su mente: ¿Qué tal y aquel asesino había descubierto a Connor? ¿Y si había dejado la puerta en paz con tal de ir por él?

Se acercó a uno de los dos espejos, arrancó un pedazo de tela de su blusa y cubrió su puño. Dio una respiración profunda y con sus últimos rastros de fuerza golpeó el cristal. Este se hizo añicos, se agachó y con cuidado comenzó a buscar con sus manos un pedazo de cristal lo suficientemente grande. Lo tomó con cuidado y envolvió una parte de este con la misma tela que uso para su puño, para poder sostenerlo mejor, se limpio con su mano libre el rostro y se acercó con cautela a la puerta. No lograba escuchar absolutamente nada del exterior.

¿Y si era una trampa? ¿Si ese asesino buscaba jugar con sus ideas y hacerla salir?

Un sinfín de ideas e inseguridades cruzaron su mente y por primera vez desde que todo esto había comenzado un sentimiento de egoísmo y auto protección se apoderó de ella. Retrocedió lentamente de la puerta, con lágrimas en sus ojos y con el pedazo de espejo en una de sus manos.

No podía arriesgarse, no quería hacerlo. En el fondo sabía que esto es lo que Connor hubiera querido para ella, él estaba seriamente herido y él la intentaría salvar a toda costa.

—Lo siento... —susurró para si misma y de repente se detuvo en la oscuridad. En su mente pronto pasó la imagen de Connor y todos aquellos momento tiernos y que la habían llenado de felicidad, que la habían enamorado de él, una noche durmiendo en sus brazos, un beso suave sentados en el césped del parque, una canción romántica que él le cantó en su cumpleaños, él acariciando con cariño su pelo mientras ella yacía acostada en su pierna, una cantidad enorme de momentos, no dejaría que todo eso se le fuera arrebatado, no se convertiría en una cobarde, aún menos en la víctima, no sería la chica indefensa que anunciaban en las noticias y por la que todo el mundo sentiría lastima por su muerte, no sabía lo que iba a pasar, aún menos si iba a sobrevivir, pero intentaría luchar, salvarse a si misma y a Connor.

Comenzó a avanzar con determinación una vez más hacia la puerta, limpiándose el rostro, con valentía y coraje corriendo en sus venas cuando un repentino golpe metálico la detuvo. Alguien estaba golpeando la puerta metálica. El asesino había regresado.

Dio un paso atrás mientras alzaba el pedazo de cristal que sujetaba con fuerza. Un segundo golpe metálico y la puerta comenzó a rechinar, estaba por caer. Con el corazón latiendo a una gran velocidad y el miedo convertido en furia y adrenalina, comenzó a idear un plan, entonces giró la vista a uno de los tres cubos con tazas de baño que había en aquel cuarto y una única idea se le ocurrió. Corrió velozmente al último cubo, el más alejado de la entrada y cerró detrás de si la puerta metálica, dio un paso detrás hasta que chocó con la taza de baño, giró la vista para observarla, de un color blanca que sobresalía en la oscuridad.

No Salgas de NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora